Bigas x Bigas: Bigas Luna al cuadrado

Bigas x Bigas es el film más personal de Bigas Luna. Su diario privado en imágenes realizado a lo largo de los años y que ve la luz montado en el festival de San Sebastián de hace un par de años. Bigas Luna era un soñador, un Quijote que se dio de bruces con los molinos de la industria cinematográfica y recibió no pocos reveses de la crítica a pesar de la calidad más que notable de su producción cinematográfica. Creador libérrimo y multidisciplinar, que fue de la oscuridad a la luz, de construirse en su juventud a deconstruirse en su madurez, dio un paso en EE.UU y regresó con una buena película, Reborn, y un buen amigo que se fue antes de que lo hiciera él: Dennis Hopper. Pero nunca habría vivido en EE.UU: Tienen un café espantoso. En este documento que es Bigas x Bigas, de gran interés para los que siguieron y admiraron la obra del cineasta, encontrará el espectador al artista en zapatillas, al perro catalán, como le gustaba autodenominarse a este creador de nacionalidad mediterránea, en homenaje a los surrealistas, a Salvador Dalí (realizó un pequeño corto llamado Collar de moscas, porque compartía con el ampurdanés esa afición por esos insectos) y a Luis Buñuel (el director de la Trilogía Ibérica es sin lugar a dudas el director más buñueliano de España); al hombre feliz y vital junto a su mujer y sus hijas; al lleno de humor que hace un casting de perros en el que incluye al suyo, Pirata; el que bromea con Leonor Watling y Jordi Mollá antes de rodar con ellos Son de Mar (Me gusta rodar en Valencia porque se come bien); al enamorado de los ajos (Suelo comerme 15 al día, me encantan los ajos, y por eso Javier Bardem le ofrece uno a Stefanía Sandrelli en Jamón, jamón); al obsesionado con los pechos lácteos de las mujeres: La teta y la Luna; al que le gustaba hablar en italiano por hobby; al hombre apegado a la tierra, a esa casa rural de Tarragona, y que observa con orgullo como crecen las verduras ecológicas de su huerto.

Temía enfrentarme con este documento, a seis años de la muerte del cineasta, con el que me unía una relación que iba más allá de lo profesional (sabedor de que yo veía mucho más cine que él, siempre me pedía que le recomendara alguna película); tenía muy presente, mientras le veía y le escuchaba en esos ochenta minutos de metraje, mi última reunión con él, tres meses antes de su muerte, en un hotel de Barcelona, en el que me engañó, o se engañó a sí mismo, hablándome de multitud de proyectos y me pidió que buscara el árbol más grande que encontrara en el Valle de Arán porque lo necesitaba para su próxima película. La vida no le dio más tiempo. Pero no, Bigas x Bigas es la demostración inequívoca de que Bigas Luna, el hombre que amaba la vida (Mi triángulo vital incluye sexo, comida y reflexión), sigue vivo. Una gozada. El cine hace posible la inmortalidad.

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