Ainadamar o la emoción desbordada

Por Eloy V. Palazón

Escena de Ainadamar.
Teatro Real

De Lorca dijo Nuria Espert que era el único escritor capaz de transmitir como el gran bardo inglés, Shakespeare. No le falta razón, pero si además lo recita ella, con su presencia tan contundente en la escena, la cosa supera toda expectativa. Y así empieza Ainadamar, la ópera que ahora mismo está en cartel en el Teatro Real y que cierra su temporada 2011/2012.

La ópera pone en escena tres historias en paralelo: Margarita Xirgú, representada por Nuria Espert y por Jessica Rivera, melancólica por su recuerdo de Lorca y de su representación de Mariana Pineda, Lorca al abismo de la muerte y el relevo de Margarita a su alumna predilecta, Nuria.

La producción del Teatro Real es absolutamente emocionante. Empezando por la escenografía: el artista chicano Gronk ha pintado un gran mural que envuelve todo el escenario y que va modificando su presencia gracias a la iluminación ideada, de forma muy inteligente, por James F. Ingalls. Son mil cuadros en uno y eso hace que la escenografía, a pesar de ser la misma en toda la representación, no canse. El único cambio ocurre hacia el final, cuando el mural frontal se eleva y nos permite ver, a través de los ventanales del fondo, la plaza Isabel II, un giro de tuerca asombroso firmado por un director de escena, el gran Peter Sellars, que resuelve de forma magistral las dificultades de la obra y, sobre todo, de esta nueva versión, la definitiva según comentó el director, con dos Margaritas en escena.

Nuria Espert hace una Margarita fantasmal, recorre la escena de un lado a otro, está presente y ausente a la vez, recita de forma formidable, pero a veces (en pocas ocasiones) da la sensación de ser una figura molesta, escénicamente hablando. Jessica Rivera también representa a Margarita Xirgú, esta vez más presente, vestida de negro (en oposición al blanco mortecino del vestido de Nuria) y con una presencia vocal sólida. Nuria Rial resuelve el papel de la alumna de forma extraordinaria, tiene unos agudos potentes y preciosos, un registro complicado que embellece con un timbre cálido. El Lorca de Kelley O’Connor  intenta ser emotivo sin conseguirlo demasiado, con una voz femenina grave que tal vez recuerde a la misma trasposición que hizo Margarita Xirgú cuando representó a Hamlet (aunque en ópera haya una larga tradición por trasposición de géneros, nada original pues).

Escena de Ainadamar.
Teatro Real

La orquesta, dirigida por Alejo Pérez, introduce nuevos instrumentos como guitarras o cajón y suena bien, tanto en afinación como en timbre y color sonoro, dejando atrás esos desastrosos años donde lo normal en la orquesta del Real era la desafinación y el mal gusto. Tal vez desde aquella Salomé de Robert Carsen, hace unas temporadas ya, que dio una gran sorpresa, la orquesta se ha reciclado bastante y cada vez suena mejor. El coro posee gran importancia escénica y vocal, aunque la coreografía resulta un tanto torpe y acartonada (claro, que las cantantes no son bailarinas).

La partitura, firmada por el compositor argentino Osvaldo Golijov, está plagada de ritmos y giros armónicos típicamente españoles (tal vez demasiado “tipical spanish”, tanto que puede cansar un poco), y el cantaor Jesús Montoya, en el papel de Ruiz Alonso, sale desde el balcón y pone los pelos de punta. Sus salidas a escena, en tres o cuatro ocasiones, desbordan toda emoción.

Es un excelente final de temporada, una propuesta fresca y una genial representación. Llévense pañuelos, las lágrimas están más que aseguradas.

 

Fin de temporada

A Gerard Mortier le encanta, por lo que se ve, acabar las temporadas a lo grande. Ya lo hizo el año pasado con un brillante San Francisco de Asís y lo ha vuelto a hacer con Ainadamar.

Y como toda temporada, ésta ha tenido cosas buenas, y cosas no tan buenas. Entre las buenas, que son las que merecen recordar, la Pelléas et Melisande de Bob Wilson, la extraordinaria Lady Macbeth de Mtsensk, la innovadora propuesta de Marina Abramovic y Bob Wilson y esta última, Ainadamar.

Nos espera una temporada 2012/2013 cargada de Mozart, con un comienzo apostando por lo fuerte, Schönberg, y con alguna que otra sorpresa.

 

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