LOS LIBROS DE AL ISLA DESIERTA: ‘Austerlitz’, de W.G. Sebald

ÓSCAR HERNÁNDEZ-CAMPANO. Tw: @oscarhercam

La última novela de uno de los escritores alemanes más importantes del siglo pasado es una profunda exploración del yo. W. G. Sebald, alemán de nacimiento y de pluma, vivió en Gran Bretaña desde joven y falleció en un accidente de tráfico en 2001, cuando se encontraba en plena madurez literaria y cuando su nombre se había ganado el respeto y la admiración de la crítica y de los lectores más exigentes. Profesor de Literatura, no publicó su primera novela hasta finales de los años 80, cuando contaba con 43 años. En una década se aupó a la cumbre literaria y la novela que nos ocupa se convirtió en su testamento narrativo.

Austerlitz es una novela sobre la búsqueda de la propia identidad, sobre la naturaleza humana y un viaje por el turbulento siglo XX. La historia, narrada con complejas y largas oraciones que arrastran al lector por una narración fluida y enigmática, nos cuenta la vida de Jacques Austerlitz, un profesor de Historia de la Arquitectura que, por casualidad, conoce al narrador en Amberes. Este, cuya narración se mezcla con la del propio Austerlitz en las mismas frases sin aparente solución de continuidad, explica las largas conversaciones que mantuvo con aquel taciturno interlocutor a lo largo de treinta años, de finales de los años 60 a finales de la década de los 90, cuando, en periodos breves, separados por largos años de silencio e incomunicación, pasearon juntos y conversaron sobre la vida. De esta forma, mediante una estructura narrativa que recuerda a Thomas Mann o también a Joyce, Austerlitz va desgranando el pasado que ha ido descubriendo.

Fue un niño de la guerra. Durante la expansión nazi por Europa, miles de niños judíos fueron evacuados a países seguros para salvar la vida. Con el exilio y la separación, llegó el desarraigo y el olvido del pasado y de la propia historia. El pequeño Austerlitz dejó Praga y fue adoptado por un matrimonio galés: un pastor protestante y su triste esposa. Pero el dolor quedó latente y, con los años, resurgió en forma de colapsos nerviosos. Así, Austerlitz empieza a descubrir su pasado y, estirando de los diversos hilos que se le van presentando, irá reconstruyendo su memoria, el recuerdo de sus padres, de la lengua que aprendió y su verdad original.

Sebald levanta un edificio narrativo poético, duro, salpicado de sugerentes y misteriosas fotografías antiguas que aportan verosimilitud a un relato apasionante y reflexivo. Su maestría narrativa nos lleva por la Europa desgarrada de la Segunda Guerra Mundial, de los guetos, de los campos de exterminio, del exilio, de la Posguerra y del Telón de acero, hasta recalar en un final de siglo que coincide con el final de la búsqueda, del diálogo entre el narrador y el propio Austerlitz e, inesperadamente, con el fin del propio autor.

También es un viaje arquitectónico por ciudades y monumentos, estaciones de tren, palacios, balnearios y edificios, cuyas instantáneas, que parecen ser lo único que queda de un pasado extinguido, ilustran una narración que encandila, envuelve, sugiere y despierta sentimientos de empatía, pena, nostalgia y comprensión.

Estamos ante una novela que requiere relecturas suaves, calmadas, reflexivas y atentas. Un libro que explora el concepto de la memoria, del yo, de esos puntos fijos a los cuales precisamos aferrarnos, so pena de perdernos en una tempestad en la que nada nos mantenga a flote. Las respuestas a las grandes cuestiones: quién soy, de dónde procedo, cuál es mi historia, son las que llevan a Austerlitz a investigar su propia vida y compartir con el narrador ese proceso, cada nuevo descubrimiento y los sentimientos encontrados que todas estas anagnórisis le producen en un alma que ya estaba colmada de viejas heridas.

Ahora que llega el verano, qué mejor que un gran libro para sumergirse en las incógnitas de nuestra existencia. Yo ya he preparado Austerlitz para llevármelo a la isla desierta.

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