Desde tiempos inmemoriales y hasta hoy, el perfume de ciertas flores, maderas, plantas y frutas (por ejemplo, el palosanto) ha sido utilizado como herramienta sanadora y terapéutica. La belleza de esta práctica reside en su implícita paradoja (el inmenso poder de algo tan incorpóreo y sutil como es un olor, sobre el universo físico).
Los aromas entran en nuestro cuerpo en dos niveles, el químico y el emotivo, ambos íntimamente relacionados entre sí. En un primer momento, un olor entra por la nariz e inicia un proceso cerebral en las neuronas olfativas, mismas que al percibirlo, mandan señales al nervio olfatorio. El primer receptor es el bulbo olfativo, que procesa estas señales y envía la información a otras áreas, principalmente al sistema límbico, que incluye estructuras cerebrales que juegan un papel fundamental en el control de las emociones, el estado de ánimo, la memoria y el comportamiento, una herencia de nuestro antepasados, los primeros mamíferos. Esto no es una sorpresa, tomando en cuenta que los aromas han sido usados durante siglos para influir en la psique humana.
Los olores tienen un fuerte poder sobre nuestro mundo interior. Existe una potente relación, probada por estudios científicos, entre el olfato y el mundo onírico y con la memoria, no sólo de manera asociativa (el olor que, por ejemplo, nos recuerda a una persona o una situación) sino también como algo que dispara recuerdos temporalmente olvidados o bloqueados, como bellamente describe Marcel Proust en el primer libro de En busca del tiempo perdido, con el olor del té de tila y la magdalena más famosa de la literatura. Además, el olor juega un papel fundamental en las relaciones amorosas, como fuente instintiva de información de la persona a nuestro lado.
A pesar de la conocida controversia que existe en torno a las capacidades curativas de la aromaterapia, sabemos de cierto que las emociones y el estrés juegan un papel fundamental en la salud, por lo que sería absurdo descartar a los olores como una fuente de bienestar y, finalmente, de sanidad.
A continuación, algunos aromas que son capaces de incidir de manera positiva en nuestro cuerpo y nuestra mente…
*Camomila romana (Chamaemelum nobile). Delicadas en aroma y apariencia, las flores de camomila y su aceite esencial son utilizados para calmar, relajar y mejorar el sueño, además de poseer fuertes propiedades antidepresivas.
*Lavanda (Lavandula dentata). Esta bella flor violácea ha sido, durante siglos, usada como relajante. Estudios recientes han comprobado además su capacidad para bajar la presión sanguínea, el ritmo cardíaco y la temperatura de la piel.
*Jazmín (Jasminum officinale). Exótica y dulce, originaria de China, esta bella flor blanca tiene propiedades relajantes, antidepresivas y es conocida por sus potentes capacidades afrodisíacas. Además, se utiliza frecuentemente como apoyo durante las depresiones postparto.
*Bergamota (Citrus bergamia). El aceite esencial de este árbol, nativo del sureste de Asia, se extrae de la cáscara de sus frutos. Se usa para tratar la depresión, la ansiedad y los desórdenes alimenticios. El calor de su aroma cítrico también reduce el enojo, la frustración y la irritabilidad.
*Pachulí (Pogostemon cablin). De la familia de la menta, este arbusto proveniente de la India ayuda a reducir la fatiga, la depresión y el síndrome de abstinencia de algunas adicciones. Tiene también propiedades afrodisíacas.
*Romero (Rosmarinus officinalis). Este precioso arbusto aromático, considerado sagrado por  numerosos pueblos mediterráneos, es un potente estimulante mental. También se utiliza para fortalecer la memoria, mejorar el desempeño mental y combatir la depresión.

*Imagen: Dominio Público