En Tierra (Grounded), el dilema de la guerra visto por una mujer piloto

Por Ana Riera

¿Qué pasa cuando una piloto de caza se queda embarazada? Pues según el texto de George Brant, autor de En tierra (Grounded), se ve obligada a renunciar a su sueño de volar por el “azul” sintiéndose libre, poderosa y audaz, y también a abandonar a su querida tigresa, un flamante F-16. Tras dar a luz a su bebé, deberá conformarse con hacer la guerra a distancia dirigiendo drones desde un frío cubículo en la Base de la Fuerza Aérea de Creech, un lugar desolado en pleno desierto de Nevada, en Estados Unidos.

Aunque pueda seguir estando al mando, todo cambia para ella. Da igual que haya alcanzado el grado de mayor gracias a su esfuerzo, su inteligencia y su valentía. Ya no puede seguir soltando bombas, ya no puede ser una piloto orgullosa 24 horas al día. Tras tener a su pequeña, se limita a cumplir un turno de 12 horas y luego vuelve a casa, donde asume su rol de madre y esposa. Al principio intenta verle las ventajas: podrá disfrutar de los suyos. Pero en seguida descubre que lo de compaginar la vida civil con la militar no resulta nada fácil. Demasiadas contradicciones. Cuesta mucho ser soldado solo unas horas al día. Esa nueva dualidad que le ha sido impuesta irá resquebrajando poco a poco la frialdad que le habían inculcado y que le permitía matar sin remordimientos y le planteará un dilema moral que sacudirá todas sus convicciones, su vida entera, en realidad.

Esta especie de macho alfa que anhelaba la lucha y la libertad por encima de todo, al convertirse en madre se ve alejada de su verdadera pasión. Descubre además (y muchos de nosotros con ella), que la guerra se ha convertido en otra cosa. Las nuevas estrategias militares, sofisticadas y frías, se parecen más a un videojuego que a una batalla. En lugar de aviones se utilizan drones, en lugar de desplazarse al lugar del conflicto, los militares disparan desde un habitáculo frío y deshumanizado situado a miles de kilómetros. Es como jugar a ser dioses. El resultado es que muchos inocentes caen injustamente abatidos. Son lo que se llama eufemísticamente daños colaterales. Tal vez suene un poco a ciencia ficción, pero lo cierto es que esta clase de técnicas tecnológicas se usan ya en más de 80 países, España entre ellos. Parece que con la excusa del terrorismo, todo vale.

El montaje, un monólogo interpretado y adaptado por la actriz Isabelle Stoffel que codirige Sigfrid Monleón, llega al Teatro del Barrio, donde puede verse todos los viernes y sábados hasta el 30 de noviembre, tras triunfar en el festival Ellas Crean, que hemos podido ver en el Conde Duque de Madrid. La escenografía simple y sórdida propuesta por Silvia de Martase complementa a la perfección con el buen trabajo de iluminación de Pilar Velasco. También es un acierto el sonido, a veces de fondo y otras envolvente, pero siempre presente, obra de Suso Saiz.

La actriz, que nos va atrapando poco a poco con su historia, tan vital y a la vez tan terrible, tiene previsto preparar una versión en alemán (ventajas de ser políglota). El éxito del montaje ha dado origen ya a una versión inglesa protagonizada por Anne Hathaway que ha triunfado en Broadway y que ha llevado a la actriz estadounidense a comprar los derechos para hacer una película. Además, está previsto que sea adaptado como ópera para el Metropolitan. Por algo será.



 
 

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