Admirables José Luis Alcobendas y Candela Serrat en los nuevos "Incendios"

Por Horacio Otheguy Riveira

Incendios de Wajdi Mouawad partió del Teatro de La Abadía en larga gira, y ahora se presenta por tercera vez con el mismo éxito: a sala llena. Tres horas de teatro de largo aliento con elementos de superproducción de drama histórico, y un intimismo conmovedor. Esta vez con gran parte del reparto renovado y algunos toques de puesta en escena diferentes. En cualquier caso, una nueva ocasión para emocionarse, sin soltar la presa de la reflexión ante acontecimientos desgarradores. El hermoso y terrible periplo de una mujer, Nawal, desde la adolescencia a la vejez, respectivamente interpretadas por Laia Marull, Nuria Espert —ellas sí desde el estreno en 2016, aún más dinámicas y hermosas, fortalecidas con un talento más espléndido aún—. De aquel estreno permanecen también dos intérpretes: Alberto Iglesias, que compone varios personajes de breve paso pero gran importancia, y lo hace con un esmero y rigor profesional que emociona a la par que los complejos hombres que aborda. Y Lucía Barrado, quien un año después, ha enriquecido su trabajo. Ella asume la delicada pasión de su joven amiga de Nawal, un ser humano transparente, lanzado a la aventura de vivir entre cadáveres y cantar con una voz cautivadora.

En octubre del pasado año escribí una larga crónica con algunos datos de la base real en que se basa el texto (Incendios de amor y de odio). Al volver a ver el espectáculo he podido disfrutar de interpretaciones nuevas que apuntalan lo que ya entonces me pareció una obra maestra absoluta, especialmente plausible su puesta en escena en una producción privada, ya que se trata de un espectáculo con las características propias de los teatros oficiales. Sin embargo, fue un gran éxito y lo sigue siendo, avalada por la riqueza estética e ideológica de un gran hombre de teatro como es el autor y director Wajdi Mouawad, a su vez director teatral y novelista canadiense de origen libanés.

En la actualidad sigue rondando por Madrid, desde su estreno en 2014, un monólogo magistral: Un obús en el corazón. En ambas piezas, la búsqueda del amor en medio de una violencia descomunal donde las islas solidarias resultan fundamentales.

Gran aporte de nuevo elenco

«Por supuesto, por supuesto, por supuesto… que os comprendo perfectamente, si yo estuviera en vuestro lugar tampoco vendría». Las palabras del notario Hermine Lebel ante los gemelos Jeanne y Simon siempre procuran tranquilizar, con el decidido objetivo de guiarles adecuadamente; es el hombre que «quería mucho a vuestra madre», encargado de darles su herencia, un veneno cargado de amor, de redención, que les llevará a vivir peligros nunca imaginados. José Luis Alcobendas (Doña PerfectaHedda Gabler, Tócala otra vez, Sam, Placenta, Mármol) conduce con maestría a este personaje clave en la trama. Su indiscutible autoridad escénica le permite indagar con grandes aciertos en el tierno paternalismo y la segura convicción de un personaje especialmente emocionante porque circula por el limitado ambiente de una ciudad con su turbamulta y ruidos impertinentes, pero con el suficiente coraje para ir más allá, y acompañar a los jóvenes a distantes bocas de lobo cuando así lo necesiten. Además recrea a otros personajes muy distintos, que en breves apariciones apuntalan la sólida estructura de la obra. El movimiento de su cuerpo en cada caso, los matices de su voz, la musicalidad de su vocalización hacen del horror que ha visto El Médico un discurso de lenta caricia que corta la respiración; del conocimiento de Abdessamad, un circuito de vivencias como un río que acabará conduciendo a Malak, poseedor de la imprescindible luz que Nawal necesita para continuar su búsqueda.

Candela Serrat (El loco de los balcones, La alegría de vivir) es Jeanne, la gemela que ha de abandonar sus clases de matemáticas, la joven profesora que se ve empujada a salir en busca de un padre que nunca vio, y que tropezará una y otra vez por toda clase de escollos y angustias. Personaje muy duro y de pocas palabras, en principio uno de los menos atractivos del texto, se va transformando en otro ser al que Candela abre su corazón de manera muy notable en escenas de intensos silencios, de emociones donde su cuerpo se doblega para comunicarnos un dolor tan profundo que huye de las meras palabras. (En la foto, junto a Alberto Iglesias)

Carlos Martos (Escuadra hacia la muerte, Julio César, Invernadero): Simon, el gemelo iracundo que detesta a su madre muerta, y más aún le llena de rabia el mandato de su herencia en busca de un hermano desconocido por tierras también extrañas, consolida su travesía profundizando en el boxeador incipiente y el hombre que grita, aúlla, desespera y recupera su armonía a tiempo. Un trabajo minucioso que permite el actor abocarse a un viaje de extraordinaria sensibilidad.

Germán Torres (Los balcones de Madrid, La isla del tesoro, Primer amor) asume con éxito el personaje más difícil, el único que tiene todo en contra por parte del espectador, y que con muy pocas intervenciones ha de apropiarse de ese rechazo y convertirlo en teatro del bueno, de esa clase de teatro que invita al deseo de comprender a fondo a los seres más despreciables. En su primera secuencia es un soldado muy agresivo, enamorado de su arma y el poder que esta le permite, un muñeco también al servicio de intereses políticos. Luego se hablará mucho de él, y cuando reaparezca ya está vestido con impoluto traje negro, su violencia permanece intacta aunque es un hombre encarcelado, y sus buenos sentimientos, que parecían completamente imposibles, afloran en la densidad de un silencio angustioso.

Mario Gas dirige como si se tratara de una sinfonía. Amante del cine, la ópera, la zarzuela y los musicales (todos géneros por los que paseó su enorme talento), además del teatro —el cálido hogar del que nunca huye, por muy difíciles que se pongan las cosas—, realiza en Incendios una puesta en escena donde todos sus conocimientos se dan cita sin ostentación, suavemente, con la serena pericia del que no necesita que se vea su mano, le basta con acompañar y dibujar, esculpir incluso, los pasajes de una epopeya inolvidable.

Teatro de la Abadía. Del 7 de septiembre al 8 de octubre 2017

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