«Hermanas»: un desafío que consagra aún más a Bárbara Lennie e Irene Escolar

Por Horacio Otheguy Riveira

Navegan sobre superficies alternas, con oleajes altamente peligrosos, con riesgo cierto de acabar contra un acantilado. Y cuando se hunden van a lo más profundo de un mar muy oscuro. Todo lo hacen con la pujante energía de niñas que han crecido mal y patalean cuanto pueden en busca de un sentido para sus vidas malheridas. La obra se llama Hermanas (Bárbara e Irene), con lo que el autor y director Pascal Rambert ha trabajado su historia (al mismo tiempo estrenada en Francia con dos intérpretes autóctonas) ligado a las personalidades y el talento de las actrices Bárbara Lennie e Irene Escolar. Y en el resultado final el duro recorrido sentimental de ambas se yuxtapone en un juego de ficción que alcanza al espectador en un grito silencioso, mudo, entremezclado con los muchos gritos que ellas dan en escena, bien templados, en tonos registrados con la enjundia y la serenidad de raíces dramáticas de largo alcance.

Todos somos ellas porque hay un aliento asexual muy poderoso tras la feminidad de los personajes, en sus ropas, sus movimientos, y sobre todo en su furia, que oscila entre la contención y la violencia física próxima al crimen, la muerte de la otra, del otro, del que mira y juzga sin contemplaciones, en nuestro interior y fuera de él. En los sempiternos juicios de la vida en convivencia, entre adultos que nunca son lo que parecen, pues todos observan y exigen como sombras chinescas de aquellos padres que marcaron a fuego nuestra existencia. A fuego lento porque se crece discutiendo con aquellos sentimientos una y otra vez.

Sin embargo, Pascal Rambert está muy lejos de abundar en lo que podría parecer un ejercicio psicoanalítico, pues la acción es lo que importa, la cólera que les asiste va en aumento sostenida por una escritura precisa desarrollada con precisión de cirujano, y la puesta en escena va más allá, dejándose llevar por el potencial dramático no sólo de dos actrices formidables, sino también por la carga impresionante de sus personalidades a ras de tierra, fuera de escena, en una mágica región donde confluyen la llamada vida real y la ficción que todo lo puede.

¿Malditas para siempre?

La palabra «maldición» flota en el ambiente desde que alguien muy importante en sus vidas la lanzó sobre toda la familia. Desde luego harán todo lo posible por convencernos de que están malditas: criaturas que llegan airadas al escenario por el patio de butacas en un fuerte enfrentamiento. Una está en su hábitat, la otra viene a dar guerra, tiene asuntos pendientes. Una pregunta se masca, se llora y se escupe: ¿Por qué no me avisaste? Y las respuestas son dos, únicas: Te avisé. Te envié un sms. Lo demás es tormenta que va a más en una espiral dolorosa que va dando datos, sensaciones, que articula un paisaje humano que lucha por asentarse, por encontrar la medida precisa en que una hermana podría, si quisiera, destruir a la otra, aunque en el camino puede dudarse sobre quién está más capacitada para ejecutar la destrucción total.

De frente, de perfil. Alejadas o en segundo plano. Muy cerca, en proscenio. Incluso de espaldas, todo el cuerpo dicta sentencia, aporta temblores, se adora a sí mismo y se detesta. Bárbara Lennie e Irene Escolar se elevan sobre toda una trayectoria de aciertos en variopintas producciones para alcanzar un estado de inédito vigor. Están en lo más alto y siguen subiendo. Entre susurros, alaridos, de frente o de espaldas, entre lágrimas intensas o contenidas, se han puesto a jugar a odiarse y tras conseguirlo a tope arriban a un final que nos deja conmocionados. Se tarda en reaccionar para la justa ovación final. Los aplausos arrancan lentos. La emoción es intensa. Es gran teatro en todos los sentidos: por conformación de historia, personajes y puesta en escena desnuda que nunca para de crecer.

Veinticuatro tubos fluorescentes, muchas sillas de colores, dos hermosas actrices y una voluntad de redescubrir nuestra capacidad de odiar para crecer. El odio, quizás, como una herramienta de trabajo que es necesario dejar en libertad, bien administrada. No hay paz sin una justa redistribución del resentimiento. Hermanas (Bárbara e Irene) plantea un universo muy complejo y a la vez muy cercano, al dejar en libertad fantasmas rabiosos que se expulsan para continuar en pie.

“He escrito Hermanas teniendo al mismo tiempo frente a mis ojos las voces y los cuerpos de actrices españolas y francesas. Aunque fueran solo dos hermanas, eran cuatro cuerpos y cuatro voces los que nutrían mi escritura. Escribir para Bárbara me sale de manera natural. Es un guepardo. Yo también. Es fácil captar su energía, entrar en ella. Habitamos el mismo país. A Irene la he visto en teatro. Y la he visto también como un felino. Con un cuerpo ultrafino y gracioso, pero con algo que está esperando para morderte. Lo que he escrito le permite morder. Y, al igual que Bárbara, muerde muy fuerte. La violencia de los animales salvajes está aquí. Está muy bien. Es ultraviolento. Y está muy bien”. Pascal Rambert

Bárbara Lennie, Pascal Rambert, Irene Escolar. 

 

Texto, dirección y espacio escénico Pascal Rambert

Traducción y adaptación Coto Adánez

Intérpretes: Bárbara Lennie, Irene Escolar

Dirección de producción Jordi Buxó y Aitor Tejada

Producción ejecutiva Pablo Ramos Escola

Diseño de vestuario Sandra Espinosa

Fotografía Gorka Postigo

Fotografía escena Vanessa Rábade

Diseño gráfico Patricia Portela

Maquillaje y peluquería Miguel Álvarez para YSL

Distribución Caterina Muñoz Luceño

Comunicación Pablo Giraldo

Ayudante de producción Celia Mira

Ayudante de dirección Lucía Díaz-Tejeiro

Una producción de Diletante Producciones y Buxman Producciones para El Pavón Teatro Kamikaze

El Pavón Teatro Kamikaze, del 10 de enero al 10 de febrero 2019. ENCUENTRO con el público: 17 de enero.

 

 

 

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