The Square (2017), de Ruben Östlund

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Ruben Östlund aprovecha el impulso que le dio Fuerza mayor para presentar esta The Square, que contra todo pronóstico se llevó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes. Se centra en el mánager de un museo que se encarga de organizar exposiciones de arte contemporáneo y cómo éste lidia con varias situaciones socialmente comprometidas, principalmente dos: un robo que ha sufrido y una nueva exposición cuyas exigencias publicitarias desencadenan un embrollo considerable.
Östlund cuestiona la validez del arte al mismo tiempo que pone de manifiesto la hipocresía de la sociedad. El mánager del museo organiza una exposición que en teoría promueve valores como la confianza y el afecto, pero su conducta cotidiana es todo lo contrario. En otra dirección, ¿qué validez tiene el arte si no produce ningún efecto en el mundo real? Se agradecen mucho las reflexiones y ese intento por ser relativamente punzante a nivel social.
No obstante, The Square no tiene la suficiente especificidad para lograr impactar con la fuerza que debería, ya que los temas que trata son bastante interesantes. Demasiados brochazos y pocas pinceladas. Se propone hacer una crítica social panorámica, lanzando dardos hacia todas partes –arte, desconfianza, falta de solidaridad, prejuicios…–, el problema es que esto hace que la película sea bastante general y no enfoque con precisión. Funciona bien como cóctel de reflexiones ligeras sobre la hipocresía de la sociedad, pero no indaga rigurosamente en nada.
Habría que destacar el humor y las actuaciones y ponerle un punto negro, o marrón, al apartado visual. Quizá el humor de Östlund no sea para todos los paladares, pero sí creo que genera ciertas situaciones bastante inteligentes y que se relacionan muy bien con la época actual. La actuación de Claes Bang es de lo mejor de la película, aunque Elisabeth Moss está absolutamente infrautilizada, apareciendo en apenas cuatro o cinco escenas. En lo referente al apartado visual, poca cosa, las imágenes se limitan a cumplir su cometido en términos de funcionalidad.
Algo que molesta particularmente es la torpeza con la que The Square maneja su discurso. Hay momentos en los que la reflexión se presenta de manera demasiado obvia y poco sutil. Especialmente lamentable es el momento en el que el protagonista graba un vídeo para el niño que va a su casa a pedirle explicaciones y verbaliza directamente las reflexiones y la conclusión general de la película, casi como si el espectador fuera estúpido y necesitara que se lo dejaran claro. Además, hay tramos muy excesivos y exagerados, que simplemente buscan generar incomodidad y vergüenza ajena. Por momentos, Östlund busca la provocación en detrimento de un discurso más compacto y sólido.
Observaciones con spoiler:
– Al final vemos al equipo de gimnasia de las hijas actuar dentro de un cuadrado y cómo las niñas sí que funcionan como un equipo –no como la sociedad–. Además, cuando el padre va al edificio de las afueras, ellas no tienen problema en acompañarle –como sí lo tuvo el empleado–, pues no tienen prejuicios. Se sugiere que los niños mantienen la inocencia y la pureza y que deberíamos aprender de ellos.

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