Los días importantes, de Agustina Hernández

Esta semana Los relatos de Culturamas os ofrece un texto que nos habla de los días realmente importantes en un presente que jamás existe. ¡Disfrutad y compartid la lectura!

 

Los días importantes

Agustina Hernández

 

“La vida es algo demasiado importante  como para hablar de ella en serio”

Oscar Wilde (El abanico de Lady Windermere)

 
La idea dista de ser nueva u original. La han tenido hombres y mujeres importantes, filósofos, escritores, libres pensadores, ensayistas y personas con sentido común: se debería vivir dos veces; la primera para aprender, la segunda para vivir realmente.
En general, para cuando se termina la adolescencia -en la versión anglosajona- uno ya acumuló suficientes problemas de formación, de educación, de sufrimiento, de desilusiones y de sueños irrealizables, en su mayoría. En consecuencia, se pasa el resto de la vida tratando de desatar algunos de todos esos nudos marineros, con las pocas herramientas que se van encontrando.
Para cuando el adulto entendió cuatro o cinco cosas juntas, de las realmente importantes, llegó a la vejez, sin mayor tiempo o salud para vivir a conciencia, con la madurez del tiempo que queda, que nunca es el que uno calcula o desearía.
En la mediana edad y por tragedias pasadas, presentes y futuras, voy tratando de entender algunas de esas cosas.
Por ejemplo: el noventa por ciento de la población mundial no sabe que el presente no existe. Si lo supieran, se suicidarían en masa. Vivimos en una división temporal arbitraria, inventada por nosotros y por un calendario que pergeñó un Papa en 1582. Existe el día, la noche, el cambio de las estaciones por la rotación del planeta y el resto es un invento que puede cambiar otro Papa cualquier día.
La paradoja es que el tiempo es lo único importante que tiene el ser humano y se lo banaliza en el día a día porque quizás sea la única forma de soportar la inconsciente falta de futuro o su simple desconocimiento.
Pero por algo desde que el hombre camina ha mirado a las estrellas,  ha estado obsesionado con el sistema planetario y las visitas de extraterrestres o su posible venida o existencia.
Hace más de ciento cincuenta años, Julio Verne publicaba su primera obra de “ciencia ficción” y se lo considera el padre del género, junto a H.G. Wells. En los últimos cincuenta años -en forma coincidente con la supuesta llegada del hombre a la Luna-  la tecnología, el cine y la literatura, se han esmerado en mirar el futuro. Ninguna visión es buena. La mayoría son apocalípticas: la humanidad se acaba o sólo algunos sobreviven en colonias espaciales, el planeta se agota, la gente muere de hambre, de epidemias, de cataclismos naturales. No hay finales felices, salvo que el sólo hecho de sobrevivir se considere como tal.
Hay una suerte de frase hecha, de moda hoy en día -cuyo autor desconozco- que dice algo así como: “Estrés: exceso de presente; depresión: exceso de pasado;  ansiedad: exceso de futuro”. El pasado es todo lo que nos trajo hasta la actualidad y la memoria, los recuerdos, la nostalgia o la melancolía no necesariamente conllevan depresión, estado o enfermedad que se puede padecer ante un hecho inminente, es decir, futuro.
Sin contradecir la idea de que el presente es ficcional, la gente parece obsesionada en vivir, aprovechar, disfrutar al máximo el “hoy” ¿No será que hay un inconsciente colectivo acerca de la angustia que provoca la total incertidumbre sobre el futuro en general? En cuyo caso, el “hoy” es el premio consuelo, por si mañana no estamos, así de simple.
Puede argumentarse que el vivir el momento actual no está mal y en parte es así. Pero sobre todo las generaciones más jóvenes están obsesionadas con el disfrute, con viajar, con lo instantáneo, lo descartable, lo intercambiable y todo lo que sea light. Hay que ser joven, lindo, salir bien en las selfies y publicarlas por todos lados en un lapso de cinco minutos; hay que estar a la moda, divertirse, ser feliz, consumir y no programar. Cuando los denominados millenials tengan cuarenta años, no van a soportar la vida en general y que Dios nos ayude con sus hijos, criados por ellos.
Entonces no importa cómo se divide el tiempo, sino que indefectiblemente siempre es menos el tiempo que queda, para lo que sea. La sociedad actual tiene muy instalado, desde todo punto de vista, que la consigna temporal es ser feliz. Es la palabra más usada en las redes sociales, a simple vista.
En castellano decimos: Feliz cumpleaños, Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo, Feliz Aniversario, Feliz Día de la Madre, Feliz Día del padre, Felicidades… Los italianos dicen: Buon compleanno, Buon Natale y los franceses: Bon Anniversaire o Bon Noel, por ejemplo. No es lo mismo.
Creo que “feliz” es una palabra enorme, muy banalizada a todo nivel. Se la utiliza como sinónimo de: plenitud, placer, éxito, tranquilidad, madurez, paz…
Cada uno tiene todo el derecho de tener su propio concepto y publicarlo, pero muy pocos se toman la molestia de revisar -brevemente- qué pensaron las principales escuelas filosóficas al respecto. Para Aristóteles, ser feliz es autorrealizarse, alcanzar las propias metas de un ser humano. Para Platón, el horizonte de la felicidad, se abre a la vida después de la muerte. Para los cínicos y los estoicos, ser feliz es ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie, mientras que para el hedonismo, ser feliz es experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico.
En la filosofía oriental, la felicidad se concibe como una cualidad producto de un estado de armonía interna que se manifiesta como un sentimiento de bienestar que perdura en el tiempo y no como un estado de ánimo de origen pasajero, como generalmente se la define en occidente.
Todo indicaría que la sociedad del siglo XXI ha llegado a la brillante conclusión de que la felicidad actual es una mezcla de: cinismo, estoicismo y hedonismo, con el agravante de que esos términos tan serios, profundos, antiguos y fundados, han sido reemplazados por términos como: desapego, soltar, empoderar, fluir, cambiar, viajar, consumir, ignorar, excluir, rechazar.
Busco, al azar, títulos de novelas y películas que contengan la palabra “feliz”. La lista parece interminable y decadente: podemos ir de la brillante “Un mundo feliz” de Aldous Huxley -que de feliz no tiene nada- a libros de autoayuda como “La búsqueda de la felicidad” de Tal Ben-Shahar o películas como “Feliz Navidad Mr. Lawrence” (una película bélica y trágica) a la soporífera “En busca de la felicidad”, protagonizada por Will Smith.
   Second Life es un juego virtual, ya obsoleto porque fue creado en el año 2003, que en términos tecnológicos es una eternidad. El concepto era  atractivo: se abre una cuenta, se crea un “avatar”, mediante el cual se interactúa con los demás “residentes”, a nivel social y hasta comercial. Todo el perfil lo diseña el jugador, empezando por si quiere ser del sexo opuesto, por ejemplo. Nunca lo jugué. Me aburren los juegos de pantalla, así sea el ajedrez. Pero la idea es interesante. En ese juego uno puede acordarse que se había olvidado de ser policía, bombero, astronauta, estrella de cine y ser rico.
¿Uno se olvidó de ser astronauta o diputado? No creo. Algunos pocos lo intentaron y lo lograron. Otros lo imaginaron y nada más. Otros lo soñaron pero nunca hicieron nada al respecto. Y la mayoría sonríe ante el recuerdo de la niñez. La vocación -a falta de talento natural- y la constancia son una combinación fundamental para terminar estudios, que se transformen en un título habilitante que pague las cuentas, todo lo cual no tiene nada que ver con que uno vaya contento a trabajar o le guste su trabajo.
Hay una cita muy conocida de Charles Bukowski que dice: “¿Cómo diablos puede un ser humano disfrutar que un reloj de alarma lo despierte a las 8.30 a.m para brincar de la cama, sentarse en el excusado, bañarse y cepillarse los dientes y cabello y encima luchar con el tráfico para llegar a un lugar en donde usted esencialmente hace montañas de dinero para alguien más y encima si le preguntan debe mostrarse agradecido por tener la oportunidad de hacer eso?” Es muy poca la gente que trabaja haciendo lo que realmente le gusta, como si fuera su hobby. George Bernard Shaw dijo: “Dichoso es aquél que mantiene una profesión que coincide con su afición”.
En la realidad, el noventa por ciento de la gente vive como puede, no como quiere y cuanta menos conciencia se tiene de eso, mejor.
La versión más actual del viejo juego virtual es Facebook. Se puede inventar una cuenta, sin fotos o con falsa información, pero la mayoría de las cuentas son verdaderas. Es una gran vidriera en la cual uno elige qué quiere ver y a quiénes quiere ver y viceversa. El gran secreto y éxito de esta red es que no se puede decir “no me gusta”. Las opciones son: me gusta, me encanta, me sorprende, me hace reir, me entristece y me enoja. Es más: sin apretar ninguno de los botoncitos mágicos, se puede escribir un comentario, que queda en el “muro”, salvo que se envíe por privado. La mayoría de los usuarios miran  pero no publican nada. El que publica se expone a ser ignorado y/o a recibir comentarios negativos, críticas infundadas, catarsis ajenas. Está el que sólo publica fotos (sobre todo selfies) y parece que su “éxito” depende de cuántos likes recibe de sus “amigos”. Hay gente que se enoja o sufre porque puede ver que fulano o fulana le dan “me gusta” a las publicaciones de amigos en común pero no a las propias. No deja de ser una forma de exclusión, de ignorar al otro, de rechazo. En general, el comportamiento es bastante infantil: si quiero te espío y vos no lo sabes, me puedo reir, burlar, enojar, sorprender de tus publicaciones y no decírtelo, me jacto de mi cantidad de amigos y los likes de mis publicaciones, envío indirectas para ver si alguien recoge el guante o no me entero si el destinatario vio la publicación y se dio por aludido. La gente en Facebook es feliz, con las fotos familiares, de lindos paseos, de viajes, de comidas, de sus mascotas, de su propia cara.
Entonces tenemos: el tiempo que nos queda a cada uno, sin saber cuánto es, qué hacemos con él, fuera del tiempo durante el cual debemos hacer cosas por obligación y tenemos tecnología que nos aleja en vez de acercarnos, pero con la cual jugamos a ser “felices”.
¿Y los afectos? Ah, los vínculos afectivos…no están de moda, a ninguna edad.
Los infantes se relacionan mediante el juego y la escolaridad, pero sus propios vínculos se ven mezclados y dependientes de los vínculos sociales que (no) desarrollan los padres entre sí, además de las conscientes e inconscientes comparaciones sobre todo tipo de consumo: desde las golosinas, hasta el vehículo familiar y el lugar de vacaciones. En cuanto los padres lo permiten, pasan al modo pantalla, en la versión que el poder adquisitivo les permita y ya los preadolescentes se relacionan mediante fotos instantáneas que se autodestruyen en minutos, se filman en situaciones de exhibicionismo, con contenido sexual personal o grupal y lo que antiguamente se llamaba charla, conversación o levante, ahora se llama texting.
En el caso de los adultos el panorama no es ni muy distinto ni mejor. Las relaciones son sociales, por intereses de diversa índole. Los vínculos que -en apariencia- pretenden ser más personales, duran mientras sean funcionales y no impliquen un verdadero compromiso afectivo. A ver si a uno se le ocurre ponerse intenso o mostrar que puede ser potente o solvente. La sanción es casi inmediata: el alejamiento, el rechazo, ya sea por acción o por omisión.
El segundo mandato de Facebook es: usted debe sonreir. Según esta tabla virtual de Moisés, no debes dejar pasar un día de tu vida sin sonreir porque si no es un día perdido. Se supone que algo parecido dijo Chaplin alguna vez. Curiosamente, fue un hombre del que se dice que no era alegre y que era capaz de la crueldad. No hay que perder la sonrisa, no dejes que nadie te quite la sonrisa, sonríe y tu día será mejor, te regalo una sonrisa, tu sonrisa puede cambiar mi día y así hasta el infinito y más allá. No hablemos de “reir” porque eso ya sería demasiado intenso.
Yo sonrío poco o la gente confunde una semi sonrisa como gesto amable de saludo, por ejemplo, con una verdadera sonrisa.
Conozco gente que sonríe demasiado, casi todo el tiempo, sin razón aparente. Para mí son personas que cumplen con la paradoja del payaso: es sabido que los “clowns” que te hacen reir en el circo, son personas tristes, depresivas, adictas, crueles.
Entonces ¿será que la sonrisa es fashion, socialmente impuesta o sigue siendo un viejo mecanismo de defensa que ahora está de moda?
En realidad el tema de la sonrisa es coherente con el tema de ser feliz, es parte de lo mismo. ¿Si sonrío soy feliz? ¿Me saco una selfie sonriendo y la publico para que todos vean que estoy feliz porque fui a tomar un brunch a un lugar de moda? ¿Si sonrío estoy contenta o soy irónica o sarcástica o cínica? ¿Los demás ven la diferencia? ¿Les importa? ¿Interesa que les importe?
Todo indicaría que actualmente querer y dejar quererse es políticamente incorrecto, sobre todo porque implica la posibilidad de un espantoso compromiso afectivo y sus consecuencias naturales en su antigua acepción, a saber: sufrir, engañar, ser engañado, abandonar, ser abandonado, decepcionar, ser decepcionado, volver a quedarse solo. Dios no lo permita, en caso de duda, es mejor no depender de nadie ni esperar nada de nadie, según reza la tabla virtual de Moisés. Hay que soltar, fluir, dejar que el tiempo pase y ponga las cosas en su lugar, ya llegarán las personas correctas si son para uno, se debe ignorar el daño, seguir adelante, feliz y sonriente. Todo esto y mucho más, por el mismo precio y en la misma red social, es decir, en la sociedad actual globalizada.
Como decía Mafalda: “Vivir sin leer es peligroso, te obliga a creer en lo que te digan”. Ese es el gran problema: la ignorancia (no sólo por la casi total falta de lectura) y la falta de amor propio, de autoestima. Es una combinación letal. La gente cree que las cosas les pasan solamente a ellos o no saben qué les pasa y por qué o lo niegan o siempre es culpa del otro. ¿Pero cómo se van a hacer cargo de algo que hicieron o dijeron si no se conocen a ellos mismos? Es trillado que no se puede dar lo que no se tiene y alguien inteligente dijo “Estudiarse a uno mismo es el arte más difícil”. ¿Se puede querer a otro sino se quiere uno mismo? Creo que no ¿Se puede ser compasivo, amable, considerado, tolerante, paciente, cariñoso, amoroso, con el otro si uno no aplica todo eso con uno mismo? Creo que no.
Una explicación seria, fundada y lúcida de estas pinceladas, es la plasmada por Zigmunt Bauman, en su libro “Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos”. Bauman fue un sociólogo polaco, que creó el concepto de amor líquido para describir las relaciones interpersonales en la posmodernidad. Según este autor, los vínculos interpersonales están caracterizados por: la falta de solidez, calidez y por una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreos y con menor compromiso, no sólo en las relaciones románticas, sino que el concepto también es aplicable para hablar en general de la liquidez del amor al prójimo.
La teoría de Bauman es tan real y palpable que se torna casi irrefutable. Pero como el señor era sociólogo, personalmente me atrevo a agregar un componente individual, psicológico a su teoría. Si uno fue mal educado, en el sentido de mal formado o en forma incompleta -por las razones que sea- tuvo, tiene y tendrá más de la mitad de la batalla perdida de entrada. Yo lo relaciono con la falta de autoestima, de confianza en uno mismo. ¿Cómo voy a confiar en otro sino confío en mí? ¿Me tengo a mí mismo? Yo sí  ¿Y usted? ¿Me quiero, me cuido? Yo sí ¿Y usted?
Pero si usted tuvo la supuesta dicha de ser “bien formado”, tiene otro problema: lidiar con los demás, porque la casi totalidad de la gente responde a la teoría de Bauman, lamentablemente.
Con un poco de suerte uno mantiene ciertos vínculos afectivos históricos con algunos parientes, la pareja, el o los hijos y algunas pocas amistades. El resto son vínculos de diversa procedencia y asiduidad, con los cuales uno parece obligado a interactuar en la “frecuencia Facebook y Whatsapp” (por nombrar la red y la aplicación actuales). Si uno intenta ir más allá, lo más probable es que termine decepcionado -como mínimo-  sin perjuicio del rechazo, en sus distintas variantes.
La gente no quiere ver ni escuchar “verdades”, menos si versan sobre ellos mismos. Es más importante el dato de un buen gimnasio que la recomendación de un libro, aunque sea el best seller del momento. No quieren cuestionarse casi nada.
Los saludos para las fechas importantes son virtuales y se deben agradecer virtualmente. En general, sólo los íntimos siguen haciendo regalo de cumpleaños, por ejemplo. Hasta eso ha caído en desuso. Qué lástima. A mí me encantaba hacer regalo de cumpleaños: pensarlo, buscarlo, encontrarlo, comprarlo y entregarlo, con tarjetita o dedicatoria según el objeto. Hoy en día (al menos las mujeres) quieren una gift card o un voucher de algún negocio que esté de moda, en el que ellas puedan elegir a su gusto. Ya no importa ni el regalo ni las manos que lo entregaron. Supongo que es parte de la formación en sí o en no. En otra época se llamaba “escala de valores”.
En esa misma sintonía, observo que para la gente es más importante el día que cambiaron el auto o el día que salen de viaje a Disney, que el día  que su hijo fue abanderado o se murió la mascota de la familia.
¿Cuántos y cuáles son los días importantes en la vida? Podrán decir que es muy subjetivo, que es una lista que depende de mil factores.
Hay dos días que son aplicables a cada ser humano y creo que no son pasibles de ninguna discusión: el día del nacimiento y el día de la muerte.
Pruebo con el resto (la lista no es estrictamente personal ni taxativa o cronológica)
1-El día del bautismo (si es importante el sacramento para uno).
2-El día que uno empieza a comer.
3-El día que uno se larga a caminar.
4-El primer día de escuela.
5-El día que se aprende a leer.
6-El día que se ve el mar por primera vez.
7-El día que se aprende a nadar, a andar en bicicleta, a jugar un deporte que acompañe hasta que el cuerpo aguante.
8-Cuando nació tu hermano o hermana (y los siguientes si son varios).
9-Cuando fuiste abanderado o tus padres estuvieron orgullosos de tus logros escolares.
10-Cuando uno se da cuenta de que tiene un mejor amigo.
11-El día que se egresa del colegio.
12-El día que uno descubre qué quiere hacer cuando sea grande.
13-El primer día de trabajo y en cada nuevo trabajo.
14-El día que uno descubre que tiene un talento natural o que se apasiona por algo que puede transformarse en un hobby para toda la vida y/o en la futura profesión u oficio.
15-El día de la graduación de lo que se estudió.
16-El día que te independizas de tus padres.
17-El día que te enamoras por primera vez.
18-El día que lloras por la primera decepción amorosa.
19-El día que descubrís que tu pareja te engaña.
20-El día que engañaste a tu pareja.
21-El día que entras a un quirófano para que te arreglen o te saquen algo que mejore tu salud o para evitar que te mueras.
22-El día que nace tu hijo y los días en que le pasan a tu hijo todos los demás días de esta lista y de la suya propia (plurales según corresponda).
23-El día que te separas de tu pareja.
24-El día que descubrís la traición de un amigo.
25-El día que vuelves a formar pareja y familia.
26-El día que muere un amigo.
27-El día que muere un hermano/a.
28-Los días en que murieron tus abuelos.
29-Cuando te dijeron que tu madre o tu padre o ambos tienen una enfermedad terminal.
30-Cuando murió tu madre.
31-Cuando murió tu padre.
32-El día que cumplís cuarenta años y entiendes por qué se habla de la crisis de la mediana edad, de la finitud y que empieza la cuenta regresiva.
33-El día que tuviste un accidente pero sobreviviste.
34-El día que le pasa algo a tu hijo que te paraliza el corazón.
35-El día que te desvalijaron la casa.
36-El día que se te incendió la casa.
37-El día que te dijeron que tu pareja tiene una enfermedad importante.
38-El día que quedaste viudo.
39-El día que te despidieron de un trabajo.
40-El día que te ascendieron en el trabajo por puro mérito.
41-El día que le declaras tus sentimientos a alguien y eres correspondido.
42-El día que tomas conciencia de que tienes una o más adicciones.
43-El día que logras dejar tus adicciones.
44-El día que te haces cargo de que lastimaste a alguien y lamentas haber perdido a esa persona.
45-El día que te arrepentís de todo lo que no hiciste hasta ahora.
46-El día que uno entra a una iglesia por desesperación, porque se perdió a sí mismo.
47-El día que le declaras tus sentimientos a alguien y eres rechazado.
48-El día que te pidieron ayuda y no la diste.
49-El día que pediste ayuda y no te la dieron.
50-El día en que pensaste en suicidarte y/o lo intentaste.
51-El día que emigras.
52-El día que decidiste volver a tu país.
53-El día que renuncias a un trabajo para quedarte con tus hijos y criarlos.
54-El día que discutiste con un familiar cercano o un íntimo amigo y no se hablaron más.
55-El día que nace tu primer nieto.
56- Si eres artista (amateur o profesional), el día de cada debut, presentación, vernissage, inauguración, estreno, performance, de tus trabajos artísticos.
57-El día del casamiento (si realmente era importante el sacramento).
58-El día que perdiste tus ahorros por una estafa, engaño, hurto, robo o mala inversión.
59-El día que te ganaste la lotería y te fuiste a recorrer medio mundo.
60-El día que te das cuenta de que hay que tener cuidado con lo que se desea.
61-El día que se te cumple un deseo.
62-El día que te jubilas.
63-El día que empiezas a tener tiempo para hacer lo que quieras.
64-El día que descubrís que no sabes qué hacer con tu tiempo libre
65-El día que descubrís que no sabes qué quieres.
66-El día que descubrís que el presente no existe.
67-El día que descubrís que cada día es un día menos, para todo.
68-El día que te mudas a una casa más grande.
69-El día que descubrís que no estás mejor en una casa más grande.
70-El día que te das cuenta de que vives donde quieres vivir y cómo quieres vivir el resto de tu vida, dentro de tus posibilidades.
71-El día que te das cuenta de que superaste un duelo.
72-El día que te diagnostican una enfermedad crónica o terminal.
73-El día que entiendes que ya eres viejo.
74-El día que te comunican que falleció alguien que fue importante en tu pasado.
75-El día que dejaste de estar lúcido.
Veo que aun agregando plurales dentro de la numeración, la lista no llega a cien.
Si uno se muere a los ochenta años (altamente posible hoy en día), vivió más de veintinueve mil días, de los cuales durmió casi diez mil (a razón de ocho horas por día). Para hacer números redondos, si se vivieron diecinueve mil días, los realmente importantes fueron menos de cien. Y aunque fueran cien y se los multiplicara por los del cónyuge y los de los hijos, serían menos de mil. ¿Y los otros dieciocho mil días vividos? Los vivió como pudo, algunos fueron buenos, otros malos, otros nada, otros simple rutina, otros geniales, otros horribles, otros los sobrevivió, otros los recuerda, otros los olvidó, muchos no importaron o no le importaron y entre todos conformaron su vida, su tiempo.
Césare Pavese dijo: “No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos”. Pareciera que esta cita contradice por completo mi lista. Creo que la palabra “día” puede ser reemplazada por “momento” y la idea sigue siendo la misma.
Mi teoría inicial sí coincide con una frase de Confucio: “Tenemos dos vidas: la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una”.
En esta única vida que tenemos, por favor no se olviden de ser felices y sonreir todos los días.


Sobre la autora

María Agustina Hernández nació en 1972 en Buenos Aires. Es abogada y escritora. En el año 2015 publicó su primer libro de cuentos, Avant Premiere  (Ediciones del Dock). En marzo de 2017, su novela, La Inmaculada,  fue finalista del V Concurso Internacional de Novela Contacto Latino (Estados Unidos / Pukiyari Editores) y publicada por dicha editorial en las plataformas de Amazon/Kindle (digital y papel), Barnes and Noble y Books a Million. En el año 2018, su cuento «La dedicatoria», fue seleccionado y publicado por la editorial Sinergias (España) en una Antología de Relatos de dicha editorial (Amazon.es/Kindle, digital y papel) Facebook: “Agustina Hernández”, desde el cual se puede acceder al Facebook de Avant Premiere y al Facebook de La Inmaculada. Twitter: @mariaagustinah9

 

2 thoughts on “Los días importantes, de Agustina Hernández

  • el 30 octubre, 2018 a las 2:04 pm
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    Impecable, duro, un poco sarcástico, disimuladamente tierno y por sobre todo muy inteligente. Como la autora.

    Respuesta
  • el 7 noviembre, 2018 a las 4:46 am
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    Fabulosa perspectiva, muy interesante!

    Respuesta

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