Benarés, India

Benarés, India

Jesús Aguado

Pre-textos
Valencia, 2018
204 páginas

La verdad es que, bien pensado, eso de ser poeta e irse a vivir a la India es un poco hacer trampa. Y no sólo por el extra de inspiración, amplitud mental y serenidad que ese país, al menos en nuestros prejuicios, ofrece, sino por eso que el propio Jesús Aguado explica en este curioso diario de que en la India tienen un respeto casi supersticioso por los poetas, y si demuestras que lo eres tienes poco menos que inmunidad diplomática desde que te apeas del avión. Estamos exagerando, sí, pero no demasiado: Aguado, según cuenta él mismo, se movía por los pasillos indios con el único libro de poemas suyo en el que aparece su retrato en la solapa, y eso le abrió puertas o le agilizó trámites. “Un poeta siempre es bien recibido en la India”, le decían, y así él podía acceder más rápidamente a sus abluciones civiles o a las gestiones del alma.
Ésa era la parte buena de las estancias en Benarés que recuerda para nosotros en este libro el magnífico poeta malagueño, y la mala eran los mosquitos, el calor, el caos del tráfico, algunas discusiones entre gritos (pues son budistas, sí, pero también humanos). Lo espiritual se une a la calamidad en unas páginas en las que Aguado no incurre en el misticismo postizo y superficial precisamente porque su atracción por las culturas orientales no es eso que ahora se llama “postureo”, sino verdadero trabajo interior, y por otra parte la suya es una erudición realmente generosa, esto es, que no abruma ni fatiga al lector con excesivos datos, sino que lo hechiza y entretiene con algunas pocas cosas que sugieren una inmensidad, un mundo rico, enigmático y sabio al que entregar parte de la vida, y en el que no da miedo morir.
Lo que aquí se cuenta son dos largas estancias en Benarés separadas por varios años, más varias visitas breves, pero nunca queda muy clara la cronología, y se diría de hecho que las dos estancias prolongadas se superponen y se solapan y hasta se confunden, como si la estructura del libro quisiera compartir y hacer suya esa abolición del tiempo que, al parecer, se da en las filosofías del Indostán. Da un poco igual cuándo sucedieron las cosas, parece insinuarse: el caso es que sucedieron y dejaron su poso, su enseñanza, su mensaje, aunque a veces se tarde lustros en estar preparado para descifrarlo y entenderlo. Así sucede, por ejemplo, en el mejor pasaje del libro, cuando Aguado cuenta cómo reconoció en un conductor de carros hindú la misma camiseta verde que, por viejísima y raída hasta el extremo, Aguado había desechado y tirado a la basura con pena quince años atrás: si esa historia es inventada, es una gran idea literaria; si es real, entonces casi estamos hablando de un milagro, una de esas cosas que sólo suceden lejos.
Pero hay mucho más: es sublime y reconocible el endecasílabo con el que Aguado, aliviado, da por terminada una relación amorosa tóxica: “¡Qué hermosos son los búfalos sin ti!”, y en los epílogos al libro recorremos el Ganges en una barquita o visitamos la librería más singular y estrafalaria del planeta. Nosotros, como libreros, hemos de destacar este pasaje, pero sin desvelarlo: esas horas en la librería Motilal, donde una cobra blanca puede perfectamente aparecer y saludarte con la lengua si sacas de las estanterías algún volumen, o donde la gente se queda a dormir entre cucarachas y ratones (que, estando en Benarés, pueden ser parientes cercanos), o donde el librero, al vender un libro, lo estrella contra el suelo de plano para librarlo del polvo acumulado en décadas… son impagables, y ponen una de sus tres guindas epilogales a un libro realmente particular, diferente, dueño de un extraño equilibrio y una armonía inexplicable entre tanto salto temporal, tanto cambio de tema, tanto poema (bueno) interpolado, tantas horas muertas (pero no vacías) de meditación. Un cuaderno tan sencillo casi como su título, pero también complejo, estratégicamente misterioso,

“Desde la barca que cabecea por el centro del río –el oleaje de hoy le da cualidades marinas–, Benarés parece un desplegable, una imagen extendida que en cualquier momento alguien doblará y volverá a confinar al interior de un libro. No es que crea que es pura fachada como si fuera un decorado o estuviera fijada, detenida en un punto como una mala foto. Es sólo que no es completamente de aquí y se nota. En cualquier momento podría desaparecer, está desapareciendo. Una parte en la tierra, semillas de ojos y de brazos y de ideas, y otra parte en el cielo, ese granero del vacío. Lo más real y lo más irreal a un tiempo: tan antigua que hace siglos que ya no existe y tan presente que, en efecto, y sin necesidad de ser hindú para sentirlo, uno presiente que es el centro de eso –Eso, lo que sea- que nos otorga peso y medida; una ciudad, por cierto, sin futuro, ya que en ella todo se disuelve, todo se libera: si avanzara un único paso en el tiempo éste deflagraría feliz desintegrándola y arrastrando consigo a todos sus moradores. La ciudad más viva –los saris bajando las escalinatas para secarse, los jóvenes braceando en la orilla, los búfalos sumergidos hasta el hocico con un cuervo en su lomo, los brahmanes realizando sus abluciones, los paseantes con cámaras digitales, los niños jugando al crícket o volando sus cometas– es, sin contradicción, una ciudad fantasma: aquello que se deja tocar de verdad por ella –lo que se deja tocar por su verdad– queda descorporeizado, vuelto del revés, con su espíritu a la vista. Seres translúcidos que dialogan con la eternidad para pedirle perdón por su opacidad pasada. Desde la barca hoy Benarés se me muestra en sus desapariciones, en sus huidas hacia lo alto y hacia lo hondo. Intento apresarla con mi mirada panorámica y seria, meterla en mí para no caerme (la base de plomo o arena prensada que hace que los tentetiesos siempre acaben recuperando la posición vertical), pero se me escapa sin que giman sus cimientos. En cualquier instante podría replegarse hacia su origen y dejarme flotando en el vacío. Si es que no lo ha hecho ya.”
Jesús Aguado nació en 1961 y ha vivido en Sevilla, Málaga, Benarés (India) y actualmente lo hace en Barcelona. Sus últimos libros son: El fugitivo. Poesía reunida: 1984-2010 (Vaso Roto, 2011), La insomne. Antología esencial (FCE, 2013), Sueños para Ada (Hiperión, 2014), La luna se mueve sola (Isla de Siltolá, 2015), Carta al padre(Vandalia, 2016), Fugitivos. Antología de poesía española contemporánea (FCE, 2016), Therigatha. Poemas budistas de mujeres sabias (Kairós, 2016), ¿En qué estabas pensando? Poesía devocional de la India, siglos V-XIX (FCE, 2017), Diccionario de símbolos (Editora Regional de Extremadura, 2017) y Paseo (Luces de gálibo, 2017). Es Cirrus Vertebratus de honor por la Asociación Española de Contempladores de Nubes.

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