Un filo de luz, de Andrea Camilleri

Por Marta Marne de Leer sin prisa. @Atram_sinprisa.

Un filo de luz_300_CMYKSalvatore di Marta acude a la comisaría de Montalbano a poner una denuncia. Su esposa ha sido víctima de un atraco, y no un atraco cualquiera. Esa noche llevaba en su bolso la recaudación del supermercado de Salvatore, 16.000 € nada más y nada menos. Al parecer Loredana acudía a ingresar el dinero tras visitar a su amiga Valeria cuando encontró un hombre tumbado en el asfalto de la carretera, y al acudir en su ayuda este pasó de víctima a verdugo atracando a la jovencísima Loredana y llevándose todo el dinero.

Enseguida hay cosas que no le cuadran a Montalbano, la cantidad de dinero es demasiado elevada para ser todo fruto del azar, y con la colaboración de sus ayudantes descubre que en la calle que Loredana afirma que sucedió el atraco no hubo ningún hombre tirado en el rango de tiempo en que supuestamente pasó todo. Todo gracias a una coincidencia y a la vigilancia de una joyería por parte de los carabineros frente a la que Loredana afirma que pasó todo. Este será solo el arranque de la resolución del atraco que será más complicado de lo que parecía en un primer momento.

Otro de los casos que se solapan es la desaparición de dos tunecinos refugiados, un caso del que Montalbano entrará o saldrá según exigencias del guión. Tráfico de armas y persecuciones por Vigàta marcarán los pasos del caso hasta terminar con unas implicaciones más personales para Montalbano de lo que podría imaginar en un principio.

Como tercera línea narrativa, Montalbano acude a la inauguración de una nueva galería de arte en Vigàta. Allí conocerá a Marian De Rosa, una mujer que afirma «estar en condiciones de comprender a fondo a un hombre sabiendo qué pintores le gustan y qué escritores lee.» De ese modo consigue encandilar a Montalbano para que ella pueda acudir a su casa para poder ver sus obras de arte… y quizás algo más. Toda una directa que deja al comisario sin habla.

Los horarios del comisario en esta ocasión estarán más marcados que nunca por su vida personal, por sus paradas a medio día para comer, por sus paseos hasta el puerto que tanto le ayudan a ordenar sus ideas y especialmente su hora de llegada a casa para poder hablar con Marian por teléfono. Está claro que el amor y la ilusión por alguien nuevo no tiene edad. Debido a ello, a lo largo de toda la novela deberá debatirse entre lo que siente por Marian y por su pareja Livia. Será una sensación agridulce a cada paso, viendo cómo el amor que Livia y él sentían parece diluirse entre la distancia que les separa, y la pasión que la novedad que es Marian le otorga. Habrá que llegar hasta la última página para saber qué le ordena su corazón.

El toque mágico de la serie de Montalbano está en sus diálogos. Páginas y páginas de personas conversando. Me los puedo imaginar como los típicos italianos ruidosos que hablan de forma atropellada y con tono elevado. Las descripciones y la narración son buenas, pero nada comparable a la fuerza que emanan sus diálogos, a esa personalidad que dota a los personajes a través de sus voces. La voz del «en persona personalmente» Catarella, del seductor Mimì, de su querida cocinera Adelì, de las recopilaciones de datos inútiles de Fazio, de las discusiones con Livia.

Las novelas de Montalbano son como un atardecer de verano, de uno de esos días largos en que haces mil cosas por todas las horas de luz, un día de esos que te sientas en el porche de casa agotado, como hace el comisario, con una copa de vino y su tabaco para tan solo disfrutar del momento. Para paladear la calma del fin del día, la calidez de la temperatura, la luz que poco a poco se va atenuando, ese silencio que lo inunda todo y hace que tu alma encuentre un momento de calma. Así son las novelas de Camilleri, un reducto de paz dentro del resto de lecturas. Sabes que su elección es un acierto seguro, que pasarás un buen rato en calma y que te arrancará más de una sonrisa.

Dentro de la crueldad y la violencia de gran parte de las novelas negras, Camilleri aporta ese punto de inocencia al género, esos valores en los que predomina más la felicidad de su dottore que la sangre encontrada en la escena del crimen, esas descripciones más pormenorizadas de lo que come su protagonista que de los golpes que recibe el atracado del caso que investiga, todo ese tiempo en el que transcurre su vida fuera de la comisaría que el que pasa dentro. Novela negra mediterránea en estado puro.

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