Teatro en el cine con Anne Bancroft y Sissy Spacek: "Buenas noches, madre"

Por Horacio Otheguy Riveira

Sissy Spacek es una mujer de mediana edad, epiléptica, madre de un hijo drogadicto y esposa de un hombre que la ha abandonado pero que ella sigue amando, dialoga una noche con su madre y le dice que va a suicidarse porque no tiene ninguna razón para seguir viviendo, y de pronto una tarde pone un reloj en el centro de la mesa y habla con su madre en plan de despedida: en una hora y media entrará en su habitación y se suicidará. Ese tiempo es el que se otorga para describir las torturas en que vive y, de paso, cantarle las cuarenta a su madre en un diálogo preciso, rítmico como si se cantara, que evita tanto el drama desbocado como el discurso psicológico al uso: aquí estamos —parecen decir—, absolutamente incompatibles, cerrando la más importante etapa de nuestra vida. Si bien, la madre no se cree la promesa de la hija de quitarse la vida, pues es autoritaria, socarrona y marisabidilla como ella sola, el final se precipita sin que el espectador pierda un minuto de interés en seguir cómo sucederá el enfrentamiento, con la esperanza de que el carisma irresistible de la madre triunfe sobre tantas asperezas…

Todo el juego escénico escrito por Marsha Norman, estrenado en Broadway en 1983 —año en que gana el Premio Pulitzer a la mejor obra teatral— tiene un rigor de teatro costumbrista en el que no más empezar, Jessie le explica a su madre que va a desaparecer de su vista para siempre. Y lo hace sin descuidar la tarea cotidiana de ordenar, lavar o planchar. De inmediato, la madre contraataca con su vitalismo acostumbrado, no exenta de singular ternura, mucho carácter bañado en una bondad de madraza contradictoria.

El duelo actoral es clave para que el disfrute sea mayor, pero el texto en sí mismo fue un bombazo internacional con gran justicia. La autora luego escribió más teatro y narrativa, también fue actriz y luchó por su propia vida a su manera, casándose tres veces y bregando por ser ella misma y no caer en la depresión activa de Jessie. Pero a España no nos ha llegado ninguna de sus creaciones. Sólo tenemos esta joya en la que la sencilla realización cinematográfica destaca por enaltecer el soberbio trabajo de un monstruo sagrado como Anne Bancroft (1931-2005) con trabajos inolvidables que recibió todos los premios posibles, incluidos los de televisión, desde el Oscar de 1962 por Miracle Wolker (El milagro de Ana Sullivan) y nominada en 1967 por El graduado. Muchas son sus formidables creaciones, algunas de las cuales primero las estrenó en los escenarios. Incluso en breves intervenciones su gran personalidad impacta no más aparecer, igual de enorme su talento en el duelo matrimonial junto a Jack Lemmon (otra fiera teatral) en El prisionero de la Segunda Avenida, que en la muy contenida historia de amor platónica con libros de por medio en La carta final (84 Charing Cross Road, 1987), que en el brevísimo papel de una entrenadora de jóvenes airadas en la CIA (La asesina, 1993). Falleció con 73 años, víctima de cáncer uterino.

Por su parte, Sissy Spacek (Texas, 1949), ya se había retratado entre las grandes del cine con dos joyas inclasificables como Carrie, 1976 —abriendo juego bajo la ducha: un bellísimo desnudo integral marcado por la dramática sangre de su primera regla de la que nadie le había hablado nunca—, en la que se enfrenta a muerte a una madre de fanática religiosidad, y ya en 1982, Desaparecido, enemiga y luego aliada comprensiva de Jack Lemmon, padre de su marido, un hombre “desaparecido” bajo la dictadura de Pinochet. Luego ha seguido una carrera de irregular interés, aunque siempre con argumentos atractivos, destacando en la creación de sus personajes.

 

Una mirada insólita frente al suicidio en el doble papel de una tragedia universal: el tabú de quitarse la vida y más aún hacerlo a tiro de piedra de quien la trajo al mundo. Y todo ello contado con la sencillez de una comedia dramática costumbrista. ©Universal
Sissy Spacek, Anne Bancroft, Night Mother, dirigidia por Tom Moore en 1986. El reloj en el centro de la mesa, marcando la hora y media al final de la cual, la hija saldrá de la cocina y se matará. ©Universal

En Madrid se representaron dos montajes

En el Teatro Reina Victoria en 1984, adaptación de Miguel Sierra, con Mari Carrillo y Concha Velasco, dirigidas por Ángel García Moreno.

En el Teatro Arlequín en 2006, adaptación y dirección de Gerardo Malla, con Carmen de la Maza y Remedios Cervantes.

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