Alexandra Jiménez: «La comedia no deja de ser un punto de vista muy inteligente sobre el drama»

ÁLEX ANDER. Además de divertida, Superlópez —dirigida por Javier Ruiz Caldera— es un inteligente guiño a la idiosincrasia española. Un homenaje a la mediocridad patria que cuenta la historia de Juan López (Dani Rovira), un oficinista que desconoce que tiene superpoderes, lidia como puede con su cretino jefe (Julián López) e intenta ligarse a su amor de juventud (Alexandra Jiménez). López y Jiménez, que ya habían trabajado juntos en la comedia No controles, han vuelto a coincidir en esta adaptación al cine del conocido cómic de Jan, demostrando que son unos fenómenos de la comedia.

Alexandra Jiménez (Zaragoza, 1980), que curiosamente fue bailarina profesional antes que actriz, asegura que el rodaje de la película fue bastante divertido, aunque hubo varias escenas, como la del clon de su personaje, que la hicieron sudar tinta china. “Era difícil dar con la clave y yo me había marcado como reto no pestañear en ningún momento. Y no es tan fácil, la verdad”, comenta entre risas.

La zaragozana no se siente encasillada en papeles cómicos, pero tampoco le preocupan mucho las etiquetas. A fin de cuentas, es de las que procura no tomarse a sí misma demasiado en serio.

Viendo las galas de entrega de premios, se observa que la comedia sigue estando aún infravalorada. ¿Por qué cree que ocurre?

A.J.: No lo entiendo. Sobre todo, porque luego todo el mundo reconoce la dificultad que entraña la comedia. Todos sabemos lo difícil que es, y lo bien que nos lo pasamos viéndola y haciéndola. Pero, por alguna extraña razón, no se la considera para premiarla.

Es algo que llama bastante la atención, desde luego.

A.J.: No sé si la cuestión radica en que nos tomamos demasiado en serio y, cuando uno pone cara de seta y suenan violines de fondo, nos parece que es todo mucho más interesante, profundo y auténtico. La comedia no deja de ser un punto de vista muy inteligente sobre el drama. Va más allá.

Por su parte, Julián López (Cuenca, 1978) ganó bastante popularidad con su papel de bakala descontrolado en La Hora Chanante. Y hoy día es uno de los actores secundarios más aclamados del país. Antes de eso, que conste en acta, aprendió a tocar la trompa y estudió Magisterio musical, pero dice que pronto vio que aquello no era lo suyo, por lo que decidió empezar a ganarse la vida como cómico.

Tras varios años haciendo reír en distintos espacios de televisión, se pasó al cine. Lo hizo, según cuenta, porque cree que el cómico envejece muy mal. ¿A qué se refiere exactamente? “Al igual que me pasa con el rock and roll, ligo más la comedia a la juventud”, comenta tras estar en silencio unos segundos. “Una persona puede ser mayor y reírse con la comedia pero, a la hora de hacerla, hay algo físico ahí que no se corresponde con la edad”. Y pone como ejemplo al comediante estadounidense Jerry Lewis, a quien siempre admiró: “Fue una de mis referencias absolutas. Pero cuando lo veía tan mayor, haciendo caras, vi que no funcionaban igual que cuando las hacía siendo joven. Aunque esto, igual, es una cosa inevitable mía”.

Se acerca la temporada de premios. ¿Cambiaríais un taquillazo por un Goya?

A.J.: ¿Pero la película sería buena?

Depende del gusto del personal…

J.L.: Sí, porque siempre se dice aquello de ‘el mayor premio es que le guste al público y que la gente vaya a verla’ y tal. Hombre, un taquillazo sienta siempre muy bien. A menos que se trate de que alguien coja una taquilla y te pegue con ella en la cabeza. No sé a qué tipo de taquillazo te refieres…

Al menos violento, siempre.

J.L.: Desde que trabajo en esto, he pensado que siempre quieres que te vea el mayor número de gente posible, y que les guste. Los premios son algo en lo que no pienso. Que seguro dirá la gente, ‘claro, como no te han dado ninguno…’. Pero creo que nuestro objetivo no es ese, aunque sea algo que viene muy bien para promocionar las pelis.

A.J.: Y pocas veces los premios tienen que ver con el trabajo que has hecho, en realidad. Son muchos factores los que juegan.

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