Silvia Marsó: “24 horas en la vida de una mujer es un reto y una ilusión”

Una entrevista de Yolanda Moreno

Silvia Marsó protagoniza 24 horas en la vida de una mujer, novela de Stefan Zweig. Además, produce en solitario esta adaptación en formato de teatro musical de gira en España, dirigida por Ignacio García,y que del 13 de diciembre al 7 de enero hace parada en el Teatro de La Abadía de Madrid.

Acompañados por una orquesta de cámara, Silvia Marsó, Felipe Ansola y Víctor Massán nos transportan al Casino de Montecarlo, la Riviera y la Costa Azul, para adentrarnos en una historia sobrecogedora y trepidante. Hablamos con la consagrada actriz Silvia Marsó sobre este espectáculo, que asegura que es distinto y de una gran belleza.

Fotografía: Luz Sol.

Además de ser la protagonista, eres la productora del espectáculo. ¿Cómo surgió el hecho de tomar esa decisión?

Yo soy amante de la obra de Stefan Zweig desde hace muchos años, y cuando me enteré de que estaban haciendo una adaptación suya de la novela 24 horas en la vida de una mujer en teatro musical en París, fui a verla. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de volver a hacer un espectáculo musical. La última ocasión la tuve con Te quiero eres perfecto, ya te cambiaré, que hicimos en el Teatro Marquina de Madrid en el año 2001, Premio Max mejor musical ese mismo año, y no había tenido otra ocasión. Tenía ganas de cantar y de poder desarrollar mi faceta como actriz cantante. Cuando me enteré fui a verla a París y me enamoró la adaptación, la música, el espectáculo, los personajes… y todo lo que ocurre en escena, porque es trepidante. Es un espectáculo lleno de vida, de emociones extremas, es muy apasionante. La composición musical de Sergei Dreznin me fascinó, así como el trabajo de los adaptadores. Me fascinaron sus trabajos y decidí hacerlo en España.

¿Ya habías producido antes otras obras?

En solitario esta es la primera vez con Lamarsó Produce. Ahora es más arriesgado, es más trabajo y es más reto también, porque me ha obligado a aprender mucho.

¿Y qué tal te encuentras en el terreno musical?

Ignacio García, el director, y Josep Ferré, el director musical, han conseguido que la música transite por el alma de los personajes sin apenas darnos cuenta. Cuando cantamos y cuando no cantamos. Tanto los textos hablados como los cantados están fluyendo constantemente durante la trama. Prácticamente no me doy ni cuenta, es algo muy curioso.

 

¿Te gustaría adentrarte en este ámbito del teatro musical?

Me gustaría hacer obras como esta. No es una obra convencional, no es un espectáculo musical al uso, es totalmente distinto. Tiene una música que es poliestilística, que abarca todos los géneros y que recuerda a grandes autores de todas las épocas, desde Wagner hasta Piazzolla, Shostakóvich… Todos estos autores. Algunas connotaciones de estos compositores están en esta composición musical de Sergei Dreznin, porque él como ruso es un hombre muy cultivado musicalmente y con una gran tradición intelectual en cuanto a la música.

Fotografía: Luz Sol.

¿Qué destacas del espectáculo?

Destaco la vigencia por el tema que plantea Zweig en su obra. Es un análisis de cómo el ser humano creyéndose libre llega a la conclusión en un momento de su vida de que no ha tomado conciencia de su propia existencia. De que verdaderamente no hemos vivido como queríamos, de que estamos condicionados constantemente por el entorno, por factores externos, por la hipoteca, por el qué dirán, por la familia, por la religión en algunos casos, por la sociedad, por el estatus, por el trabajo. Y todo eso nos conduce hacia un camino que no es el nuestro.

¿Esa es la reflexión de la obra?

Esa es la más profunda, pero luego hay otras muchas. Como en todas las obras de Zweig siempre hay varios estratos. También está la injusticia que se comete con la mujer, que durante todos los siglos aparte de privarle de su propio criterio, y de sus propias decisiones frente a su vida, se le ha privado de la posibilidad de enamorarse de hombres más jóvenes. Hoy en día con Emmanuel Macron, el presidente de Francia, nos damos cuenta de que este tabú sigue estando presente en nuestra sociedad. Su mujer tiene 24 años más que él, y ellos también sufrieron este tabú porque les señalaron socialmente. El autor también plantea por qué una mujer madura no puede amar a un chico joven. En este caso Felipe Ansola que interpreta al personaje del joven ludópata al que encuentra en el casino de Montecarlo, es un joven desesperado, que vive preso de su afición por el juego, de esa ludopatía que le tiene preso el corazón. No puede salir de allí. Son dos personajes al límite.

Fotografía: Eduardo Marco/Nacho Sweet.

También tu personaje, la señora C.

Ella está viviendo una depresión, ha perdido a su marido por una terrible enfermedad, sus hijos ya mayores abandonaron el hogar y se encuentra por primera vez en su vida sola, sin rumbo, con un vacío increíble, y esa es la premisa donde empieza la obra. Esas 24 horas empiezan así. Una mujer que viaja errante por Europa para salir de un pozo y un joven que está atrapado en otro pozo, el de la ludopatía. Esos personajes se encuentran y viven 24 horas en las que pasa de todo. No puedo desvelar más, pero es como un despliegue de emociones, sentimientos, situaciones límite… y después nunca más esta mujer, la señora C, vuelve a ser la misma. La gran reflexión se produce al final, cuando ella ya es una anciana. Es cuando el público participa de esa reflexión que nos ofreció Zweig en su novela. Es una obra profunda, lúdica, hermosa, poética, y al mismo tiempo trepidante.

¿Qué momento de la obra te gusta más?

Mi momento favorito, no como intérprete, sino como concepto, es el momento del reconocimiento de la vejez, es una de las últimas canciones que mi personaje interpreta,  y es una reflexión sobre qué significa la vejez. Es maravillosa, además creo que es conciliadora. Es una canción que eleva al personaje hacia un estrato superior, precisamente por esa reflexión que se produce en esa canción, para mí es el momento más importante de la obra.

El espectáculo combina varias disciplinas artísticas: música, teatro y danza.

Se conjugan varias. La danza, la música, el canto, la interpretación, la narrativa, la iluminación. Incluso la parte artística de puesta en escena es poética. Las luces de Juanjo Llorens son poesía pura, la escenografía de Arturo Martín Burgos es una obra de arte, y el vestuario de Ana Garay te transporta a lugares de una gran belleza. Toda la obra en sí posee una gran belleza.

¿Qué destacas del autor austriaco Stefan Zweig?

La gran lectura profunda que hace de todos los seres humanos en sus novelas y en sus biografías. También la magnitud como intelectual, como pensador, como clarividente de lo que era nuestra Europa, y de lo que está haciendo nuestra Europa. Era un ser con una gran lucidez, y una gran sensibilidad, por eso no pudo resistir el avance de los nazis cuando llegaron a Francia, y en ese momento se suicidó junto a su mujer.

Fotografía: Luz Sol.

 

Dentro de tu amplia trayectoria, ¿qué significa para ti este proyecto en concreto?

Un reto, una ilusión y una apuesta por la cultura. A pesar del riesgo y de las dificultades. Este es el 75 aniversario de la muerte de Stefan Zweig, y es muy gratificante para mí que por la parte española el homenaje se le haya hecho a través de nuestro espectáculo. En toda Europa están celebrando conmemoraciones de todo tipo. En Latinoamérica también, donde él se suicidó hace 75 años en Brasil.

Desde el estreno en agosto, ¿estáis contentos con la acogida?

Sí, la gente siempre dice que es algo insólito que no han visto nunca, y que no se parece a nada. Que les transporta, que es muy sorprendente, y de una gran belleza. Además, nos comentan que es inclasificable. Todo el mundo coincide en eso también, que no se parece a nada. Es una pequeña joya según la crítica.

 

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