El futuro es historia

El futuro es historia

Rusia y el regreso del totalitarismo

Masha Gessen

Turner

«He intentado transmitir algo que otros libros no consiguieron desde un punto de vista intelectual: comunicar la idea de trauma desde un punto de vista intelectual, hacerlo sin mencionarlo continuamente. Otra razón de la estructura es que no tengo los estudios, personas o lenguas para describir los acontecimientos de la trama desde una visión convencional. Al final la suma de lo dicho se resume es que escribí el libro como quería, pero habrá otras maneras.

«La vida de cada uno es una forma de contar que no encierra la verdad absoluta, pero al mismo tiempo la suma de voces configuran una manera de contar la Historia del país. No sabía mucho de mis personajes, simplemente tenía esbozos de sus vidas. Sabía que eran diferentes personalidades, pero no podía saber hasta que punto les habían cambiado las circunstancias. No sabía qué iba a encontrar, y lo que encontré fueron historias familiares que de un modo u otro eran traumáticas, y muy específicas para cada persona. Ignoraba por completo cuales serían los detalles particulares. Mis preguntas siempre estaban dirigidas. Ha sido un proceso colaborativo para cada relato.

«Viví en Moscú durante más de veinte años. Hay dos personas que me ayudaron mucho al principio del libro y a entender el concepto de trauma. Una es una psicóloga clínica que ahora vive en Nueva York. Me habló de la situación de las mujeres en la trata de blancas, explicándome el problema para estas personas y contándome el mecanismo de control de la trata observé su similitud, su coincidencia con los de los regímenes totalitarios. Hablé con ella, leí textos sobre la psicología del trauma y reconocí constantes propias de los campos de internamiento. No creo que fuera una casualidad que lo reconociera. En enero de 2014 publiqué un libro sobre las Pussy Riot y un hombre me comentó que en el libro la palabra trauma era omnipresente. Estaba ahí y a partir de ahí entendí que la condición post soviética es la condición del trauma.

«Yuri Levada es uno de los grandes sociólogos del siglo XX y el que habló de la hipótesis del Homo Sovieticus. Desde los años ochenta se esforzó por abordar la cuestión y con el tiempo constató la imposibilidad de estudiar algo que con anterioridad no se había estudiado, más que nada porque no tenía con que compararlo. Además era utópico estudiar la opinión pública en un país donde esta era inexistente. Aún así logró sacar una serie de conclusiones. Pese a ello hizo un trabajo extraordinario y logró unas líneas de base para partir en su investigación. El Homo Sovieticus existió como un conjunto de ajustes para vivir en determinadas condiciones. Existió y su lógica es muy simple, cruzó generaciones y sus condiciones se insertaron en toda la sociedad. Al terminar la era soviética pensaron que todo esto terminaría, pero tanto sociólogos como psicólogos cometieron un error, y lo descubrieron cinco años después. Sobreestimaron la racionalidad de sus estudios. Hicieron las mismas preguntas y por primera vez tenían elementos para comparar. Vieron que el Homo Sovieticus no había desaparecido. Al cabo de un tiempo, en 1999, no sólo no había desaparecido sino que se había replicado.

«Putin y Trump son muy similares. Crean regímenes personalistas que buscan el constante deterioro de la conversación pública, de la estética pública, del espacio que habitamos, de la calidad del aire y es algo muy peligroso.

«Totalitarismo en vez de autoritarismo. El Totalitarismo, como cualquier concepto, es un cuerpo que evoluciona. Arendt describió las condiciones necesarias para implantar un régimen totalitario, basando sus premisas en el Terror. En su definición la ideología del Terror predomina y ahora los condiciones son diferentes. Ella escribió en 1953. El contexto era distinto. Resulta interesante la distinción entre Autoritarismo y Totalitarismo. En el primero nada es político, mientras en el segundo todo lo es. Creo que en este sentido Putin ha evolucionado por esta senda. Al principio nada era político desde la desmovilización, mientras ahora todo está impregnado por este concepto desde la movilización. Se ha pasado de la televisión a las concentraciones de masas a la plaza pública. Del Autoritarismo al Totalitarismo. Otra cuestión clave en esta evolución es la creación de un relato de régimen. Lenin, Stalin y Hitler lo hicieron con anterioridad. Putin ha creado un estado mafioso que controla poder y dinero. Lo ha hecho en Rusia, una sociedad donde ninguna persona viva sabe lo que es vivir en un campo ajeno al Totalitarismo. El Estado mafioso devino más personal en 2012, cuando se abandonó la mascarada de la alternancia presidencial. Las instituciones totalitarias se reconstituyeron a sí mismas. No son necesarias reglas concretas para el funcionamiento de un Estado mafioso, basta ver la actualidad de los Estados Unidos, donde en diferentes circunstancias se aprecian similares circunstancias que acercan el poder político hacia el Estado mafioso.

«Putin usa estrategias sencillas. Domina los medios, pero Rusia no es muy sofisticada en su propaganda de control, es lenta en entender la importancia de estos fenómenos en la esfera pública.

«Putin no será eterno. Cuando muera es posible que se produzca una caída libre tal como ocurrió con Stalin, algo que se plasma bien en el libro ‘The last days of Stalin’. Sin embargo no está de más decir que la actual sociedad rusa está profundamente herida por la experiencia totalitaria del siglo XX, que duró más de siete décadas, y eso me hace dudar de su capacidad de reacción, de la posibilidad de un cambio tras Putin.

«Son los hábitos y convenciones. La lengua de siete décadas de Totalitarismo ha alterado la sociedad hasta pervertirla en la acepción más común del término, hacer que se adquieran vicios y costumbres que desde la normalidad consideramos reprobables. Putin ha vaciado las palabras de significado y eso hace que ignore si la sociedad puede recuperarse, se necesitan historias verdaderas del pasado para construir una hipótesis diferente de futuro.

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