Si yo fuera rico (2019), de Álvaro Fernández Armero – Crítica

 

Por Álex Ander.

Cómo convertirse en nuevo rico y no morir en el intento.

Decía Woody Allen que el dinero no da la felicidad, pero que procura una sensación tan parecida que se necesita un auténtico especialista para verificar la diferencia. Pero, además de felicidad, la abundancia de parné también puede brindar unos cuantos quebraderos de cabeza. Si no, que se lo digan al protagonista de Si yo fuera rico, la última película de Álvaro Fernández Armero, responsable de productos tan atrevidos y desvergonzados como la televisiva Vergüenza.

El filme, una simpática comedia con cierto trasfondo social, está protagonizado por un creíble Álex García, metido esta vez en la piel de un chaval asturiano de la generación Peter Pan al que, estando en paro y a punto de divorciarse de su mujer (Alexandra Jiménez), le toca la lotería. A partir de ese momento, tendrá que ingeniárselas para adaptarse a su condición de nuevo millonario sin que sus mejores amigos (Adrián Lastra y Franky Martín) se enteren de que lo es.

“Todos [los personajes] son imperfectos y no hacen más que tomar malas decisiones todo el tiempo. Lo divertido es ver que son miserables, que lo hacen todo mal, pero pese a todo los quieres y vas con ellos», comenta Jiménez.

Una película entretenida —aunque previsible y poco original— que huele a taquillazo, como todo lo que produce últimamente Telecinco Cinema, abonada en los últimos años al éxito con largometrajes tan aplaudidos como Ocho apellidos vascos o Superlópez.

 

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