"Los conciertos del frío", de Pedro Casamayor

Por Pedro Pujante.

Editorial Raspabook,2017

La materia de la vida salta al vacío del mundo de la creación literaria en un incesante vuelo, que en ocasiones, es de ida y vuelta. Este regreso inopinado de los materiales vitales al tejido de un poema se produce cuando hay en el verso el suficiente impulso para catapultarlos. Así ocurre con estos poemas de Pedro Casamayor (Granada, 1971), escritor afincando en Alhama de Murcia. Poeta vital que sufraga su propia angustia existencial en la condensación precisa de la palabra, de la emoción. De la vida hecha verso para retornar, como decíamos, con vigorosidad otra vez a la vida.

Con mimbres cotidianos, fragmentos del propio día a día, Casamayor construye una minuciosa ventana desde la que mira el huerto, el universo, el corazón sediento del prójimo. Y se aproxima con la mano abierta, decantada en poema, con la voz azorada por la turbación del milagro consuetudinario de una flor que ha fenecido, los poemas de Girondo, el desconocimiento del mañana, el perdón, el rito del amor, el crepitar de los árboles creciendo, el recelo al paso del tiempo, los seres queridos que habitan su corazón, el óxido del universo helado que nos carcome, el rastro que deja el deseo de ser padre o de participar en la vida, el resonar de los paraguas en la lluvia, la sintonía silenciosa que germina de la fruta, de las flores que crecen en su huerta. Satie, Bach o la mirada de Dios. Lo que  aquí enumero en una suerte de caos, en el libro, preserva un orden, se estructura en dos sinfonías perfectamente delimitadas, en las que el universo de significados está condicionado por la música. Aunque la música es tan solo la excusa de fondo para elaborar un atlas mínimo de sus recorridos por la vida.

Hay un equilibrio muy logrado entre lirismo y sentido. Lo que nos dice la voz poética importa tanto como la forma con la que Casamayor cincela el verso. Su léxico familiar es rico, abundante, pero sin explayarse hasta la pérdida de su significado. En pocas líneas sabe condensar un pensamiento epigramático, un sentir, como cuando constata que la vida se camufla “Cohibida en la maleza de los años” o cuando sentencia que “se acerca el inicio/de ese minuto cruel que llaman muerte”.


Uno de los poemas de estos
Conciertos lo inicia Pedro Casamayor, que a pesar de su hondura, es un optimista que apuesta por la vida, con el siguiente verso: “Podemos reinventar el paraíso”. Con él pienso que si la poesía, la palabra no logra salvarnos de nosotros mismos, al menos habrá de valer para reinventarnos, reinventar nuestros propios paraísos privados, elevarnos sobre las “alambradas de espino”, enamorarnos del “sexo silencioso de las mariposas”, ser cómplices de la lluvia y habitar el presente, como quien se abandona al mundo prodigioso que se compone tras los espejos.

Al acabar Los conciertos del frío se tiene la extraña sensación de que han sido escritos para todos, es decir, para ti. Quizá todos los buenos libros hayan de perdurar en nosotros con esta misma textura que mezcla lo más íntimo con lo universal.

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