Tres y muchos más en una taza, de Froilán Escobar

Por: Félix Contreras

El crítico cubano Félix Contreras hace una interesante lectura de Tres en una taza (Huso Editorial), la nueva obra de Froilán Escobar, finalista al premio Anagrama de novela. Para Contreras “es la recurrente y casi trágica evaporación de la ciudad, las angustiosas estampidas de emigrantes a como sea, en las más precarias  embarcaciones (lancha, balsa, salto de garrocha, un ataúd incluso) que, cual aleteo de un ave migratoria a la que se le está acabando el cielo (…) en inesperado crepúsculo.

Con la mítica afilada tijera de Tu Fu en el río Wu-sung, Escobar va recortando pedazos de la ciudad para armar la novela que tanto nos recuerda aquel mágico lienzo o paño de aquella mujer que en su otro libro La última adivinanza del mundo (2009), compone y recompone el mundo.

Otro sensible mérito de la novela son las páginas dedicas a los sucesos ocurridos en La Habana en el campo de la cultura—tan desconocidos fuera de Cuba—  durante la década de 1970, conocidos como el  Quinquenio Gris (algunos lo consideran decenio) y, de los cuales fue víctima el propio Escobar cuando, en 1970, es expulsado de la revista Cuba internacional junto con otros periodistas y condenado a trabajar diez años en la construcción.

El  Quinquenio Gris tiene sus antecedentes en la la prohibición, en 1961,  del documental PM (calificado por Mirtha Aguirre y otros intelectuales oficialistas  como  “contrarrevolucionario”)  de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez y, eclosiona en su total desarrollo desde abril de 1971[1] con la detención de Heberto  Padilla por su libro Fuera del juego y en la que el poeta, acobardado y en confesión pública, denuncia e implica a un grupo de intelectuales como Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández, José Lezama Lima, así como víctimas indirectas o por  otros motivos dentro del propio Quinquenio: Froilán Escobar (por escribir  Che sierra adentro), Humberto Arenal,  Ambrosio Fornet, Félix Guerra, Félix Contreras, entre otros.

Tres en una taza  conjuga en esta excelente novela amena prosa, alta creación literaria e  historia. Con impar  maestría, Froilán Escobar desborda, desdibuja el lenguaje que, vuelve a converger, en el destino luminoso de la novela y el lenguaje  se vuelve, alcanza categoría de eso mismo, el Lenguaje que, como una gracia del idioma, estalla como la fuga verde de la primavera.

Sin dudas, ayuda mucho a crear bien —imaginar— una niñez a la sombra del inmenso sueño que es la libertad respirada en el campo y, que, luego, ahora, en la vida adulta, estalla como oro fino del idioma.

Escobar pasó su infancia en los montes de Caimito del Guayabal con la misma soltura que Robin Hodd también mataperreaba en el bosque de Sherwood.

En Tres en una taza se juntan el misterio de la poesía y la racionalidad de la prosa pero, qué cosa, reunifica personajes, sujetos, palabras y recuerdos en la taza?: el amor, el amor que atraviesa toda la novela en la alfombra mágica del estilo apropiado y lúdico como la ambulancia de que lleva a José Lezama Lima al Hospital Calixto (Sala Borges) o la guagua aquella en Centro Habana (Belascoaín y Reina) esquivando semáforos y otras contingencias para alcanzar la salvación, atravesando plazas  y parques, el  mismo Parque Central, pero, en tan inaudito, creativo  e integrador texto, no importa el sitio, sino el contacto con las cosas,  se le va, las caricias—el amor—, las casas, las calles, los amigos, los parques con sus árboles (una encina que habla), las palabras, los que se marchan sin que se puedan detener y que dan la triste prueba de la ciudad que se desangra donde todo el mundo pregunta y, ¿tú  también te vas?

Tres en una taza brilla con la maravillosa alquimia del oficio del autor  y la  imaginación, el fecundo ajetreo con el lenguaje, la lengua (patria de la humanidad) que se materializa en oro fino, en una miríada de poesía en sus 200 páginas.

En esa guagua habanera —ómnibus— , la simbólica ciudad es también, “causalismo aristotélico” lezamiano, es eros y tánatos y, en ella viajamos nosotros, jóvenes poetas entonces: Antonio Conte, Eloy Machado, Luis Manuel García, Félix Guerra, Iván Gerardo Campanioni, Helio Orovio, Luis Rogelio Nogueras, Raúl Rivero, Lichi Diego y, yo (Félix Contreras).

Demos las gracias a su autor por compartir con nosotros esta maravilla de novela que, además, nos junta con esos Tres en una taza

 
                                                          
                                                       
[1]                       El Quinquenio es detenido en 1977, después de muchas protestas, cartas, denuncias, etc. e instauración el Ministerio de de Cultura por Armando. Hasta encargado de parar tal proceso excluyente y que implementó tan nueva  política cultural.

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