Venus Wounded

[A propósito de la inauguración, el próximo 7 de septiembre en Main Library, Miami, Florida, de la muestra Venus Wounded, que resulta de la colaboración e intercambio entre el artista visual Maikel Domínguez y el poeta y escritor Eduardo Herrera Baullosa, comisariada por el crítico y curador cubano Andrés Isaac Santana (colaborador nuestro), publicamos el texto curatorial en el que se pone de manifiesto la dimensión de lo femenino que habita en el escritor, el artista y el curador. Una suerte de homenaje a esa mujer que todo hombre lleva dentro de sí. El texto incluye poemas de Eduardo Herrera Baullosa, algunos de ellos constituyen una parte esencial de esta muestra, su arquitectura interna].

 

Por Andrés Isaac Santana.

El agua repta, se retuerce, se estremece y espejea, y su veneno os hiela el corazón”

Marguerite Yourcenar

Alguna vez leí que el orgullo por la cicatriz desarma a los que insisten en recordarnos la herida. Un enunciado depositario de tanta voluntad y de tanta belleza, se convierte, de facto, en una máxima en la vida de quienes nacimos regidos bajo el signo de la diferencia. La debilidad traducida en fortaleza, el valor en bondad, la afirmación en diálogo, el yo en el otro, son, con largueza, las razones que justifican parte -o mucho- de lo que somos. Pertenezco, yo y ambos artistas de este proyecto, a una generación que ha vivido el triunfo de la subjetividad lateral. Esa que, en su hechura y en su oblicuidad, no se ve abocada a la gravidez de las grandes narraciones o de los enunciados teleológicos más altisonantes. No los rechaza, pero tampoco los acoge como propios. Prefiere, en cambio, lo sedicioso del fragmento, la lujuria del carnaval y el goce del escrutinio. Las grandes promesas ceden espacio a la realización plena del yo asumiendo éste la responsabilidad de otras urgencias, de otros legados, más personales, más íntimos, más nuestros. Atrás quedó ese llamado a la barricada y a la lucha de todos contra todos o por el bien de muchos. Hoy, las luchas, se han vuelto más introspectivas, más azarosas, más escurridizas. Hoy, ni siquiera se llaman luchas cuando han pasado a convertirse en terapias. Éstas focalizan más la automirada narcisista ante el reflejo de esa extraña masa que se miraba en un espejo raro y amargo. El yo se centra y se dignifica frente al recuerdo de una colectividad que resultó traumática y traumatizante.

retazo de pezón visto desde un sueño

la Virgen sobre retazo púrpura: amamanta-flota-muere pero no declina.

hubiera preferido hundirse en la orilla subacuática de todos los desastres.

hubiera preferido ser medusa de Nipe: sombrero de tentáculos: pegarse al fondo (merienda de ciguas y delfines).

a la luz de los mástiles pasea su cobre tejedor: amarillo hilo compinche de 3 Juanes.

con terror de (Isla transitoria) la madre comienza acelerar: poco a poco más rápida!!! Súper-sónica!!!

del ojo de un conejo que es pezón de proa: pezón de popa: pezón primario : lacta el hombre.

como cáscara de reina flota la Virgen:retazo de pezón hecho una llaga.

Venus Wounded, no podría ser entonces sino una respuesta a esta máxima, un juego de homenajes y de mascaradas, un laberinto de afirmaciones y de digresiones enfáticas en el que la herida se pretexta como orgullo y no como el objeto del escarnio en mano de los otros. Los tres sujetos de esta puesta en escena, somos, al cabo, tres entidades heridas, escindidas, dolidas. Somos tres hombres que celebramos, en nuestra carne y en nuestro fuego, el valor de esa mujer que nos habita. Los tres, a nuestro modo, rendimos ese homenaje diario a la mujer (o a las mujeres) que nos han hecho hoy lo que somos. Venus Wounded nace de esa necesidad de reconocer en mí la realidad del otro, nace de aceptar mí vulnerabilidad y mi fortaleza, mi corte y mi personal emancipación. No existe cicatriz, en tanto que cura y alivio, sin esa reconciliación entre las bestias y los demonios que nos determinan. Las auténticas liberaciones se discuten en el horizonte oscuro de la noche, en esa línea que repta entre mi imagen y su multiplicación distorsionada en una profusión infinitas de espejos. Si antes se habló de ontologías universales, de hombres específicos o de modelos conductuales tan estériles como ridículos, hoy asistimos a la epifanía de las reformulaciones cartográficas en las que importa más el ser que el deber ser de toda racionalidad infundada y escuálida. Hoy celebramos la praxis consumada de la diferencia, de la desviación, del borde.

trámite de procedimiento

la Hembra espera al macho:

volumen precedido de epígrafes dicotómicos.

los une el ala la ingenuidad del barro el mutismo poderoso.

de cuclillas –la Hembra– calienta un huevo ciego.

hunde la raja valerosa: costado insular de alguna pica.

prefiere un cuerpo pobre la mujer pequeña:

soltera,

virgen,

madre,

más bella que un cuchillo: sin astil/sin cresta.

fascinada del mundo –explícita en la espera–:

se bañará el sábado

con aguas de domingo.

del masculino personaje todavía sin nombre,

la madre inquieta –diferente en todos los contextos–

aprende a fulminar con el abrazo

se agita en la paciencia

sigue el camino

crepita su levedad de bruces bajo el macho.

entra en la habitación/no quiere comer nada

lista a morir la muerte de los otros.

Los perfiles, tanto estéticos como axiológicos, ya no se fraguan en ideales y aspiraciones abstractas que rebasan los límites del sujeto, travestido o no. Contrario de ello, el discurso contemporáneo, sus zonas de flexibilidad y sus ámbitos inclusivos, están proponiendo generalizaciones, atomizaciones y expansiones de esas entidades metafísicas que, ahora, se acercan más a la realidad misma que a las proyecciones ficcionales de éstas. Frente a las convenciones nominativas referidas al sujeto, se hacen escuchar -con suerte- los coros de muchas voces que ansían la libertad de toda atadura, de todo corsé, de todo modelo. Hoy no hace falta preconizar la imitación o abdicar ante la regencia de ese “paradigma virtuoso”; hoy, suerte la nuestra, podemos celebra nuestra alteridad, nuestra otredad, nuestro travestimos más rabioso y su desplazamiento per se.

grita la niña y nadie escucha!!! su soledad de perra acompañante

la niña del desembarcadero: (pájaro-verdigris lleno de tizne) no es cualquier cuerpo aferrado: es principio-fin de los salitres.

tampoco es pájaro/no es nada!!! torpeza del viento para volar la roca.

en el nitro del desembarcadero es un muchacho masticando ruiseñores.

mucho antes que descorran la cortina conocerá el reclamo —la niña nueva—.

aclamado por el macho/manoseado por el macho/ensartado por el macho: se sabe solo.

(pájaro-verdigris lleno de tizne) pizca de sal a punto de ruptura.

La exposición Venus Wounded, que resulta de la colaboración e intercambio entre el artista visual Maikel Domínguez y el poeta y escritor Eduardo Herrera Baullosa, propone, por tanto, un acercamiento a la figura femenina y a la dimensión de lo femenino, sustantivado como el elemento (o entidad) protagónico dentro del contexto narrativo que se teje entre la obra plástica y el texto literario. Una aproximación que se articula desde el sentimiento de extrañeza que se manifiesta siempre cuando nos enfrentamos a la realidad ontológica de un ser distinto: maravilloso, diferente y ajeno. De tal suerte, la pintura Maikel; lo mismo que los poemas de Eduardo focalizan la mirada sobre los perfiles sinuosos y ambiguos de personajes femeninos cuya densidad y espesura desatiendan cualquier sujeción al canon. Las piezas reunidas en esta muestra refieren, de alguna manera, esa especie de dualidad o de solapamiento de lo femenino y lo masculino como metáfora de la propia condición del artista. Una condición que roza el travestismo e invierte el mapa de nuestro reflejo.

the blue tea

la madre-conejo no soslaya/no aparta el dolor

a punto de caramelo resiste con (arma)dura el pistolón que allanará el camino.

las que mueren de parto: son azules como vientre de volcán.

las que sobreviven: ensartan la aguja sin mojar el hilo: puntada a puntada el traje sistemático.

no será el conejo macho partido en 2: quien evite la catástrofe.

será la teta-conejo con su manía de siempre la que aguante el bla-bla-bla de los sarcasmos.

a pocos pasos —también sus hijos dirán frases grandiosas como anuncios De Broadway.

será breve la tregua donde ocurran el milagro. la espera comenzará aleatoria-enquistada en una concha!!!

la madre-conejo mide y llora: en los tejados: bajo el diluvio de monedas: en el canto del trabajo de parto.

cuando regrese del hueco en la raíz: la teta —llama del todo que comienza— arrasará de golpe el resbaladizo escarnio del Varón.

Por la parte de Maikel, la serie establece guiños cómplices en lo relativo a lo que ha sido (y es) su experiencia familiar, marcada, como lo está, por la impronta y el valor de dos figuras femeninas: su madre y su abuela. Dos entidades que, en la vida de todo niño gay, adquieren -casi- el sentido de una galaxia. Mi vida, sin ir más lejos, sería un espacio de convalecencia sin el dominio simbólico que ejerce sobre mí el amor de mi madre. Ella es el todo y el porqué de muchas cosas, ella moviliza una fuerza que no podría describir ahora, pero es esa que me lleva -por ejemplo- a escribir este texto y a defender este proyecto.

En el caso de Eduardo se advierte el mismo nivel de compromiso y de pertenencia, solo que en esta ocasión esa cercanía al tema está marcada por la ausencia, la despedida impuesta y obligatoria. En ambos casos, artista y poeta, prefiguran un mapa enfático y de oblicuidades manifiestas, en el que la ambigüedad de género y el grosor de lo intermedio, determinan las predisposiciones conceptuales de sus respectivas poéticas, haciendo de esta puesta en escena un gesto de reconciliación y un acto de amor.

El sujeto herido, el sujeto que abraza y celebra el corte, el sujeto que exhibe la cicatriz como bofetada más no como derrota, se levante, se proyecta, se mira al espejo y descubre que entre él y Frida, solo existe el prejuicio de los otros. Yo soy Frida, tú eres Olimpia, el otro es Ariadna.

al final de la tela con luces negras

desde ayer no habla/

se sentó emplumada de luces negras:

flechas de un neón en verga-cruz luminoso del asiento de proa.

no se advierte el perfil: medio rostro al final de una tela en creciente.

más allá del borde el litoral olvida la ambigua garganta de la ola.

desde ayer no hay respuestas/

van en bicicletas/

van de largo al final de la penisla/

se tejen con anzuelo de abeja/

saliva a saliva (el nudo a secas)

adulto en la tela emplumada/en la verga-cruz-luminoso

el neón se hunde bajo las flechas/

tan delgado que el aire apenas muerde.

en la silla de proa/al final de la tela en creciente/

cierra el perfil de mi Madre con las luces Negras de un neón de los comienzos.

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