Maya (2018), de Mia Hansen-Løve – Crítica

 

Por José Luis Muñoz.

El cine de Mia Hansen-Løve (París, 1981) se caracteriza por su afinado acercamiento al mundo de los sentimientos. La directora de El porvenir y Edén llega al fondo del alma humana en dramas sin aspavientos escritos con una caligrafía cuidada. Desde que vi Edén, film que tiene mucho de biográfico (la realizadora dedicó el film a su hermano DJ) me declaro seducido por el cine de esta directora, por su savoir faire exquisito.

Maya aborda un tema de rabiosa actualidad: los reporteros de guerra y los peligros que corren en el desempeño de sus funciones desde que se han convertido en objetivo de los contendientes. Gabriel (Roman Kolinka) acaba de ser liberado por el ISIS en Siria, junto a su compañero (Alex Descas) tras una ardua negociación por parte del gobierno de François Hollande con el grupo yihadista y el pago de un abultado rescate. Una vez liberado, el reportero de guerra se encuentra como ausente entre los suyos, rompe con su novia (Judith Chenia) y emprende viaje a Goa, la India, en donde nació, tiene una casa abandonada y vive su madre que lleva una ONG, en una especie de huida hacia delante. En Goa conoce a Maya (Aarshi Banerjee), hija de su padrino que regenta un hotel, y entre ambos nace un idilio que se va cociendo a fuego lento.

Mia Hansen-Løve plantea en el film el dilema amor y vocación como factores antagónicos. Pesa demasiado en Gabriel su oficio de reportero de guerra, la adrenalina que entraña el peligro, para que acabe asentándose con una pareja. Le ocurre a él como a muchos artistas que sacrifican su vida sentimental, por incompatible, por su pasión creativa.

Maya es una película hermosa que transcurre ante los ojos del espectador como la serenidad de El río de Jean Renoir o un cuento moral de Eric Rohmer. Mia Hansen-Løve consigue que lo aparentemente intrascendente (las conversaciones entre los protagonistas, las del protagonista con el propietario del hotel o con su madre) trascienda, sea capital para entender a los personajes. Le debe mucho el film al encanto personal de los dos jóvenes protagonistas de la historia y sus muy notables interpretaciones que hacen de ellos Roman Kolinka, actor fetiche de la directora que ya lo quiso para Edén y El porvenir, y la actriz hindú Aarshi Banerjee; su juego de miradas, el lenguaje gestual y sus conversaciones mientras pasean son la clave de su enamoramiento y, de paso, enamoran al espectador.

No es Maya tan redonda como El porvenir (la música escogida como banda sonora amorosa me chirría) ni tan dramática como Edén, pero deja en el espectador ese poso de tristeza inherente a todo film de esta notable directora francesa. Maya reflexiona sobre la complejidad del amor cuando uno de los implicados decide que su forma de vida no va a hacer feliz a su pareja y deja pasar ese tren que quizá se arrepienta toda su vida de no haber cogido. La vida está tejida por las decisiones que tomamos.

 

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