CRÍTICA// ‘El imperio de los leones’, de Sebastià Bennasar

JOSE LUIS MUÑOÑZ.

Si alguien hace esa pregunta retórica, que se va repitiendo desde que tengo uso de razón, de qué es novela negra, una lectura de El imperio de los leones de Sebastià Bennasar (Palma, 1976) le despejará todas las dudas.

El escritor mallorquín afincado en Barcelona, que además de practicante del género es un gran estudioso y uno de sus mayores conocedores, periodista, agitador cultural y editor, escribe la biografía sangrienta del clan familiar Neige, más conocido por el de los leones por haber empezado sus fechorías en Lyon y abrirse paso a codazos, aunque habría que ser más preciso y decir a puñaladas y a tiros.

Y así fue. Jean Neige envió a René a Marsella y, tres días después de sobrevivir al atentado en las puertas del estadio del Olympique de Lyon, el número uno de la mafia lionesa vio cómo los veinte centímetros del puñal de buceador de René se le clavaban en la parte baja del estómago y le salían cerca del esternón en los lavabos de un conocido restaurante del puerto en el que estaba comiendo su última bullabesa.

Los Neige, padre Jean, hijas Sandrine y Andreá, e hijo Pascal, el heredero del clan que es homosexual y tiene como pareja fija a Marcel Taulet, diversifican sus negocios (del tráfico de drogas a la prostitución pasando por los atracos) y blanquean su fortuna en el ladrillo especulativo de la Costa Brava.

Si algo definía a ese clan familiar monolítico y fuertemente jerarquizado era su crueldad extrema y su especialización en la tortura para escarmentar a sus rivales y a los traidores, así que con un estilo crudo y duro, directo y neutro, actuando como notario de sus fechorías, Sebastià Bennasar desgrana las atrocidades de ese clan mafioso francés que no difieren en nada de las cometidas por las bandas de narcos mexicanos. Existe un léxico del horror y los Neige lo conocían a fondo, eran unos virtuosos, como el mallorquín lo es de la palabra.

Para aquella ocasión, en medio de la habitación había situado dos ollas de aceite hirviendo que mantenía con unos fogones de camping gas y una pecera llena de pirañas. Y un bisturí y una sierra quirúrgica. Lo que no había era anestesia.    

El imperio de los leones (editorial Alrevés, 2017) es una novela que el lector devora con un cierto estremecimiento de horror de lo que allí se cuenta que no es fruto de la imaginación de su autor sino de una ardua labor de investigación y documentación. No hay personajes por los que se pueda sentir una mínima empatía, apenas hay más gestos amorosos que los que recíprocamente se dan Pascal Neige y su amante Marcel Taulet, hay una buena descripción de escenarios y ambientes y un elenco de personajes que aparecen en un capítulo y mueren de forma atroz en el siguiente. Una novela dura y violenta, sin concesiones al lector, que todo aficionada al género debe leer, un modelo de lo que debe ser toda novela negra que se precie, más próxima a Scorsese que a Tarantino.

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