Sami Blood (Sameblod) (2016), de Amanda Kernell – Crítica

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Sami Blood está ambientada en el norte de Suecia, en la primera mitad del siglo XX, y se centra en el racismo y la discriminación que sufrían los sami, los autóctonos de Laponia, en el país escandinavo –un problema que a día de hoy parece que todavía no está resuelto–. El espectador verá cómo los suecos desprecian su idioma y les obligan a aprender el suyo, cómo les miden la cabeza y las facciones de la cara para buscar «datos científicos» que justifiquen los prejuicios hacia ellos, cómo les impiden prolongar sus estudios más allá del colegio, cómo les castigan con varazos en la espalda y en las manos, etc. Todo esto a través de las vivencias de una joven sami.
La directora Amanda Kernell presenta de forma bastante sencilla las dificultades que sufre la protagonista lapona para salir adelante en la sociedad sueca. Aunque es una película correcta, con una fotografía competente, una historia moderadamente interesante y una excelente actuación de Lene Cecilia Sparrok, tarda mucho en coger impulso y cuando lo hace carece de la intensidad necesaria para distinguirse de otras obras de temática similar. Su principal problema es que apenas hay sucesos verdaderamente impactantes y se limita a ser un retrato básico de la situación que no profundiza en las cuestiones raciales.
Otro problema importante es que la relación romántica entre la protagonista y el chico sueco, que por momentos se convierte en el núcleo de la película, surge de forma bastante apresurada y no acaba de desarrollarse por completo, incluso parece que se ha incluido para dar algo de interés al metraje. Es una pena, porque el tramo inicial de Sami Blood, que es algo insulso, se podría haber acortado para dejar espacio a este romance que podría haber dado mucho más de sí en términos emotivos.
Observaciones:
– Me ha sorprendido bastante que tratándose de una directora femenina, la descripción que hace de la mujer sueca sofisticada –en contraposición a la lapona– esté basada en algo tan superficial como el uso del maquillaje, saber hacer coreografías en clase de gimnasia, la elegancia de los vestidos y fumar. Quizá el objetivo de Kernell era reflejar la superficialidad de la ciudad, pero aun así da la sensación de que aquí ha lanzado brochazos demasiado toscos. Sí que hace algo de justicia al género femenino a través de las chicas que estudian antropología y se interesan por el canto típico de Laponia, aunque esta escena también muestra cierta indefinición.
– Ya está bien de intentar reflejar la frustración de un personaje matando a un animal. Esto lo he visto cientos de veces y me parece efectista y repugnante.
 
*Sami Blood se puede ver ahora mismo en el Atlántida Film Fest a través de la plataforma Filmin.

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