El infinito en la palma de la mano

Por Haizea Ustaran.

El infinito en la palma de la mano es una novela de Gioconda Belli, publicada en 2008 por la Editorial Seix Barral, galardonada con  el Premio Biblioteca Breve y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Gioconda Belli nació el 9 de diciembre de 1948 en Managua (Nicaragua). Fue una firme opositora a la dictadura de Somoza, motivo por el que debió exiliarse en dos ocasiones, a México, primero y a Costa Rica, posteriormente. En 1970 y hasta 1944 formó parte del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), cuyo objetivo era acabar con el régimen dictatorial. Una vez derrocado Somoza, ocupó diversos puestos en el nuevo gobierno revolucionario.

Su obra incluye poesía, novela, memorias y un cuento para niños. Ha sido traducida a más de 14 idiomas, además de haber recibido diversos reconocimientos Son destacables obras como Sobre la Grama (1972), Línea de Fuego (1978) o La Mujer Habitada (1988), entre otras muchas.

La historia evoca la pérdida del paraíso de Adán y Eva después de que prueben el fruto del árbol prohibido. Se trata pues de una reinterpretación del génesis. Elokim, que es el nombre dado a Dios en esta novela, crea el Jardín (El Paraíso), y posteriormente a Adán y a Eva. Les concede libertad para hacer lo que quieran menos comer los frutos del Árbol del Conocimiento, que en este caso no son manzanas, sino higos. La serpiente tienta a Eva prometiéndole que alcanzará la sabiduría probando los higos. Ambos comen los frutos y Elokim, ante su desobediencia,  los expulsa del Paraíso.

A partir de este momento, su idílica vida dará un vuelco y descubrirán el mundo tal cual es. Observan que los animales, antes amigables, se han vuelto extrañamente hostiles. Además, sienten hambre y sed, frío, cansancio, miedo, vergüenza, dolor…y deseo. Todo esto son sensaciones y emociones nuevas y desconocidas que, como bebés recién nacidos y arrojados a la existencia, irán descubriendo en el transcurso de la novela.

En el Paraíso, su único alimento eran los dulces frutos de  los árboles, pero tras su expulsión se dan cuenta de que la fruta no es suficiente, por lo que Adán comienza a afilar palos y piedras para cazar y pescar. Aprenden a usar el fuego para ahuyentar a las bestias y calentarse. Eva fabrica ropas  con las pieles de los animales cazados para tapar sus cuerpos desnudos.  Comienzan a cultivar frutas y vegetales y también empiezan a realizar dibujos que narran las cacerías de Adán. A continuación, descubren el amor y el sexo. De este modo nacen los primeros hijos de Adán y Eva: Caín y Luluwa y, después, Abel y Aklia.

Abel se convirtió en el favorito de su padre, por sus habilidades para la caza y la exploración, algo que despertaba irremediablemente la ira de Caín, que acabó matándolo. Luluwa, la gemela de Caín, de una singular belleza, era callada y reservada. Aklia, por su parte, tenía un cierto aspecto simiesco, lo que provocaba el deprecio de sus hermanos. Sólo su madre parecía comprender su auténtica naturaleza. Naturaleza que cambió por completo tras la muerte de Abel, asemejándose cada vez más a la de un mono y cada menos a la de un humano, lo que la lleva a buscar en un grupo de monos la afinidad que no encontró entre humanos.

El infinito en la palma de la mano no es sino la recreación de unos de los mitos más conocidos de Occidente, como son los cuatro primeros versículos que componen el Génesis de la Biblia. Como recreación o reinterpretación se mantiene lo esencial del mito que, posteriormente, es enriquecido con numerosos elementos inexistentes en la obra de origen y que actúan como una suerte de epílogo que explica cómo se desarrolla la vida del primer hombre y la primera mujer fuera del Edén, dando lugar a una obra que aúna mito e historia de una manera muy especial, que no dejará indiferente a nadie.

Al inicio, vemos como Adán y Eva, ávidos de conocimiento, son expulsados de ese ambiente idílico, para ser arrojados a la verdadera vida humana, ajena a una protección divina previa, pero auténticamente libre. De este modo,  la autora induce una interesante reflexión sobre el valor y el precio del conocimiento, pero además, reivindica la necesidad de que todo ser humano aspire a alcanzar ese conocimiento, a veces prohibido, para alcanzar la auténtica libertad, la libertad mental, que clamaban los ilustrados del siglo XVIII. Tal reivindicación esconde una fuerte crítica contra los sistema políticos dictatoriales que privan a la población del saber para evitar que ésta se alce en su  contra. Algo que Belli vivió y que marcó su vida y su obra.

Retomando la idea precedente acerca de cómo la obra combina lo mitológico y lo histórico, podemos observar que personajes y acontecimientos bíblicos se entremezclan con aspectos propios de la historia de la humanidad. Por un lado, al principio de la obra todo es puramente bíblico, pero a partir de la expulsión, el relato adquiere un nuevo cariz, menos fantástico, por así decirlo, y se aleja del mito genesiaco, para ir avanzando hacia una historia de la humanidad más acorde con la realidad. Sin duda, el mejor reflejo de ello es el personaje de Aklia.

La cuarta hija de Adán y Eva representa una puerta abierta a la teoría darwinista de la evolución por su aspecto y comportamiento mucho más semejante al de un simio que al de un humano, y que la llevará, al final de la novela, a unirse a un grupo de monos, dando comienzo así, el proceso evolutivo del ser humano enunciado por el famoso biólogo.

A mi parecer es una manera muy original de rescatar del olvido la historia de Adán y Eva, dándole un nuevo aspecto, no desprovisto de cierta jocosidad, pero siempre dentro de los límites del respeto. Con este relato, Belli demuestra cómo ambas teorías acerca del origen de la humanidad son conjugables en una misma narración, dando lugar a una historia incluso plausible. Ello constituye un claro indicio de su inmensa maestría como escritora. Pero, lo que en un primer momento puede parecer la novela de una ferviente católica, se cierra de una manera bien distinta, que supone un borrado de todo lo ocurrido anteriormente, es decir, la negación rotunda de la cosmovisión católica y la reivindicación de la concepción racionalista y científica acerca del origen del mundo.

En último lugar, solo queda alabar la magnífica capacidad creativa de Belli materializada en descripciones que transportan al lector al Edén, al tiempo que lo hacen testigo de los sufrimientos y alegrías de tan míticos personajes. Y es que la narrativa de esta autora destaca por su capacidad de ahondar en la psicología más íntima de los personajes, que queda reflejada en sus obras con gran fidelidad y nitidez.

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