La fuerza de los pensamientos

FCO. JAVIER CLAVERO CHAMPSAUR. jclavero@javierclavero.com

“El carácter no puede ser desarrollado en tranquilidad y quietud. Solo a través de la experiencia del juicio y el sufrimiento se puede fortalecer el alma, inspirar la ambición y lograr el éxito”, Helen Keller.

Tan solo esta frase inicial de Hellen Keller –escritora, oradora y activista política estadounidense, sorda y ciega desde los 19 meses nacida en el S. XIX— da para un tratado y firmas en contra y a favor.

Si la leemos sin más, nos parecerá chocante, ya que toca temas como “inspirar la ambición y lograr el éxito” que son palabras consideradas malditas por algunas personas que ven en ellas toda una cantidad de maldad e intereses impropios de una persona de bien, según sus creencias. Sin embargo todos sin excepción tenemos ambiciones más o menos reconocidas por nuestro consciente y otras que subyacen en nuestro subconsciente, pero que de igual modo guían nuestros pasos en una u otra dirección.

No reconocer la importancia de tener ambición y éxito es obviar una parte muy importante de nuestro ser. Todo aquel que quiera ser el escritor de su propia vida, necesita tener una ambición, un propósito de vida, en el que se deje la piel una y mil veces, las que sean necesarias hasta conseguirlo, o tal vez hasta que uno se canse y deje de perseguir ese sueño –por las razones que sean, que todas son válidas— y decida cambiar sus objetivos. Siendo las mieles de todo ello alcanzar el ansiado éxito. Ese al que todos aspiramos aunque unos pocos sean los que se atrevan a embarcarse en tal aventura.

La cuestión son esas creencias que hemos heredado, que están en nuestros genes y ni siquiera sabemos que las tenemos, hasta que se convierten en un muro infranqueable que no nos deja avanzar en nuestro camino de crecimiento, o son un pozo en el que cuando uno cae, parece no tener fin. Condicionamientos que se convierten en cadenas difíciles de romper y que una y otra vez nos empujan a repetir patrones aprendidos, heredados, que limitan nuestros movimientos y ansias de avanzar.

Afortunadamente hay cada vez más y más personas que se reconocen en esta situación y hacen todo lo necesario para cambiarla y reconciliarse con palabras como ambición, éxito y dinero por ejemplo. Sin la ambición de unos pocos el mundo no habría avanzado, estaríamos en la edad de piedra. Alguien que tenía ambición de hacer más, probablemente ideo la división del trabajo y las tareas, consiguiendo con ello producir más y con ello aumentar el progreso, con el consiguiente éxito y creación de riqueza.

En ninguno de los casos ambición debe ser sinónimo de codicia. Ni el éxito tiene que ser a costa de las espaldas de otros. Y mucho menos ganar dinero de forma deshonrosa o explotadora. En nuestra mente tendrían que ocupar un lugar tan pequeño que ni nos acordáramos de ellas ni remotamente. Por el contrario, nos asaltan constantemente en cuanto nos descuidamos. De ahí la fuerza de los pensamientos y de hasta dónde nos pueden llevar queriendo –o sin querer—. La pregunta es: ¿Con qué pensamientos alimento mi mente? Si la sobrecargo de pensamientos negativos, escojo el peor de los significados para dar contenido a lo que veo, escucho y siento… ¿Qué puedo esperar? Sin duda, nada bueno.

Por otra parte estamos educados para conseguir lo que queremos cuando y como queremos, veamos esas criaturas a las que los papas se lo dan “todo” y “siempre” caiga quien caiga. Afortunadamente la educación ha ido evolucionando y de esta primera premisa (que no siempre fue así, más bien es de los últimos 50 años a esta parte), pasamos a la educación enfocada en el éxito a base de tener títulos universitarios, master, en definitiva muchos conocimientos para acabar descubriendo que nadie nos había enseñado a levantarnos cuando el fracaso llegaba y nos tumbaba…

Pero, no tardamos en sumarle a la educación enfocada en el éxito, herramientas para superar las adversidades comprobando como la paciencia, el entusiasmo, la perseverancia, la voluntad… Se hicieron tangibles en nuestro día a día. Para ser honestos digamos que aún nos queda un largo recorrido hasta que esta cultura se implante mayoritariamente. Más para rizar el rizo tenemos una nueva –o no tan nueva, más bien ancestral— filosofía a la que le está costando abrir brecha, ya que existe un verdadero desequilibrio entre quienes imparten lecciones para alcanzar el éxito superando los posibles fracasos y quienes se enfocan tan solo en la felicidad y tan solo en ella.

Vayamos terminando, apuntando que el equilibrio se encuentra en perseguir tus sueños, sabiendo que puedes tropezar y que mientras lo logras o no, seas feliz, dichoso, alguien satisfecho con lo que hace por como lo hace. Nos vemos pronto.

One thought on “La fuerza de los pensamientos

  • el 23 septiembre, 2018 a las 5:28 pm
    Permalink

    Totalmente de acuerdo con este escrito, el que por cierto está muy bueno.
    Abrazo grande para Javier.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *