El amorem flagrantissimum de Mesalina

por Kika Sureda

“Prefiriendo un pajar a su cama palatina, la augusta puta se ocultaba en la noche bajo capa y capucha y se hacía acompañar de una sirviente, de una sola, nada más. Luego, ocultando su negra cabellera bajo una peluca rubia, entra en (…) el lupanar, en su habitación vacía, ¡en la habitación de su propiedad! Entonces ella se expone desnuda, los senos tras una rejilla de oro, bajo una inscripción que le otorga el falso nombre de «Lycisca»; ella exhibe, noble Británico, el vientre que te llevó. Ella acoge con caricias a aquellos que se presentan y les pide dinero. Y lánguida, acostada, recibe las embestidas de sus numerosos clientes (…) Es la última [prostituta] en cerrar su habitación, en marcharse. Toda encendida todavía por la tensión que su vulva irradia, fatigada de los hombres pero no satisfecha aún, regresa a casa. Repugnante con el rostro deshecho, ensuciado con el humo de la lámpara, aporta al palacio imperial el olor del lupanar”.

De esa forma relata Juvenal al hijo de Mesalina, Británico, como era su madre. Valeria Mesalina (25 d.C.-48 d.C.) fue hija de Marco Valerio Mesala y Domicia Lépida. Tercera mujer del emperador Claudio. Mesalina ha pasado a la historia por su belleza y su larga lista de infidelidades con todos los hombres de la corte. Las historias que circulan sobre ella se pueden tachar de  misóginas, tal vez haya parte de verdad en ellas. Se la conoce como la emperatriz romana ninfómana, la emperatriz con entrañas de acero o por el apodo que usaba para prostituirse, Lycisca, mujer loba

Calígula la entregó en matrimonio a su primo Tiberio Claudio  con tan solo 15 años. Claudio, con 50 años, epiléptico, cojo, tartamudo, con temblores y espuma en la boca no era el marido que podría esperar una joven como ella. Cuentan que en la noche de bodas la joven abandonó el lecho conyugal para tener amores con un esclavo sirio llamado Ithamar.

Tuvo dos hijos: Claudia Octavia y Británico. Una vez fallecido Calígula, Claudio es nombrado emperador, lo que le da el poder de emperatriz. Desde ese momento Mesalina hizo y deshizo todo lo que se le antojó. Su poder no tenía límites tanto a nivel político como militar.

Su constante insatisfacción la llevaba a  los peores burdeles de Suburra donde vendía sus favores sexuales a todos los hombres, desde gladiadores a obreros. Una de las anécdotas que nos han llegado es el desafío al que retó a la prostituta siciliana Escila, para ver cual de las dos se acostaba con más hombres. Cuentan que la emperatriz ganó acostándose con 200 hombres y según Suetonio tanta actividad la dejaba “lassata, sed non satiata” (cansada, pero no saciada).

Mientras Claudio estaba en la isla de Ostia, fuera de Roma, ésta contrajo matrimonio con uno de sus amantes, el cónsul Cayo Silio. Se cree que conjuraron para deponer al emperador y que Silio ocupara su lugar. Esta conjura acabó con la vida del mismo Silio y con la orden que Mesalina fuera obligada a optar por el suicidio. No pudo hacerlo. Quién acabó con su vida fue un centurión decapitándola.

Al enterarse Claudio de la muerte de Mesalina, pidió vino y brindó “siempre creí que Mesalina era la mujer más virtuosa de Roma”.

Llama la atención la libertad de la Emperatriz y el poder que tuvo para moverse por Roma. Así como el libertinaje que ejercía públicamente.  No sabremos a ciencia cierta si es su historia real o adulterada por la mano de los historiadores que la escribieron. Lo cierto es que Mesalina siempre despertó pasión al igual que odio.

 

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