Los aforismos predilectos de Sergio García Clemente

Libros al Albur publicará en breve Salvar la vida. Antología personal, una selección de los aforismos predilectos de Sergio García Clemente (Santa Cruz de Tenerife. 1974), tanto de autores clásicos como de sus más estrictos contemporáneos. El autor es licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna y ha publicado hasta ahora dos libros, ambos en la editorial granadina Cuadernos del Vigía: Dar que pensar (2014, I Premio Internacional José Bergamín de Aforismos) y Mirar de reojo (2017).

Es el de García Clemente un aforismo poco dado a la especulación gratuita, ya que prefiere atenerse a la disección de los sentidos que dimanan de los gestos cotidianos, en lugar de extraviarse en elucubraciones vacías; se trata de una perspectiva radicalmente compasiva del aforismo, cuya capacidad crítica nunca abandona su generosa vocación humanista. García Clemente se abstiene de elevarse por encima de los mortales para tender hacia ellos su dedo acusador, optando por una enunciación contenida de aquellos comportamientos que despiertan su estupor, sin llegar nunca a la condena furibunda. En este sentido, se aproxima más a la cálida contención de un Chamfort o de un Joubert que a la sátira despiadada y escéptica de un La Rochefoucauld, por poner tres referentes del tipo de aforismo moral que practica García Clemente.

A continuación, reproducimos los primeros aforismos de esta peculiar antología, en la cual el autor nos permite acceder a ese pequeño «botiquín de urgencia» que son los textos favoritos de cada cual, aquellos a los que recurrimos cuando, en la zozobra permanente de la vida, corremos el riesgo de hundirnos.

La falsa modestia es la más decente de todas las mentiras.
Nicolas de Chamfort
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Los pájaros son pensamientos perfectos.
Carlos Edmundo de Ory

Cuando estoy echado tengo una opinión, y otra cuando estoy de pie.
Georg Christoph Lichtenberg
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Un libro es un suicidio diferido.
Emil Cioran
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Uno debería ser siempre un poco improbable.
Oscar Wilde
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Nadie olvida la frase con la que fue expulsado del paraíso.
Ramón Eder

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