La ternura: un ejercicio de originalidad y humor entre Shakesperare y Maluma Baby  

Por Mariano Velasco

Premiada y repremiada desde su estreno en 2017, regresa ahora al Teatro Infanta Isabel la obra La ternura, con un muy logrado texto de Alfredo Sanzol resultado de agitar con garbo y salero en una coctelera unas cuantas comedias de Shakespeare pero con el añadido más que sustancioso de fuertes dosis de originalidad, un surrealismo bastante socarrón y un personalísimo sentido del humor que acaba, por qué no decirlo, en plena orgía teatral.

Veamos el argumento:  la reina Esmeralda y sus dos hijas se encuentran en un galeón de la Armada Invencible envidas por Felipe II para casarse con nobles ingleses, dando por supuestísimo, claro, el triunfo de las naves españolas y el derrocamiento de la reina de Inglaterra, aunque luego ya se sabe lo que pasó y lo de que el rey no había enviado sus naves a pelear contra los elementos y que sí patatín y que si patatán y bla, bla, bla…

El caso es que la reina Esmeralda, que es medio maga y que esta harta de los hombres, tiene un plan —bueno tener, tiene unos cuantos a medida que va transcurriendo la obra— y provoca el naufragio para ir a parar a una isla desierta, tipo la de Supervivientes de Telecinco pero sin  novios de Chabelita ni macho alguno que las incomode. Allí esperan ser felices las tres, pero se encontrarán con algún que otro problemilla….

Por muy disparatada que la situación resulte, no me digan cómo pero el autor, con la ayuda de seis excelentes interpretaciones, consigue que texto, escenografía y vestuario nos sumerjan de principio a fin en el ambiente del teatro isabelino. Ese mismo ambiente que puede hacer que al principio al espectador le cueste entrar en el juego pero que, a medida que avanza el argumento y uno se deja llevar, multiplicándose las situaciones de enredo y disparate, acabe pasándoselo pipa con los disfraces, salidas y entradas de personajes, cambios de identidad, numeritos musicales y todo lo que va sucediendo sobre una escena, trasmutada ya, cuando nos queramos dar cuenta, en puro vodevil, pero vodevil shakesperiano.

El final, que sin desvelar mucho más bien podría calificarse como “de revolcón”, no desentona en absoluto con el lío previamente montado, y solo le hubiera faltado, puestos a llevar la chirigota a sus máximas consecuencias, el añadido de la banda sonora de Maluma Baby, ya saben, aquello de “y si con otro pasas el rato, vamos a ser feliz, vamos a ser feliz, felices los cuatro”, pero me temo que la personal sintaxis del regetonero  colombiano hubiera desentonado con el elevado discurso isabelino que sí saben mantener los personajes en todo momento.

Y ya metidos en tópicos machistas, de los que tantas veces se acusa al aludido estilo musical, subrayar por último que Sanzol sortea con maestría el abismo de los típicos tópicos de “chicos contra chicas” a cuyos bordes a veces da la impresión de querer acercarse para, en un ejercicio de equilibrio argumental, darle la vuelta al planteamiento y llegar a la conclusión de que aquí no hay tópicos que valgan, que, cada cual con sus cosas, todos somos libres e iguales y que lo verdaderamente importante es eso, la libertad, la igualdad y, por añadidura, la ternura.

 

La Ternura

Texto y dirección: Alfredo Sanzol

Intérpretes: Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón

Teatro Infanta Isabel

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