La Ramera de Babilonia, o ya está bien de tratar mal a las mujeres

Por Ana Riera

Tengo entradas para el reestreno de La Ramera de Babilonia, de la compañía PasoAzorín, en la Sala Lola Membrives del teatro Lara.  Que una obra se reponga es buena señal. Quiere decir que el público se quedó con ganas de más. Qué bien. Entro en la sala y ocupo mi asiento. Con su habitual simpatía, las actrices se pasean entre el público repartiendo el programa. Las palabras que usan para resumir lo que vamos a ver a continuación no pueden ser más sugerentes: “Bienvenidos a nuestro cabaret religioso autosacramental blasfemo”. La cosa promete.

 

De izquierda a derecha: Elisa Pelayo, Inés Kerzan, Ana Azorín, Ángela Peirat.

 
 

La Ramera de Babilonia es una comedia ácida que habla sobre el papel que la Iglesia Católica ha otorgado a la mujer a lo largo de la historia. En 2014 Paso escribió que “el primer regalo de las mujeres a los hombres fue la manzana”, en una clara alusión a lo que ocurrió en el paraíso entre Adán y Eva, o lo que la Iglesia nos ha contado que ocurrió. En esta obra retoma la idea y la usa para darle la vuelta a la tortilla y de paso poner en duda muchos de los preceptos que parecen formar parte del ideario de la sociedad occidental.

Una vez más, me resulta fácil dejarme embelesar por la energía de estas chicas. Cuánta entrega. Cuánta pasión. Se nota que se sienten cómodas con el texto vertiginoso de Ramón Paso, que lo han hecho suyo, que se lo pasan bien y que están orgullosas de hacérselo llegar al público. A ratos me hacen reír, a ratos me contagian su alegría desbordante, a ratos me obligan a moverme al son de la música siguiendo su baile alocado. Pero en todo momento soy plenamente consciente de la profundidad de las palabras que salen por sus bocas sonrientes, de que bajo esa aparente banalidad fluye un aire de firme crítica, de reivindicación del papel de la mujer, de denuncia social ante las actitudes y las manifestaciones machistas.

Me gusta que el mensaje se transmita entre risas e ironías, incluso con dulzura. Pienso que siempre es más eficaz una sonrisa inteligente que una coacción desesperada. Que para que el mensaje llegue, hay que evitar que el otro se cierre en banda. Algo que suele ocurrir si se siente agredido o ninguneado. Oigo muchas risas masculinas entre el público. Buena señal. Se confirma mi teoría.

Más allá de la obra y del buen hacer de Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat y Elisa Pelayo, me interesa el fenómeno Ramón Paso. Este dramaturgo y director se mantiene en un equilibrio equidistante entre los autores consagrados del circuito oficial y las salas alternativas de público fiel pero minoritario. Tiene sus incondicionales, sí, pero también es capaz de atraer a un público más amplio y variopinto. Estrena en salas minúsculas, pero también encuentra hueco cada tanto en salas grandes y reputadas. Y lo más importante, de un tiempo a esta parte está siempre ahí, presente de un modo u otro, con varios proyectos y mucho entusiasmo a pesar de las dificultades. No tiene que ser nada fácil. Mi parece muy valioso ese espacio distinto y propio que se ha creado.Felicidades.

Nota al margen: En la misma sala, pero sólo los jueves, se representa otra comedia del mismo autor por la misma Compañía. Es muy distinta, pero igualmente muy recomendable: Lo que mamá nos ha dejado.

 
Teatro Lara. Sala Lola Membrives. Del 1 de julio al 26 de agosto.
También en CULTURAMAS:
Mujeres Vs Iglesia Católica en un cabaret tan divertido como inquietante
Terror y ceniza: Memoria Histórica de mujeres maltratadas
Retablo Pánico: Viaje singular por un infierno femenino

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *