‘El monje de Moka’, de Dave Eggers

El monje de Moka

Dave Eggers

Traducción de Cruz Rodríguez Juiz

Literatura Random House

Barcelona, 2019

317 páginas

 

Contra la condena de cuna, el presagio de una vida fracasada por culpa de haber nacido con la oposición de sangre fallida, se idearon cuentos de hadas como La Cenicienta. La expresión máxima de esta historia, su inmersión definitiva en el acerbo cultural de occidente, en el ideario más bien liberal, es el sueño americano. Hasta que la contracultura inventó la “contracenicienta”, la cara oculta del sueño americano, esa verdad que es la de tanta gente que se estrella y cae, a veces en el suicidio, solo por estar convencidos de que querer es poder. Querer no es poder, por mucho que uno ponga su voluntad en ello. La respuesta convencional es rechazar la ambición y, de esta manera, confundir al que lucha: ¿cómo es la frontera entre la voluntad y la ambición? Entre los cuentos populares también está el de La lechera, que explica los intentos fallidos y del que carecemos de tantas reinvenciones como poseemos de La Cenicienta.

Así Dave Eggers se plantea, con una historia real, cuál es el esfuerzo y cuál es el rechazo. Nos presenta un caso de inmigración, de segunda generación de inmigrante, un americanoyemení, con el sueño de prosperar, de convertirse en eso que hoy en día llamamos emprendedor, que es, en realidad, un empresario, la versión más conveniente de la Cenicienta convertida en princesa en la sociedad americana. Eggers nos habla del agua y del aceite, de las dificultades con que topa cierto tipo de gente, sobre todo de origen árabe, para integrarse después del 11-S. Y nuestro protagonista, amante del café, el combustible que da vida a la biografía novelada, es, a mayores, un idealista. No sólo decide, con apenas veinticuatro años, emprender un negocio, sino que este se radicará en Yemen, con los principios del comercio justo.

El gran acierto de Eggers es la estructura. Al margen de que la obra funcione como un tiro, sin perder el encanto ni la intriga en ningún momento, la estructura es tan sólida que uno apenas se da cuenta de que ha ido cambiando de paraje literario: nos hallamos frente a un retrato de la sociedad americana, o al menos de la sociedad en una ciudad americana de la costa oeste. A continuación viajaremos a Yemen y conoceremos de primera mano el país, sus costumbres, su gente, sus paisajes, sus principios sociales. Asistiremos a la Primavera Árabe y se nos explicará en qué consistió, cuál fue su fragor en Yemen, al tiempo que se nos narra su historia actual, valga el oxímoron. Se plantearán los problemas de seguridad para el viajero, para el turista, para el extranjero, incluidos los de salud, que padece el protagonista, empeñado en importar café de Yemen, pues este fue el primer productor mundial de la planta. Durante sus viajes de regreso, experimentará la xenofobia administrativa de su país, y en el peor momento de Yemen, asistirá al drama bélico. Eggers da buena cuenta de un conflicto del que ignoramos casi todo. Aunque sólo sea por ese motivo, merece la pena leer esta obra. Pero Eggers va más allá y no se reduce al reflejo social. La huida tiene la tensión de los mejores thrillers. Despojada de artificios, descrita a partir de testimonios, como el resto del libro, nos sujeta a cada renglón con unas ventosas de pulpo.

Mokhtar, el protagonista, es un constructor de puentes, una personificación del coraje en un país que, en su mejor vertiente y en palabras de Eggers, ofrece una bienvenida incesante. Pero, nos advierte, las intenciones de este libro son denunciar “cómo cuando nos olvidamos de que aquí se encuentra la clave de lo mejor de este país, nos olvidamos de nosotros mismos: una mezcla de personas unidas no por el aislamiento, la cobardía y el miedo, sino por una exuberancia irracional, por un empuje global a escala humana, por la inherente rectitud de avanzar, seguir siempre adelante, movidas por un coraje ilimitado e implacable”.

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