Claudia Acuña – En este momento

Por Daniel Muñoz.

La tradición chilena y jazz contemporáneo se dan la mano.
Es habitual no estar muy al tanto del panorama jazzístico que se desarrolla en el subcontinente sudamericano. Y es una pena, porque hay talentos realmente interesantes. Es el caso de la vocalista, compositora y arreglista chilena Claudia Acuña, muy conocida y apreciada no sólo en su propio territorio continental, sino también en los vecinos centro y norteamericano.

Residente en Nueva York desde hace tres brillantes y productivos lustros, llegó casi por casualidad, alentada por sus profesores de canto en su Chile natal y aterrizada en la gran Manzana sin un dólar en el bolsillo ni otro plan que absorber por cada poro de su cuerpo el jazz que flota en cada centímetro cúbico de su ambiente. En sus propias palabras: cada nota era una lección. Y así fue como, trabajando en lo que podía y asistiendo a todas las jam-session de las que se enteraba, Claudia se doctoró en música por la escuela de la vida y la experiencia, al viejo estilo. Además de hacer un más que interesante grupo de amigos, con los que ha girado, grabado, colaborado y de los cuales una buena muestra se da cita en este trabajo, tanto a un lado como al otro de la mampara del estudio de grabación.

Este disco es una delicia para los amantes de su cadenciosa y acariciadora voz, que envuelve y transporta a parajes tropicales sin que apenas pueda uno darse cuenta. En cada nota que sale de su portentosa garganta se conjuga la delicadeza y frescura de las gotas del rocío selvático; la fuerza del monzón y el agradable calor de los rayos de sol tras la tormenta; el olor de los mares de jade y la suavidad de las infinitas playas de inmaculada arena blanca. La melodía fluye por ella y se convierte en la portadora del mensaje del tiempo y de la tierra. Atentos a las pistas ocho y diez, que les resultarán familiares y al tiempo tan absolutamente novedosas que se preguntarán si realmente se trata del mismo clásico tantas veces repetido, pero tan pocas reinterpretado.

El vestido musical que la acompaña está a la altura de las circunstancias. No en vano, su director, Jason Lindner, es también su pareja sentimental, lo que hace que el nivel de compenetración entre música y voz alcance un grado de excelencia continuado.

La mezcla de jazz y ritmos tradicionales de su tierra natal que hace Claudia no tiene fisuras ni se notan los bordes, más al contrario, conforma un todo que se convierte en un nuevo estilo absolutamente personal e intransferible, emulando así a su admirado Dizzie Gillespie cuando hacía lo propio fundiendo el jazz con los ritmos latinos, afroamericanos y afrocubanos.

Hay que alabar su valentía al abrazar sus raíces hispanoamericanas y defenderlas con pasión. En un estilo musical tan propenso (por herencia) al “angloparlantismo”, ella escribe la práctica totalidad de sus canciones y arreglos en español.

En resumen, un disco para disfrutar y escuchar en momentos de intimidad y relajación, con una buena taza de café y, gracias al milagro de la música, contemplando con los ojos del alma los incomparables parajes por los que Claudia Acuña les va a conducir.

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