Pedro César A. Verde mató al elefante


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Tras debutar con Retrovisor, Pedro César A. Verde, regresa con un poemario que prescinde de cualquier espejo. Tampoco hay vehículo alguno más allá de su propia lúcida y descarnada mirada, enmarcada en una suerte de cinco piezas colosales y profundas, Prelude, Gymnopédies, Rhapsodies, Nocturnes y Réquiem. Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante, es desvestir y volver a vestir, poema a poema, el cadáver que venimos siendo y seremos. No adecentar los vertederos propios o ajenos, simplemente aceptarlos, ya sea como derrota o victoria, qué importa el mar, dime. Ahondar en la oscuridad y en la lluvia, cada gota es un paraguas de espinos abierto en las venas. Descifrar el vaho, con todo el amor posible, haciendo de mi aliento un berbiquí para profanar tu burbuja. Respirar por la grieta a pesar de que el dolor o el miedo sean el único oxígeno posible. Página a página se adhiere a uno la necesidad de correr/escribir hasta romper a sudar, ese es el único milagro en el que creo, hasta que todo salga, explote y libere. Un poemario durísimo, repleto de una belleza desnuda, cansado como este sol que se desnuca tras las sierras,  que requiere leer una a una, cada pieza o tecla que el autor ofrece hasta que suene la melodía de toda esa rotura.

 
 
PARA QUE EL PIANO SUENE, ALGUIEN TIENE QUE MATAR AL ELEFANTE
piano
uno escucha esta palabra
e inmediatamente le puede sugerir:
Rachmaninov
Horowitz
Rubinstein
Schnabel
o
Rondo alla turca
Claro de luna
Para Elisa
La tumba de Couperin
yo escucho la palabra piano y en mi cabeza
se dibuja un edificio de varias plantas
y el zoom fija la imagen en un quinto o un sexto piso
¿por qué?
experiencia, simple experiencia
no sé afinarlo pero si sé
ajustarme una faja en los lumbares
no sé en qué parte del teclado está situada cada nota pero te puedo /decir dónde colocar
las cuerdas y las mantas para tratar de moverlo
no sé lo que siente un pianista al sentarse
frente a un piano pero sé lo que sienten
mis brazos cuando soportan su peso
peldaño tras peldaño
no sé lo que es una suite o una sonata
pero sí lo que es una tendinitis o una lumbalgia
no sé lo que cobra un pianista por concierto
pero sé lo que me descuentan por rayar
una pared o la madera del suelo
no sé de música, solo sé si un tema musical
me gusta o no me gusta
de pianos solo sé lo que me han enseñado
mis vértebras
por eso, cuando escucho a un pianista
tocando una hermosa pieza,
inevitablemente,
recuerdo todos los pianos que he cargado
a lo largo de mi vida,
todos los escalones que he bajado,
todos los crujidos en las articulaciones
que he sentido,
todas las gotas de sudor vertidas al suelo
y siento que una pequeña parte
de toda esa belleza,
mínima,
esa que es completamente inaudible,
me pertenece
porque de alguna manera
fui yo quien mató
al elefante
 
«Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante», Pedro César A. Verde, Canalla Ediciones.
Maravilloso prólogo de Itziar Mínguez Arnáiz:
http://blogs.culturamas.es/blog/2018/06/21/para-que-el-piano-suene-alguien-tiene-que-matar-al-elefante-prologo/
 
 
 
 

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