Un hombre y su doble en el doloroso laberinto de la memoria de «Los otros Gondra»

Por Horacio Otheguy Riveira

Contra la soledad, el teatro. En la búsqueda, un encuentro en 34 funciones. Del laberinto del dolor familiar, un viaje hacia la luz en un camino trazado previamente, bajo contrato. Borja Ortiz de Gondra es un hombre de teatro, autor y actor,  que aprovecha estupendamente ambos papeles y se la juega noche a noche con una valentía insólita, a cara descubierta, y ante la indefensión de ofrecer su historia a espectadores desconocidos, le socorre el gran Jesús Noguero, hecho a innumerables personajes, capaz de componer al propio autor como como personaje, de imitar por momentos algunos de sus gestos y de defender con energía su necesidad de ser él mismo y ser abrazado por ello. Lo consigue en una función excepcional, muy distinta a la que ya aplaudimos, pero aún podemos leer (Los Gondra, publicada por el Centro Dramático Nacional), pero a su vez muy independiente, desarrollada como pieza libre, con remembranza justa para que el espectador más inocente se enganche y se emocione. Imposible no empatizar con esta suerte de desafío con el pasado para renacer liberado de estigmas, y cambiar el desamor de una madre por el incondicional de amores y amigos.

Los otros Gondra (relato vasco), de Borja Ortiz de Gondra, dirigido por un maestro como Josep Maria Mestres (Los Gondra, El burlador de Sevilla), resulta una experiencia muy atractiva por cuanto tiene de búsqueda vital a través del teatro con una atmósfera fascinante, un realismo compacto en su entramado y un rosario de emociones por donde transcurren historias del violento pasado en el que las víctimas aparecen representadas, todas en una, por un trabajo encomiable de Lander Otaola y Cecilia Solaguren, magníficos ambos expresando el intenso dolor de sus personajes siempre al borde de la catástrofe de los sentimientos a flor de piel, en la impúdica eclosión de la desesperanza a tumba abierta.

La Ainhoa de Cecilia Solaguren atraviesa tiempos diversos, es un antes y un después que nunca puede llegar al abrazo de la inflexible Madre de Sonsoles Benedicto, tan dulce, tan hermosa, tan terrible en su rencor. Solaguren se introduce en el personaje con la energía ciega de quien ha sufrido el exilio de su propia madre y necesita desesperadamente enterrarla en sagrado, en Algorta (el pueblo donde transcurre la acción, un lugar que parece pura ficción en estas obras; un encantador rincón vasco de Vizcaya con cerca de 40 mil habitantes que se puede recorrer sintiendo los escalofríos de la sangre derramada y la aspereza de recuerdos que no acaban de borrarse). Una actriz polifacética que recientemente elaboró personajes muy divertidos: en la zarzuela 24 horas mintiendo y en la comedia de Calderón de la Barca, La dama duende. Con estos antecedentes y otros breves o extensos personajes dramáticos (Los años rápidos, Los Gondra), su talento se ve singularmente desarrollado en esta ocasión ante el siempre peligroso género del melodrama, tan poco frecuentado en el teatro Nacional. Encuentra en su endiablado personaje el tono justo, las lágrimas liberadoras, la mirada inquieta, el cuerpo a punto de romperse, pero se reafirma en el profundo cariño hacia su hija adoptiva (africana Fenda Drame, tan bella, tan tierna, tan bien integrada en el reparto); Ainhoa/Solaguren también busca, como el autor, el abrazo incondicional que texto y puesta en escena permite en algunas danzas y coros tradicionales con la pura exhibición del amor imposible… al fin redimido.

 

Los otros Gondra (relato vasco), encarna como lo hizo la primera obra —impulsando esta vez un final definitivo en un vigoroso desenlace— la voluntad de cambio a través de la representación de la vida de un hombre. Un creador de personajes que consigue traspasar fronteras y hacer de su propia biografía un mágico lugar donde todos podamos reconstruir la nuestra, con su fuerte dosis de horror por lo padecido, y confianza en que «las manos vacías» de un panteón se convierta en las manos tendidas de la solidaridad por delante de banderas y nacionalismos, de egos y perversos intereses:

(…) Esku huts. Manos vacías. Así decía en la entrada, sobre el arco original. Nadie lo entendió. Pero eso es lo que teníamos que haber hecho siempre. Irnos con las manos vacías. Don Alberto nos envenenó para siempre con su manía de construir la casa, de mantener aquel absurdo negocio de cestas, de hacerse con la mejor parcela del cementerio y condenarnos a mantener la memoria y el apellido. Don Alberto Gondra, que tanto se creía, no era más que un fabricante de ferretería que hizo fortuna en Cuba explotando a los negros… y volvió con el rabo entre las piernas cuando se perdió la colonia. Cada generación tuvo que expulsar a alguno para sentirse pura, para ser más Gondra que el otro. Mi abuelo hizo lo que hizo a tu bisabuelo, tu abuela hizo lo que hizo a mi padre, tu madre hizo lo que hizo a mi hijo… y así vamos a seguir para siempre. Pero al menos, no habrá sitio para recordarlo. Se acabó. No habrá tumba por la que pelearse ni lápida que perpetúe ningún nombre. Me he equivocado todos estos años. No era el perdón lo que nos hacía falta. Era el olvido. (…)

Foto: Sergio Parra.
Foto: Carlos Melchor.

YO: – El 25 de mayo de 2017 regresé a Algorta después de muchísimos años, a recoger el Premio Aixegetxo que me había concedido el Ayuntamiento. Allí, entre el público, estaba mi familia, por fin orgullosa de algo que había hecho yo. Y junto a ellos, por primera vez, mi marido. Yo sentía que volvía a casa, que por fin los Gondra me estaban esperando. Por la mañana había ido a solas al cementerio junto al mar, a la tumba de los antepasados, y había hundido mis manos en la tierra. “Esto soy yo”, pensé. “De aquí vengo y aquí volveré un día. Y está bien así”. Hice una pella pequeña con el barro y me la guardé en la chaqueta. Por la noche, cuando leía el discurso de agradecimiento del premio, sentía el peso de esa tierra en mi bolsillo, sabiendo que iría siempre conmigo. Estaba bien así. El lugar de donde tuve que irme de joven porque no había sitio para mí ahora me decía “eres uno de nosotros”. La tierra volvía a la tierra. Todos estos pensamientos cruzaban por mi cabeza mientras mi voz resonaba en el Ayuntamiento: “…munduko antzoki askotan egin dut lan. Baina inoiz ez diot utzi hemen, boligrafo batekin eta paper batekin, mundua konta ote zitekeen bere buruari galdetzen hasi zen nerabe hura izateari. Gaur uste dut baietz, posible dela, eta sari honekin zuek horren froga eman didazue. Bihotz-bihotzez, eskerrik asko”[1]. Esto, por fin, no era teatro. Era la vida, y estaba pasando.

          En medio del cóctel, con una copa en la mano, salí a fumar a la calle. Hacía una noche espléndida. Una mujer de mi edad se acercó a mí desde la plaza. “No tienes derecho. Tú no sabes nada de lo que pasó entonces, ni de lo que andan diciendo ahora que todos han visto ‘Los Gondra’. Me has arruinado la vida con eso del teatro. Soy tu prima Ainhoa, la de verdad. Ainhoa Rezola Gondra. Y yo no soy culpable de cómo terminó tu hermano”.

          La copa de cristal se hace añicos contra el suelo.

          Volverán los miedos, y la culpa, y las noches de insomnio, y las palabras que se dijeron o tal vez no.

          Y comprendo que tendré que pasar del otro lado del espejo.

          Otra vez.

          Escuchar esas voces que me hablan ahí dentro

          muy adentro.

          Otra vez.

          Y volver a mirarme desde fuera.

          Una vez más.

          Porque, ¿quién escribe a quién?

            Nork nori idazten dio?[2]

[1] “…he trabajado en teatros de muchos países. Pero nunca he dejado de ser el adolescente que en este mismo lugar empezó a preguntarse si se podía contar el mundo con un bolígrafo y un papel. Hoy creo que sí es posible y con este premio, ustedes me lo confirman. De corazón, muchísimas gracias”.

[2]¿Quién escribe a quién?

En primer plano, Borja Ortiz de Gondra, el autor interpretándose a sí mismo, detrás Jesús Noguero, como el propio autor. Se unen en diversas escenas interpretadas de tal manera que el Borja real contiene sus emociones, piensa y narra, mientras el Borja/Noguero se permite la rabia y el dolor con creativa, poética, emotiva libertad. (Foto: Sergio Parra) [A partir de octubre 2019, por compromisos adquiridos, Jesús Noguero cede el personaje a Marcial Álvarez]

LOS OTROS GONDRA (relato vasco)

Autor Borja Ortiz de Gondra

PREMIO LOPE DE VEGA 2017

Dirección Josep Maria Mestres

Ayudante de dirección David Blanco

Intérpretes (por orden alfabético) Sonsoles Benedicto, Fenda Drame, Jesús Noguero (Marcial Álvarez en gira), Borja Ortiz de Gondra, Lander Otaola, Cecilia Solaguren

Diseño de escenografía Clara Notari

Diseño de vestuario Gabriela Salaverri

Música original Iñaki Salvador

Coreografía Jon Maya Sein

Diseño de iluminación Juanjo Llorens

Diseño de videoescena Álvaro Luna

Asesor de canto David R. Peralto 

Fotos Sergio Parra, Carlos Melchor 

Agradecimientos José Urrutia y Javier Urrutia

Una producción del Teatro Español

Colabora La Mejorada, Bodegas y Viñedos

Teatro Español. Del 10 de enero al 17 de febrero 2018

GIRA 2019-2020

Octubre: 11, Villalba.-12, San Sebastián de los Reyes.-13, Logroño

Noviembre: 9, Alicante.-15 y 16, Sevilla

Diciembre: 21, Avilés

2020

Enero: del 23 al 26, Bilbao

Febrero: 7, Vitoria.-8, Pamplona.-15, Arganda del Rey.-29, Rivas Vaciamadrid

Marzo: 13, Ponferrada

Abril: 18, Móstoles.-25, Castellón

Mayo: 30, Águilas

Continuará

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