Entrevista a Rosario Troncoso a raíz de «Los ángeles fríos»

Por Paco Ramos Torrejón. “Aprender a latir con sangre de otro, / sólo es cuestión de fuego o de destreza”, dice Rosario Troncoso en Los ángeles fríos, su último poemario publicado por Calambur Editorial. Y esa es la experiencia de la poesía cuando el lector se acerca a la obra de Rosario, latimos a través de ella conducidos por una pasión arrebatadora que se nutre del entorno, del vivir más cotidiano, y una destreza labrada a base de muchas horas de estudio y de lecturas. En Los ángeles fríos nos encontramos cara a cara con una poesía manifiestamente humana en todo el sentido de la expresión, desde el contenido emocional que se canta a las ausencias hasta el perturbador desasosiego que marca el paso del tiempo y su imparable carrera hacia el olvido. Rosario Troncoso es autora de una extensa obra, a pesar de su juventud, con una voz propia muy definida y reconocible que la hacen merecedora de ocupar un lugar de privilegio en la poesía española contemporánea. No la pasen por alto.

 

1.- ¿En qué consiste Los ángeles fríos?

Se trata de mi último libro de poemas, editado por Calambur en la primavera pasada, al que voy a empezar a mover ahora, que ya ha pasado el verano. En él exploro nuevos aspectos en mi poesía, o al menos lo intento. Es un homenaje velado, o no tanto, a una de mis autoras fetiche: Sylvia Plath.

2.- ¿Por qué la poesía? ¿Puede aportar algo para hacer más habitable el mundo?

La poesía es una válvula de escape, como cualquier otra expresión de Arte. Y es necesaria para vivir. Aquellos que nunca se han acercado a ella, ya sea por desconocimiento, lejanía, prejuicio o miedo, cuando lo hacen, ya no encuentran el camino de retorno. Lo veo en mis alumnos, por ejemplo. Tienen un concepto distorsionado de la poesía, y cuando ven qué es, y que con su fuerza telúrica conecta con ellos, habla por ellos, se enganchan para siempre. La poesía es la búsqueda de la verdad, y no temo parecer cursi con esta afirmación. Es una forma de fe, de esperanza, para poder seguir adelante. Al menos para mí. Sin poesía, sin belleza, sin Arte, nos iríamos del todo e irremediablemente a la mierda, con perdón.

3.- ¿Cómo definiría su poesía? ¿Qué le interesa de la poesía?

Me han definido y etiquetado como poeta del desvalimiento, la fragilidad, etc. No es que no esté de acuerdo, en mucho de lo que escriben sobre mi obra, desde el pudor, me veo reflejada. Pero es que yo misma no podría definir mi poesía. Ese enormísimo esfuerzo se lo dejo a los que entienden de poesía y son capaces de estudiarla desde dentro. Soy incapaz, pues obedezco a la pulsión, a la pasión, siempre desde el respeto que le tengo a un género tan complicado como el que nos ocupa. Aspiro a calmar mi hambre y mi sed de poesía, y a llegar a rozarla, nada más. Si lo consigo, aunque sea un poco, soy feliz.

Y sólo me interesa leer lo que me aporte aire en las alas y oxígeno en el corazón. Eso quiero de “mis” poetas. Y mi objetivo es llegar a aportar también algo bueno a los que me leen.

4.- Los ángeles fríos evoca una naturaleza dura. En la portada del libro figuran dos estatuas que muestran su impasibilidad, el frío del mármol. La poesía de Rosario Troncoso se ha distinguido siempre por su calidez, ¿qué hay de distinto en esta obra?

Dímelo tú, que eres poeta también. La vida, las lecturas, el bagaje y la experiencia nos moldea, nos cambia, nos transforma. Es un libro más oscuro, quizás, pero no es triste. Es asumir que estamos rodeados de ángeles fríos, y criaturas (nosotros mismos) que huyen del fondo de la emoción, por miedo. Vivir en la superficie es el mecanismo de defensa que tenemos los occidentales: vivimos de espaldas a la muerte, a la energía salvaje, a todo lo que huela a perder el control sobre nuestra propia vida y comodidad.

Muchos de los poemas tratan justo de eso, de la frialdad en la que estamos instalados, y a la que no queremos o no podemos renunciar, pero nos duele, nos duele profundamente. Estamos heridos de frivolidad. Pasa factura.

El lenguaje en este libro es el mío. Mi voz es mi voz, y algunas imágenes recurrentes ya estaban en Nuestra Orilla Salvaje (Siltolá), por ejemplo. Pero he querido ahondar más. Ha dolido más. Pero buscar la belleza es un deporte de riesgo, ¿no crees?

5.- ¿Cuál diría que es el fin último del poemario? ¿Es la poesía una herramienta útil para la vida?

Mucho se debate sobre la utilidad de la poesía, si sirve para la vida práctica o no. Justo enlazo con lo que explicaba en la pregunta anterior: la poesía sirve para conectarnos con nosotros mismos y con los demás. Estamos envueltos en rutina, en gris, en horarios incrustados en los párpados. Amar a fondo la poesía, comprenderla, abrazarla, vivir en ella es una forma de respirar. Aprender a respirar es necesario, y la poesía de verdad es el oxígeno, aire para las alas. Entiendo la poesía así. Y debe golpearnos dentro y fundirse con nuestra sangre.

6.- ¿Quiénes son sus referentes?

Tengo muchos, y no sólo de poesía. Nombraré unos cuantos: Clarice Lispector, Sylvia Plath, María Zambrano, Cernuda, Salinas, Julio Mariscal, Felipe Benítez Reyes, Javier Sánchez Menéndez, Aleixandre, Girondo, Chantal Maillard, Alejandra Pizarnik, Juarroz…

Y músicos, pintores, cineastas, artistas, amigos “normales” que me narran sus historias de vida.

7.- ¿Cuál diría que es el ingrediente imprescindible en su poética?

Dolor y ausencia. El dolor es necesario, al menos para mí, para entenderlo todo. A través del dolor llegamos a comprender el resto de las emociones. El dolor transforma. Y pasión, siempre la pasión.

LAS EDADES DEL SOL

Llueve muy dentro de mi vientre helado,

pero sé lamer tu sombra de amor en rama.

 

En la calma se suceden las edades del sol.

Y aquí en el lodo que me cubre,

me disuelvo y germino.

 

Aprender a latir con sangre de otro,

solo es cuestión de fuego y de destreza.

Controlar la furia antes del temblor.

 

En la calma sobreviene el delirio

y su misericordia.

Un vacío silencioso, absoluto,

de polvo y de ceniza.

La nada como bálsamo

en la herida final

que abre la tierra si olvido tu nombre.

 

                                                Los ángeles fríos (Calambur, 2019)

 

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