Recomendaciones de Sal&Roca, marzo

SOBRE HÉROES Y TUMBAS

Esta vez nos hemos decantado de nuevo por la montaña propia de la épica y de la lírica. Pero también por ese otro viaje, el aguerrido, el de los héroes y las tumbas, el de quien da fe del horror de la guerra.

Robamos el título de las más famosa de las novelas de nuestro querido Ernesto Sábato, porque coincide por igual con nuestra selección del mes. Esta vez nos hemos decantado de nuevo por la montaña propia de la épica y de la lírica. Pero también por ese otro viaje, el aguerrido, el de los héroes y las tumbas, el de quien da fe del horror de la guerra. En los tiempos que corren, sorteando a unos pocos corresponsales honestos y a los emigrantes, cualquier otra forma de desplazarse es un estilo más o menos sofisticado de turismo. Por eso nuestros dos montañeros viven allí, no viajan a las cumbres. Nuestros dos corresponsales, ellos sí, nos demuestran el valor de viajar.

Durante el asedio de Sarajevo, en 1996, fueron numerosos los corresponsales de guerra que nos mostraron la supuesta cara de la incapacidad de reacción del hombre frente al francotirador. La lucha era muy desigual. Pero la mayoría de ellos no abandonaban el hotel, constituido en fortaleza. Sin embargo, dos de los enviados especiales destacaron por su honestidad: Alfonso Armada y Ramón Lobo. Si sus crónicas eran las que más nos llegaban al alma, se debía a la calidad de su prosa, sí, pero esta brotaba como una necesidad. Ambos siguieron dando testimonios de diferentes guerras. Ambos siempre con intención no ya de describirnos lo que sucedía en la línea del frente, sino de las consecuencias que tenía sobre aquellos que habían sobrevivido a las balas. Si algo importa, son las personas. Cada vida es el mundo. El universo cambia cuando alguien nace o alguien muere. Eso es lo que nos pretende acercar Ramón Lobo, en este caso desde Kabul, una ciudad a la que ningún occidental se atreve a pisar las calles si no es acompañado de un ejército y dentro de un tanque. Pero Lobo encuentra a los marginales, a los débiles, y a ellos les dedica unas crónicas que en otras manos solo podrían haber sido rezos.

 

‘El carillón de los vientos’, de Ricardo Martínez Llorca

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