Amílcar Barca «Rayo»

por Kika Sureda

Amílcar Barca fue general cartaginés, padre del gran Aníbal, considerado como uno de los militares más famosos de la antigüedad. El nombre de Barca significa Rayo. Siendo aún muy joven, el Senado cartaginés le confió el mando del ejército de Sicilia (247 a.C.) durante la primera guerra púnica; desembarcó en la parte Norte de la isla, única que conservaban aún los cartagineses, encontrando un ejército desmoralizado, incapaz de sostener el empuje de los romanos; empezó por restablecer la disciplina; para congraciarse con los soldados los condujo a las costas de Lucania y a Brutium, que saqueó; tomó después posiciones en el monte Erecté (hoy Pellegrino), junto a Palermo, rodeado por las fuerzas enemigas, y desde allí por espacio de seis años tuvo en jaque a los generales de Roma, que no lograron vencerle ni una sola vez, y en afortunadas expediciones por mar saqueó distintas veces las costas italianas hasta Campania. La derrota de la escuadra cartaginesa mandaba por Hanon, frente a las islas Egates, puso término a aquella lucha. Cartago pidió la paz, cedió la isla de Sicilia a Roma y Amílcar, gracias a su energía y a su diplomacia, pudo retirarse a Cartago junto con sus tropas y buques, obteniendo los honores de guerra, pero no pudo consolarse nunca de su derrota, contándose que hizo jurar a Aníbal, niño aún, odio eterno a los romanos. Al llegar a Cartago tuvo que reprimir la rebelión de los mercenarios que se habían sublevado, capitaneados por Espeadio, Matón y Autarito, reclamando sus pagas atrasadas. Los rebeldes eran en número de 100.000, contando Amílcar únicamente con 10.000 mercenarios fieles, algunos elefantes y caballería cartaginesa, a pesar de lo cual les obligó a levantar el sitio de Utica y les batió repetidas veces, logrando encerrarles en los desfiladeros del Hache donde los exterminó y crucificó a sus jefes. Para resarcir a su patria de la pérdida de Sicilia, se propuso conquistar a Hispania (238 a.C.). El Senado cartaginés le concedió los elementos necesarios y desembarcó en Cádiz aquel mismo año, acompañado de su hijo Aníbal, que contaba nueve años. Maniobrando con incomparable rapidez puso a contribución a los bastetanos y contestanos, respetó a Sagunto, aliada de los romanos, y llegó hasta el Ebro, deteniéndose allí algún tiempo para celebrar las bodas de su hija Himilce  con Asdrúbal. Un campamento suyo de invierno se dice que fue el origen de Barcelona, de Barcino (derivado de Barca), si bien otros autores lo niegan, atribuyéndole también la fundación de Peñíscola, o Alicante (Acra Leuca). Los turdetanos y celtas del Cuneo se levantaron contra el invasor, acaudillados por Istolacio, jefe de los celtas, y por su hermano, pero fueron vencidos, pereciendo el jefe en un combate. Prosiguiendo la conquista dominó la Bética, Almería, Murcia y Valencia, llegando hasta los Pirineos, que algunos historiadores creen llegó a atravesar. En el interior encontró, cerrándole el paso, un ejército de vetones,, pueblo de Lusitania, mandado por Indortes, quienes demostraron tal heroísmo en la lucha, a pesar de ser vencidos, que Amílcar dio libertad a 10.000 prisioneros que habían caído en su poder, si bien empañó aquel acto de generosidad la muerte de Indortes, al que mandó crucificar. Sabedor de que el jefe íbero Orisson se había hecho fuerte en la ciudad de Hélice o Velice o Illicis, marchó contra él y puso sitio a la ciudad. Otros pueblos vecinos acudieron en ayuda de los sitiados. Los celtíberos pusieron frente a sus tropas un gran número de carros cargados de leña tirados por toros bravos, a los que habían previamente puesto haces de paja embreada a la que pegaron fuego, lo mismo que a los carros. Locos los animales por las llamas arremetieron contra el campamento cartaginés sembrando la confusión y el espanto entre las tropas de Amílcar, que huyeron en todas direcciones. Se ignora si éste pereció en el combate o si se ahogó al pasar un río, que sería el Ebro o el Guadiana, pero es lo cierto que murió en ese momento peleando, según Cornelio Nepote, contra los vetones. Asdrúbal primero y después Aníbal continuaron la obra de Amílcar en la península y su representación política en Cartago, como jefes de los elementos democráticos.

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