«La Resistencia», una lucha dialéctica entre dos egos

Por Ana Riera

Lucía Carballal es una joven dramaturga que empieza a acumular experiencia. Ha escrito ya ocho obras de teatro, entre ellas A España no la va a conocer ni la madre quela parió, que se estrenó en el Festival Russafa de Valencia en 2015 y que coescribió junto a Víctor Sánchez Rodríguez; Los temporales, que vio la luz en 2016 en el teatro María Guerrero de Madrid, y Una vida americana, que se estrenó en el Teatro Palacio Valdés de Avilés. Su última aventura se llama La Resistencia y es el fruto de la beca de Dramaturgia Contemporánea que recibió de El Pavón Teatro Kamikaze.

Se trata de una lucha dialéctica entre dos personas que se quieren y que tienen un gran dominio del lenguaje. Ambos son escritores, pero se hallan en distintos puntos del camino, o en polos opuestos, algo que resquebraja y amenaza su relación. Los seres humanos somos muy dados a ver como propio lo ajeno y como ajeno lo propio. Nos analizamos a través de los otros, tal vez porque nos asusta demasiado quedarnos a solas con nosotros mismos y enfrentarnos cara a cara con nuestros miedos. En una relación no nos conformamos con querernos y compartir parte de nuestro tiempo sin más. Exigimos, ponemos a prueba, pedimos sinceridad cuando en realidad no estamos dispuestos a aceptar cualquier respuesta.

La propuesta resulta sin duda sugerente. Nada más entrar a la sala, nos recibe una hermosa escenografía, ideada por Mónica Boromello, que nos invita a zambullirnos en otro mundo. Sentimos ganas de servirnos una copa de alguna de las botellas de vivos colores que adornan las estanterías y de sentarnos en un rincón de la barra a ver qué ocurre. Mientras nos dejamos envolver por la luz cálida, propuesta de Paloma Parra, empieza a sonar una versión de “What a Wonderful World” cantada por una voz lánguida de mujer, que de alguna manera nos susurra al oído cuál será el tono de la obra.

Hay dos figuras en escena. Un hombre sentado en la barra, en primer término (al que da vida un fantástico Francesc Garrido), y una mujer, sentada frente a una de las mesas, casi de espaldas al público (Mar Sodupe). Él ofrece un aspecto cuidado, desde sus elegantes zapatos de piel a su barba blanca perfectamente acicalada. Desprende magnetismo por los cuatro costados. Ella muestra una indumentaria cuando menos curiosa, jersey rojo y pantalón azul eléctrico, como si necesitara llamar la atención de algún modo, hacerse visible a cualquier precio. Él es un triunfador. Tiene dudas y limitaciones, como todos, pero está donde quiere estar. Ella, sin embargo, está enfadada con un destino que considera injusto. Atrapada por sus inseguridades y sus miedos, siente que no está donde se merece estar, donde le gustaría estar.

Eso es lo que vamos descubriendo poco a poco, tanto a partir de lo que dicen como de lo que no dicen los únicos personajes, con una sugerente puesta en escena de Israel Elejalde. El texto está repleto de reflexiones sobre lo mucho que nos cuesta aceptar nuestro destino, saber disfrutar de lo que tenemos en lugar de anhelar lo que no tenemos, ser capaces de vivir el presente sin supeditar nuestra felicidad y nuestro bienestar a metas poco realistas o que no dependen de nosotros. Y sobrevolando todo eso, está la angustia del creador, que siempre se encuentra a merced de su público, que con cada nueva obra tiene la sensación de empezar de cero, de quedar completamente expuesto. Ante eso, solo existen dos opciones: sucumbir o seguir resistiendo. Está claro que Lucía Carballal apuesta por lo segundo.

TEATROS DEL CANAL. HASTA EL 17 DE FEBRERO 2019.

 

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