Amanda T: adolescentes en peligro en un interesante experimento teatral

Por Horacio Otheguy Riveira

Los efectos colaterales del avance tecnológico alcanza cotas impensables hasta hace unos años. Un fenómeno que aprovecha sus posibilidades prácticas casi infinitas para sacar provecho a males ya experimentados en la historia, tales como la lucha de clanes y el abuso de poder sobre los más débiles emocionalmente, un clásico entre niños en las escuelas, a menudo con severa continuidad entre las novatadas de las Fuerzas Armadas o en determinados ambientes universitarios. Ahora bien, el caso de la canadiense Amanda Todd, lo abarca todo pues lo primero que le sucede en su desdichada existencia es el contacto con la sensualidad virtual en plena pubertad, lo que la lleva a experimentar sensaciones biológicas, inquietudes diversas, atracción por el sexo masculino en diversas formas… hasta padecer un ciberacoso que derivó en el desprecio de compañeros de colegio, al tiempo que una humillación pública que la llevó al suicidio con «pastillas» hoy en día al alcance de cualquiera, gracias a la mundial expansión de psicofármacos de libre venta, dentro y fuera de las farmacias.

Esta tragedia sucedió en una población de poco más de 50.000 habitantes (Port Coquitlam, ciudad canadiense integrada en el distrito del Gran Vancouver), y se expandió a una velocidad que si hubiera ocurrido en vida de Amanda, ésta habría logrado el apoyo masivo que adquirió una vez muerta, prisionera sobre todo de una soledad que a su edad resulta implacable.

De padres separados, conviviendo con una figura paterna incapaz de mantener una relación estable, duradera, realmente adulta con la joven-niña. Por este camino deambula esta función teatral, cuyo autor, Álex Mañas parte de la investigación del conflicto y lo une a otros similares. De hecho, utiliza teatralmente el mismo sistema esgrimido por la Amanda real, creando ella misma un video confesional en el que se exhibe con carteles explicativos de su puño y letra —al final de esta crónica, está expuesto tal y como se encuentra en youtube—, y a partir de allí, los dos únicos intérpretes se ocupan de una teatralización a la vista del público, evitando todo desborde emocional con una dramatización cercana y distante a la vez, en dosis bien medidas de lo uno y lo otro, aderezadas con ráfagas humorísticas. En síntesis, dejan bien claro que de lo que se trata es de pensar en común, artistas y espectadores con el objetivo de abordar el tema de fondo: las familias disfuncionales en las que los padres se desentienden del proceso de sus hijos, las soledades de los adolescentes, a merced de la voracidad de adultos sin escrúpulos, y también respecto de la capacidad destructiva de otros adolescentes furiosos, auténticos monstruos capaces de hundir en la miseria moral a una chica que exhibió sus pechos con absoluta inocencia. Los gritos silenciosos —a través de los anónimos mensajes virtuales— oscilaron entre el desprecio y la invitación a matarse.

Amanda T, escrita y dirigida por Álex Mañas evita las definiciones radicales en juicios sumarísimos de los que suelen ocuparse medios de comunicación sensacionalistas. Aquí se pueden ver aspectos muy interesantes en la relación de dos chicas de la misma edad, la atracción de un adulto por la sexualidad primaria, y a la vez el deseo de tomar distancia y no involucrarse, las complejas realidades paralelas a través de móviles y ordenadores… Lo más atractivo de la propuesta surge del propio invento teatral, pues la entrada y salida de los actores respecto de sus personajes permite que potenciemos nuestra capacidad de reflexión.

La puesta en escena acapara nuestra atención constantemente, a través del encanto a ratos sinuoso, complejo, de la muchacha aún sin formar ni física ni mentalmente. Para ello contribuye muy eficazmente Greta Fernández con una notable composición corporal que conmueve a su vez en su mirada a menudo perdida, como si voz, cuerpo y pensamiento se desplegaran en tres bandas que rara vez se comunican. A su lado, Isak Férriz aporta buena disciplina profesional al abordar varios personajes a tumba abierta ante un público rápidamente predispuesto a seguirle.

La conmoción de una criatura cuyos pechos se convierten en bandera de escarnio y autodestrucción convalidan la creencia de que esta sociedad presumiblemente más abierta, intercomunicada perfectamente con toda clase de culturas, alberga siniestras emociones de difícil contención. Muchos son los aspectos en juego y urgente la protección de los más desvalidos. La lista se amplía y complica si además los caídos en desgracia son inmigrantes o refugiados de guerra. La selección de seres proclives a la más variada violencia, como la explotación sexual o laboral, llega a extremos escalofriantes cuando el maltrato se produce entre los de su misma edad. Esta representación teatral logra crear, con un estilo austero, serio, y a la vez entretenido, la reflexión adecuada para enfrentarnos a esta situación que parece expandirse mundialmente.

 

Fotografía, gentileza de Antonio Castro.

 
Fotografía, gentileza de Antonio Castro.

Simbólica presentación de una colección de «barbies» con que una niña forja su deseo de ser una princesa… (Fotografía facilitada por la productora).

 
 

 

Inspirada en la historia de Amanda Todd
Dramaturgia y dirección: Álex Mañas
Reparto: Greta Fernández, Isak Férriz
(Xavi Sáez, sustituye a Isak Férriz el 21 y 22 de
abril)
Ayudante de dirección: Paula Mariscal / Sarah Lena
Escenografía: Marc Salicrú
Vestuario: Marina Soteras
Diseño de luces: Marc Salicrú
Fotografía cartel: Kiku Piñol
Comunicación y prensa: Anna Bellorbí
Proyecciones-grafismo: Sergi Rejat
Proyecciones-edición: Lola Errando
Producción Ejecutiva: Helena Font y Gina Aspa
Producción: En Cursiva y Álex Mañas
Teatro Fernán Gómez. Sala Jardiel Poncela. Del 5 al 29 de abril de 2018

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