Lulú mujer desnuda, de Étienne Davodeau

Por Haizea Ustaran

Lulú mujer desnuda (Lulu, femme nue) es un cómic creado por Étienne Davodeau, publicado en dos tomos por la editorial Futuropolis en 2008 y llevado al cine por  Sólveig Anspach en 2013.

Étienne Davodeau nació en Botz-en-Mauges (Francia), el  19 de octubre de 1965. Estudió Artes Plásticas en la universidad y publicó su primera obra El hombre al que no le gustaban los árboles ( L’Homme qui n’aimait pas les arbres), en 1992, publicado como parte de una colección formado por autores jóvenes llamada Generación Dargaud (Génération Dargaud). Ha publicado numerosas obras por las que ha obtenido un gran reconocimiento como autor, además del premio Grand Boum-Ville de Blois.

Todo comienza al calor de una velada nocturna en la terraza de la casa de Lulú. Un grupo de personas aguarda a que Xavier cuente lo que él sabe de lo ocurrido con Lulú. Posteriormente, será Morgane, la hija de Lulú, quien continuará la narración. Por ello, y dado que los acontecimiento de la aventura de Lulú son contados por terceras personas, la narración se ve a menudo interrumpida por los impacientes oyentes, por lo que el lector se ve expulsado del mundo de ficción del libro, algo que en ocasiones puede resultar molesto ya que a medida que avanza el relato, la curiosidad pica con más fuerza.

Lulú es una mujer madura, casada, con tres hijos que desea volver a trabajar después de media vida cuidando de su familia. Pero encontrar un trabajo es complicado y más cuando se lleva tanto tiempo sin hacerlo. Tras ser rechazada una vez más para un puesto en una sucursal de la ciudad costera de Angers, se da cuenta de que necesita un respiro. Después de colgar el móvil a su autoritario y permanentemente airado marido y harta de su vida anodina y dedicada a los demás, decide no volver a casa por el momento. Pasa la noche en un hotel y al día siguiente camina durante horas, deambula sin rumbo por las calles de la ciudad, por el puerto, por la playa, un día y otro y otro…

Hasta que conoce a Charles, un hombre que, como ella, oculta secretos de un triste pasado. Sin embargo, para ellos dos no importa el pasado, lo único importante para ambos es el presente, su presente. Con Charles, Lulú redescubre el placer de vivir, se da cuenta de que la vida también puede ser divertida, que puede ser disfrutada. Se da cuenta de que es posible volver a enamorarse y volver a saborear la libertad, un libertad que creía perdida. Pero sobre todo, gracias a Charles, Lulú vuelve a sonreír.

Será esta sonrisa la que su cuñado Xavier observará sorprendido cuando llegue a Angers con la intención de llevarla de vuelta a casa. Al verla, Xavier es consciente de que algo ha cambiado en ella y de que él no es quien para perturbar la paz que la rodea.

De este modo, Lulú va posponiendo su vuelta al hogar, despertando la ira de su marido y el desconcierto de su familia y amigos que no comprenden qué le ocurre a Lulú y por qué no regresa junto a sus tres hijos .

Por desgracia, nada dura eternamente y un buen día Lulú se da cuenta de que debe marcharse del lado de Charles. Pero lejos de volver a su casa prosigue su viaje en un deseo de continuar experimentando y de conocerse a sí misma.

A pesar de la apariencia idílica del viaje, Lulú se queda sin dinero, pasa hambre y frío y duerme a la intemperie. Así que un buen día, trata de robarle -aunque sin mucho éxito- el bolso a una anciana. Comenzará así una curiosa amistad entre Lulú y la anciana, llamada Marthe, que la acogerá en su casa a cambio únicamente de que Lulú le cuente algunas de sus experiencias vividas.

Tras diecinueve días de vagabundeo interior y exterior por la costa francesa, Lulú finalmente vuelve a casa, pero nada volverá a ser como era, ni siquiera ella misma.

Lulú, mujer desnuda es una historia conmovedora que capta la atención del lector desde el mismo título. ¿Por qué “mujer desnuda”? Lo que el cómic relata son diecinueve días durante los que asistimos a un proceso de desnudamiento emocional por parte de la protagonista. A medida que se va desarrollando la historia, a través de las conversaciones que mantiene la protagonista con diversos personajes, que no son en absoluto aleatorios o casuales, sino claves para la historia, el lector va conociendo cada vez más profundamente a Lulú, quien además evoluciona desde una actitud de estoica aceptación de la vida que le ha tocado vivir, hasta convertirse en una mujer dueña de su vida, que sabe lo que quiere y no quiere en ella. En este proceso no sólo son importantes las conversaciones, sino que los momentos de silencio y soledad juegan un papel igualmente relevante, pues favorecen un acercamiento diferente a la protagonista y, además, permiten apreciar la calidad de unas ilustraciones tan sencillas y al mismo tiempo expresivas como las de Davodeau.

En lo referente a la historia en sí, a primera vista puede resultar condenable que una mujer abandone las obligaciones para con su familia del modo en que Lulú lo hace: sin dar ningún tipo de explicación y desapareciendo durante días sin comunicarse con nadie, salvo breves llamadas telefónicas a su hermana. Lo más sorprendente, sin embargo, es que a pesar de saber que su comportamiento no está siendo el que se espera de una madre y esposa, la belleza de la historia impide al lector juzgar negativamente a Lulú, al menos durante mucho tiempo, provocando que, al igual que Xavier y, más tarde, su hija Morgane, éste comprenda las razones que han llevado a Lulú a romper con su asfixiante vida, llegando incluso a apoyar su decisión al darse cuenta de que aparte de madre y esposa, ante todo, Lulú es una mujer y necesita volver a sentirse como tal.

Desde mi punto de vista, aunque el protagonista es un personaje femenino, la situación de Lulú es extrapolable a cualquier ser humano, hombre o mujer que se descubra en una situación similar. Por otro lado, una historia así no tendría la misma consideración contada desde la perspectiva de un hombre, es decir, si el que abandonara a su familia de esta manera y se fuera con otra mujer, fuera un hombre. Pero eso ya es otro tema.

En cualquier caso, un fascinante relato a todas luces diferente de lo conocido hasta el momento, que supone un soplo de aire puro al hacer frente a los convencionalismos sociales y reivindicar la necesidad de realizar un alto en el camino lleno de obstáculos que es la vida. Constituye por tanto, un punto de inflexión que marca un antes y un después en una vida carente de interés, así como una demostración de que siempre es posible volver a ser feliz y de que en realidad todos necesitamos en algún momento de nuestra vida un alto en el camino.

 

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