“Kebab”. Teatro intimista con dos hombres y una mujer como objeto de lucro

Por Horacio Otheguy Riveira

Los medios de comunicación airean con facilidad el abuso de la mujer en América Latina, especialmente en cierto estado mexicano, pero poco y nada se dice de la cantidad de mujeres europeas atrapadas en la trata y en la feroz explotación ejercida por sus compatriotas. Los cineastas belgas, Jean-Pierre y Luc Dardenne dejaron constancia en El silencio de Lorna, una película estrenada en 2008, la primera realización internacional sobre el tema, una historia de albaneses y rusos en busca de nacionalidad, con crímenes y muerte de por medio. Un año antes, 2007, se estrenó en Francia esta obra teatral de Gianina Carbunariu, dramaturga rumana prolífica, también directora, poco conocida en nuestro país  (Solitaritate, Elogio de la pereza). Junto a los hermanos Dardenne, y otras Compañías de teatro alternativo, conforma el selecto sector de combatientes ideológicos, reducido su público a una minoría porque a la clase dominante no le interesa agitar este avispero en el que confluye la miseria económica y moral de la inmigración con la amoralidad de los hombres de posición acomodada, clientes fieles de la prostitución más canallesca: la vileza de obtener placer con el sufrimiento ajeno.

Bajo el título de Kebab, nombre simbólico de gran trascendencia por la enorme cantidad de restaurantes de este tipo (de origen variopinto: turcos, marroquíes, iraquíes…) distribuidos por el mundo, en general muy populares. Pero en esta función no hay nadie de etnia musulmana y ninguna de sus variantes, sólo una rumana que trabaja en uno de ellos a disgusto, hasta que llega un compatriota con la feliz idea “de que te he conseguido un trabajo mucho mejor en el que vas a ganar diez veces más”. Están en Irlanda, y la prostitución con especialidad en felaciones que la ingenua muchacha practica no les hace lo ricos que desean, pero ella perpetuará la dosis de golpes de la que huyó de su país natal, hasta enfilar su graciosa belleza, casi adolescente, hacia un destino mucho peor, tras compartir cama y mantel con otro rumano, éste culto, estudiante universitario.

En un momento de relax de su agitada existencia, ella dice: No sé para qué dejé los golpes que recibía en mi casa y le responden: Ahora tienes clientes que te pagan por hacerlo.

Se desliza sobre el escenario una trama truculenta, de violencia extrema sobre un ser desvalido, una joven emocionalmente inmadura que, sin embargo, sobrevive con una actitud encantadoramente infantil ante las relaciones sexuales, atrapada, más bien, por la imperiosa necesidad de ser querida. Los dos varones que se ocupan de ella tienen características muy distintas, y tal vez por eso se verán incapaces de separarse. El tipo basto, vulgar y listo frente al chico de familia acomodada que puede llegar a ser tan cruel como el otro en su pasividad.

El ejercicio dramático de la autora consiste en desarrollar este material de manera contenida, en sucesión de escenas cortas, diálogos fluidos, brotados de comportamientos de una normalidad abrumadora, como si nada grave estuviera pasando, a tal punto que mientras comen sentados en el suelo, añoran los platos típicos de su tierra; uno que echa en falta la maravillosa cocina de su madre, mientras los otros saborean imaginariamente un guiso y aquella otra delicia, y entre todos disfrutan el aroma inconfundible de lo familiar, conocido o fantaseado. Sin embargo, detrás de ese encuentro relajado hay una atrocidad cotidiana que puede llegar a una violencia sobrecogedora: ¿Cómo sabes que el niño que esperas es mío? ¡Porque hace meses que él solo me pega!

Los tres intérpretes desarrollan acertadamente los encuentros y desencuentros de sus personajes, con un espíritu de juego paradójico, más aún cuando alternan juegos/canciones de infancia con la violencia sexual por la que pagan algunos caballeros y la que ellos mismos practican, “amigos” incapaces de amar. Lo hacen dentro de una puesta en escena que enfría aún más la distancia propia del texto, como si se necesitara subrayar “lo natural” para gente cuya ruindad se cubre de la misma apariencia que cualquiera de nosotros. Esa distancia crea un acercamiento inquietante difícil de mantener durante hora y media, a falta de escenas muy fuertes que ha de imaginar el espectador. Es un teatro muy interesante para aproximarse a una dolorosa experiencia que sucede a nuestro alrededor entre tinieblas, a un lado de nuestra vida cotidiana, entre las sombras al caer la tarde, la noche “colocada” en busca de una turbulencia sexual que suele necesitar como protagonista a una mujer desvalida.

AUTORA Gianina Carbunariu

TRADUCCIÓN Javier Lago

DIRECCIÓN Gabriel Fuentes

INTÉRPRETES Eva Rubio, Pablo Sevilla, Daniel Ibáñez

DISEÑO DE ILUMINACIÓN Y VIDEOESCENA Águeda A. Millán

ESPACIO SONORO Gastón Horischnik

MÚSICA ORIGINAL Daniel Ibáñez, Gastón Horischnik

JEFA DE PRODUCCIÓN Luisa Fernández Ferrer

DISEÑO GRÁFICO Paula Luis

FOTOGRAFÍA CelmaPhotography

PRODUCCIÓN Punctum Compañía

COMUNICACIÓN Lemon Press

TEATRO NAVE 73.

  • Miércoles 2, 9, 16, 23 y 30 de octubre
  • Jueves 3, 10, 17, 24 y 31 de octubre
  • Hora: 20:30h
  • Precio: 12€ anticipada // 14€ taquilla

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