Lolita Flores y Marta Guerras, madre e hija luchando por «La fuerza del cariño»

Por Horacio Otheguy Riveira

Ellas luchan sin saberlo, parapetadas en sus mundos pequeños, sin referencias sociales, de una difusa clase media, dos mujeres solas, una viuda, la otra, sin formación alguna, a punto de casarse con un profesor de lengua; ninguna de las dos parece trabajar en nada, una es pesadísima, la otra vive entre nubes dislocadas. A las dos les pasarán cosas divertidas y muy dramáticas. Tal la versión escrita y dirigida por Magüi Mira, sobre un éxito oscarizado del cine de los 80 con Shirley McLaine y Debra Winger. También se convirtió en una novela de éxito. De todo ello, en esta extraña versión teatral queda el loable esfuerzo de Lolita Flores y Marta Guerras: dos generaciones componiendo con acierto dentro de una propuesta escénica muy discutible, en la que confluyen confusamente el melodrama convencional del texto original con un montaje arbitrario, de teatro en el teatro, amparado en una escenografía aún más chirriante, que facilita escenas paralelas pero embarulla la mezcla de estilos.

Dos actores acompañan a las actrices: Luis Mottola en un papel demasiado caricaturizado y Antonio Hortelano, con un personaje apenas esbozado en el que se diluyen sus muchos recursos ya aplaudidos en obras como Una semana nada más y Nuestras mujeres. Lo mejor de la función: las escenas de sexo elegantemente simulado pero suficientemente explícito. En ellas se percibe un espléndido trabajo corporal por parte de las dos parejas: Marta Guerras (La comedia de las mentiras, Metálica…) con Hortelano formando un matrimonio que disfruta el día a día como niños con juguete nuevo, y Mottola con Lolita, ardiente amor de gente madura: sentido del humor, plasticidad coreográfica, y una química que ya demostraron en la comedia romántica Prefiero que seamos amigos. Gusto da verles juntos en cualquier situación, desprenden compañerismo y solidaridad en los difíciles momentos sobre el escenario, tarde a tarde, en busca permanente del equilibrio emocional que siempre debe existir entre el personaje y su intérprete.

Amplia, generosa, valiente y rica en creatividad es la trayectoria de Curt Allen Wilmer como escenógrafo (Hamlet, Muñeca de porcelana, Juntos) y Magüi Mira, excelente actriz (La anarquista, Culpa) y directora que nos ha brindado importantes experiencias escénicas (El perro del hortelano, En el estanque dorado, Festen, Consentimiento  [Premio Valle Inclán 2019]…). Esta vez los ángeles de la creación les han dejado solos en un experimento que oscila entre el caos surrealista, la comedia ligera y el melodrama crepuscular, todo aderezado con aportes musicales estridentes. Desde luego, han intentado un experimento que no llego a comprender.

Al menos en el último tramo se enfoca el principal defecto y acierto de la obra original: el imponderable trágico de la existencia humana cuando golpea irremediablemente, un recurso que tiene muy mala prensa (y con razón) como fácil golpe de efecto, frente a un más depurado tratamiento de la emotividad. Pero es lo que hay, lo que corresponde a un texto más propio de una dramedia televisiva.

La película, al servicio de la siempre admirable Shirley McLaine, obtuvo 5 óscars, más por sus golpes bajos que por sus sutilezas. Esta producción tal vez también obtenga premios, de momento ya tiene el apoyo del público desde su estreno en agosto en Avilés. A mi entender, se sostiene por el esfuerzo de sus protagonistas, notables siempre, tanto en la sobreactuada primera parte como en la muy contenida recta final.

Aurora, la madre perfecta y tímida viuda, y Emma, su hija rebelde y entrañable, y el profesor torpe y seductor, y el astronauta excéntrico y mujeriego. Estos cuatro seres, a pesar de sus grandes diferencias, celebran la vida de cada día.
La celebran con humor, lágrimas, ironías, enfados, gritos, risas…Esta vida que nos ordena al azar, que nos acerca y separa por lazos de sangre o de deseo, de forma misteriosa, cumpliendo mágicas constelaciones que no sabemos interpretar, y que ahí nos deja, en medio del viaje.

(…) Merodean alrededor de la burbuja en la que todos queremos entrar para olvidar la angustia de la vida, para encontrar el placer infnito de dar amor y sentirse amado. Amor. La emoción que necesitamos como alimento ecológico y esencial para despertar las hormonas de la felicidad.

Pero cuando la vida tiembla y el temporal se lleva la ropa y tiritan de frio, el viaje se detiene. Ya no hay fltros, y con potencia salvaje aparece la fuerza del cariño que de golpe los coloca en el paisaje real de la vida. que los convierte en seres humanos completos. Imbatibles. Auténticos. Sinceros. Admirables. Verdaderos supervivientes. (Magüi Mira)

Lolita Flores, Marta Guerras, Luis Mottola, Magüi Mira, Antonio Hortelano, sentados en la cama donde transcurre gran parte de la acción de Aurora Greenway (Lolita).

Autor: Dan Gordon

Traducción: Emilio Hernández
Versión y dirección: Magüi Mira
Ayudante de dirección: Hugo Nieto
Iluminación: José Manuel Guerra
Escenografía: Curt Allen Wilmer
Productor: Jesús Cimarro

Una producción de Pentación Espectáculos 

TEATRO INFANTA ISABEL, MADRID. HASTA EL 17 DE NOVIEMBRE 2019

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