Espléndida Isabel Dimas como el viejo criado en «El jardín de los cerezos»

Por Horacio Otheguy Riveira

Versión muy libre de Ernesto Caballero, quien dirige a su vez con un gran protagonismo escenográfico de Paco Azorín, forjador de un despliegue visual muy atractivo sobre una interpretación del texto de Anton Chejov en la que se encuentran muy pocas huellas del original, con una excepción: en el farragoso desfile de personajes convertidos en caricaturas, se mantiene con firmeza el viejo criado Firs, símbolo de resistencia, desolación y ternura en una muy notable creación de una joven actriz: Isabel Dimas.

Isabel Dimas como el anciano criado Firs, surge detrás de una casa de muñecas al comenzar la acción. Una creación impecable que recorre toda la función con un profundo sentimiento de nostalgia. (Foto de ensayo. En la representación su caracterización está más lograda).

Toda puesta en escena de un clásico es una tentación grande para un director de hoy, y Caballero (que tan extraordinarias versiones montó de las Comedias Bárbaras de Valle Inclán y de la Vida de Galileo de Brecht, así como del Laberinto mágico de Max Aub) se ha empeñado en un tono de tragicomedia ligada a «encrucijadas vitales» de todas las épocas, pero en su aventura no se reconocen los conflictos clave del ámbito en que fue escrito el texto, un año antes del comienzo de la revolución rusa de 1905 (precursora de la definitiva de 1917). Fuera de aquel contexto de decadencia social y económica, en vísperas de un cambio radical, estos personajes y sus situaciones carecen de vigor, y el moderado interés de su tragicómica existencia se difumina rápidamente; todos los personajes se muestran en un despliegue de superficialidad muy grande, soñadores o ambiciosos en el vacío. Ernesto Caballero, también autor teatral, acaba componiendo esta vez un paisaje social con personajes desvaídos: banales sus sueños, inverosímiles sus arrebatos, vanamente estridentes sus fiestas con karaoke incluido a ritmo de Queen.

Sobre una hermosa plataforma circula un tren antiguo de juguete —muy similar al que el mismo director utilizara con gran acierto en Doña Perfecta, de Pérez Galdós—, así comienza la acción en el cuarto de juguetes donde se inicia el texto de Chéjov, sólo que en esta ocasión ocupa la imaginación de los personajes hasta abrumar con su presencia en un juego surrealista disparatado, volcado en un devaneo tontorrón de personajes esnobs que vuelven a una casa de campo alguna vez lujosa, desde París y Moscú. Pronto el aire ligero, las voces estridentes, y el fascinante escenario distraen de lo esencial y los intérpretes deambulan a ciegas en planos vacíos de contenido.

También la música de Luis Miguel Cobo apunta buenas líneas dramáticas, especialmente en el comienzo, con una partitura de envolvente belleza… pero todo acaba consumiéndose en las propias limitaciones de la propuesta del autor-director, y en definitiva la versión reducida de tres a dos horas se torna cansina, difuminadas las situaciones principales y borroneados los conflictos de los personajes. Salvo tres excepciones que llegan a emocionar: el amor misteriosamente frustrado entre el nuevo rico (Nelson Dante) y la hija solitaria (Miranda Gas), y sobre todo la conmovedora creación de una joven actriz transformada desde el comienzo en Firs, el viejo criado que envejece de pie, casi moribundo, leal hasta el último instante, como lo fue cuando no aceptó la libertad ofrecida y prefirió continuar siendo siervo, el estado de esclavitud en tiempos de los zares; Isabel Dimas lo interpreta con sorprendente dominio corporal, incluida una voz muy frágil a punto de romperse, y recorre la función con un dolor profundo ante el miedo a dejar solos a sus amos, débiles criaturas a merced del frío o de la mala alimentación o del abuso del alcohol o de todo junto. Aquí sí, El jardín de los cerezos acalla tanta frívola distracción y nos arropa con sentimientos verdaderos, entonces el anciano nos abraza con una ternura infinita como lo hiciera el propio autor, gravemente enfermo de tuberculosis al escribir esta obra, fallecido meses más tarde de su estreno.

 

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También en CULTURAMAS

El anterior «Jardín» en el Valle Inclán, dirigido por Ángel Gutiérrez

Sorprendente «Vida de Galileo», revitalizada por Ernesto Caballero

La guerra civil en «El laberinto mágico»

Fantasmas de gloriosa gente de teatro en «Un bar bajo la arena»

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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS

De Anton Chéjov

Versión y dirección Ernesto Caballero

Intérpretes (por orden alfabético): Chema Adeva, Nelson Dante, Paco Déniz, Isabel Dimas, Karina Garantivá, Miranda Gas, Carmen Gutiérrez, Carmen Machi, Isabel Madolell, Fer Muratori, Tamar Novas, Didier Otaola, Secun de la Rosa

Escenografía Paco Azorín

Iluminación Ion Aníbal

Vestuario Juan Sebastián Domínguez

Música y espacio sonoro Luis Miguel Cobo

Vídeo Pedro Chamizo

Movimiento Carlos Martos

Caracterización Chema Noci

Ayudante de dirección Nanda Abella

Fotografía marcosGpunto

Diseño de cartel Javien Jaén

Teatro Valle Inclán. Centro Dramático Nacional. Del 8 de febrero al 31 de marzo 2019

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