"Las leyes de la relatividad…": siete conmovedores personajes de Ramón Paso en busca de respuestas

Por Horacio Otheguy Riveira

Con avidez sexual o con incapacidad para cualquier tipo de relación, siete personajes entrecruzan sus vidas a golpe de timón en una nave angustiosamente divertida, alocadamente viva, golpe a golpe, y entre uno y otro gravamen existencial logran encuentros inesperados con innovadora dosis de esperanza.

Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales es un nuevo espectáculo de la Compañía PasoAzorín Teatro, pues aunque se estrenó con éxito en marzo 2018, gran parte de su elenco se ha renovado y por tanto la dinámica puesta en escena del autor aporta una nueva mirada, exponiendo variadas emociones con un lenguaje de hoy presidido por una cruz que adquiere visos de esperpento y elevación espiritual por donde menos se la espera.

 

Se introduce en un confesionario deseando creer en un ser superior que le salve del horror que le obsesiona desde niña. Ignora que el cura no es tal, sino otro solitario sin rumbo. Son ellos, los espléndidos Inés Kerzan y Jordi Millán, habituales de la Compañía, como la mayor parte del reparto.

Entre numerosas situaciones de alta tensión o de impactante comicidad, he aquí un diálogo que bien vale como modelo del ritmo y la capacidad de síntesis del autor. Un diálogo clave entre dos mujeres que andan a tientas preguntándose ¿Por qué?: 

Elena.                  ¿Dijo algo?
Natalia.               Hizo un ruido.
Elena.                  ¿Y se murió?
Natalia.               Se murió.
Elena.                  Él… ¿él se lo pasó bien?
Natalia.               ¿Qué?
Elena.                  Contigo.
Natalia.               Supongo que sí.
Elena.                  ¿Eres buena? Follando.
Natalia.               Dicen que sí.
Elena.                  ¿Lo dicen?
Natalia.               Lo dicen.
Elena.                  ¿Follando con mi padre?
Natalia.               Con cualquiera.
Elena.                  A mí los chicos no me tocan.
Natalia.               A mí me mienten.
(Silencio. Natalia saca un anillo del bolsillo y se lo enseña).
Natalia.               Era suyo.
(Elena lo coge).
Natalia.               De otra. De otra más. Creo que había más. Muchas.
Elena.                  Se lo regalé yo.
Natalia.               Nunca me enamoro.
Elena.                  ¿Por qué?
(Natalia se encoge de hombros).
Natalia.               No me lo merezco.
Elena.                  Creo que yo tampoco.
(Silencio. Elena avanza y la besa con mucha ternura. No es sexual, sólo es necesidad de un roce humano. Se separan).
Elena.                  Gracias.

Tríada de hombres incapaces de amar

Mientras se intenta una felación muy trabajosa, en escena paralela una chica furiosa se enfrenta a una psicóloga en prácticas entre incompetente y peligrosamente boba. Tal el comienzo de una serie de situaciones que se entrecruzan en un paisaje impecable que sólo cuenta con dos sillas, una blanca y otra roja, y en el centro, sobre la pared, un crucifijo que en determinado momento encenderá su luz de neón. Curvas peligrosas en carreteras inhóspitas dentro de la misma ciudad. Un círculo de fuego gira desenfrenado a caballo de un humor negro a ratos irónico, a menudo cándido porque aunque un putero haya muerto en plena acción y otra apriete el gatillo de una pistola, el devenir de todos ellos es de seres inocentes a la deriva.

Historias diversas que se entrecruzan con un mar de fondo muy interesante, que torna la panorámica social especialmente original: tres padres como personajes ausentes que influyen dolorosamente en la existencia de sus hijas. Uno muerto entre las piernas de una de sus mujeres; otro tan desesperado que se suicidó el día en que su niña cumplía 9 años, y un tercero con vida, con el que su única hija habla por teléfono a diario, pero con quien no puede mostrarse tal cual es, ya que debe inventarse a una triunfadora tan comprometida con su trabajo que no tiene tiempo para ir a verlo. Tres personajes ausentes de los que se habla de tal modo que parecen pasearse en escena. Esta tríada de hombres incapaces de amar y proteger a sus hijas conforman el doloroso paisaje sentimental sobre el cual las mujeres desesperan sin dejar de esperar nunca, y por eso mismo acaban encontrando un lugar donde esconderse… o ser ellas mismas en plenitud.

Desolación y comicidad en el arte de un autor que domina los diálogos surrealistas que brotan como hongos en la vida cotidiana, que conoce muy bien las debilidades y victorias de la gente de los barrios, y que a todo impone un ritmo cinematográfico cuya agilidad crea una atmósfera de ligereza que sólo en apariencia oculta la rigurosa profundidad de sus planteamientos.

Arriba, Ángela Peirat. Abajo, Ana Azorín. Dos vidas radicalmente distintas, un personaje desbordante de nervios y sexualidad a demanda, y una vendedora de ataúdes en los tanatorios, mientras se inventa una vida que no tiene. El arte de interpretar en composiciones de afinada creatividad.
Alicia Tomé, feliz incorporación a un equipo en el que prevalecen estupendas jóvenes actrices que, con la dirección de Ramón Paso, consolidan una continuidad de trabajo que les permite enriquecer sensibilidad y recursos técnicos.
Izquierda, Alicia Tomé como la mujer a la que los chicos no tocan. Derecha, Jordi Millán en la piel de un joven atormentado. En el centro, Aitana S. Luschinger  que va del desconsuelo a pasear entre la vida y la muerte.
Inés Kerzan y Ángela Peirat, encantadoras, alucinadas  intérpretes de personajes alucinados rumbo a una felicidad que no creían posible.


producción ejecutiva Pasoazorín Teatro
dirección de producción Inés Kerzan
iluminación Pilar Velasco
vestuario Inés Kerzan y Ángela Peirat
fotografías Lucía Lera
diseño gráfico Ana Azorín
ayudante de dirección Blanca Azorín
dirección Ramón Paso
TEATRO LARA. SALA LOLA MEMBRIVES. MARTES 22,15 horas, DEL 11 DICIEMBRE 2019 al 19 FEBRERO 2019. PRORROGADO HASTA EL 3 DE ABRIL

REPOSICIÓN FEBRERO 2020

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