Hideout

Por Owen L. Black

Después de la decepción que me causó hace unos meses Portus de Jun Abe, al intentar meter con calzador una historia en un solo tomo. Cuando empecé a leer Hideout (2010, publicado en Milky Way en 2014) tuve el mismo mal presentimiento porque también se compone de un único tomo.

Pero la experiencia ha sido totalmente diferente. Masasumi Kakizaki (1978) consigue crear una buena historia de terror, con pocos elementos y que juega con lo que más me gusta de la narrativa japonesa, la psique interna de los personajes.

En Hideout se nos presenta una historia a priori tópica. Seiichi, un escritor en lucha eterna por asentar su carrera y su mujer, deciden hacer un viaje a una isla para volver a encontrar de nuevo el nexo de unión como pareja. Nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo, la excursión propuesta por Seiichi y las consecuencias de la misma, desencadena el descenso a los infiernos del escritor, que revive sus desgracias pasadas, a la vez que intenta terminar lo que se proponía al iniciar el viaje, empezar de cero.

El propio autor reconoce al final del tomo que siempre ha tenido una gran influencia de Stephen King (1947), y es algo que se nota, porque Kakizaki, al igual que el autor americano, nos adentra en los abismos del hombre, del ser humano como individuo en una permanente lucha por encajar en una sociedad construida y artificial.

Y esta sociedad suele pasar por encima de aquellos que son más débiles o no encajan con la norma. La cuestión es llevada al extremo, el mangaka, a través del personaje de Seiichi muestra el lado oscuro de la sociedad japonesa y las relaciones de familia, donde los hombres triunfadores y perfectos cabezas de familia son las cartas ganadoras. Pero el resto de la baraja es engullida y queda atrapada en el abismo de sus mentes, entre sentimientos de depresión, frustraciones y felicidades nunca alcanzadas.

Una alegoría brutal de como un ser humano puede ser destruido por la propia sociedad que lo ha creado.

Si a todo esto añadimos el dibujo de Kakizaki, que para los que sigan la serie Rainbow (2003-2010) les resultará familiar, tenemos una historia breve genial. El riguroso blanco y negro es el perfecto elemento cromático para esas miradas llenas de odio y esos ojos en primer plano que hielan el alma.

La oscuridad de la cueva, claustrofóbica en extremo, es el complemento idóneo para crear una atmósfera opresiva, donde muchas veces nos movemos los seres humanos.

Y es que, reconozcámoslo, a veces nuestras sociedades solo sirven para crear monstruos, y sí, todos llevamos uno dentro.

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