Cultivarse a sí mismo como obra de arte

Ediciones Cumbres publica un libro llamado a convertirse en obra de colección y de consulta. En el prólogo de la obra, el filósofo Marco Parmeggiani se hace preguntas que convocan al lector: ¿Podemos dejar de pensarnos como sujetos para configurarnos como obras de arte? Nietzsche entendía las propias fuerzas y debilidades como la argamasa con las que trabaja el artista, propiciando un terreno estético a lo que siempre fue dominio exclusivo de la reflexión moral.

El 21 de junio, a las 19:00 horas, el filósofo Carlos Roldán López presentará su libro en la librería La Central del Museo Reina Sofía.

 Cultivarse a sí mismo, un voluminoso ensayo de cerca de 400 páginas, cuenta además del prólogo de Marco Parmeggiani titulado «El arte como el único contramovimiento del nihilismo», con otros dos trabajos introductorios: «El cultivo de sí mismo, el espejo de Dionisos» de Eduardo Blazquez, y En » Antes de la salida del sol» uno de los capítulos más hermosos e importantes de Zaratustra, Nietzche escribe de Celia Fernández Consuegra. La imagen de la cubierta ha sido cedida por Alma Llerena

La Vida es así entendida como un fenómeno estético y la elaboración de la propia existencia como una tarea artística en la que la danza y la música se elevan a necesidad del “Alma contenta de si misma” por lo que Nietzsche afirmaba “le doy a los artistas más razón que a todos los filósofos hasta ahora”.

La intensificación de la Vida será a partir de ahora, más importante que explicarla…y la tarea del filósofo artista ya no será tanto el confinamiento del mundo en categorías conceptuales como la producción de herramientas que ayuden a la actividad de la Pasión más fuerte…Ha nacido el filósofo-artista.

Nietzsche mantuvo una actitud de confrontación radical con la reflexión estética del pasado. Tanto el platonismo con el concepto de belleza, como el aristotelismo con el de mimesis, como el kantiano con el de juicio estético y el schopenhaueriano de Idea platónica, terminan por malinterpretar completamente el fenómeno del arte, al no situar en el centro de las reflexiones la creatividad artística. Para Nietzsche, los filósofos nunca han entendido ni entienden de arte, y en este campo más vale prestar mucha más atención a los mismos artistas[1]. ¿Cómo se puede poner uno a analizar los aspectos estéticos de un arte que uno sólo capta superficialmente, pero no lo llena por entero? Para saber en qué consiste la auténtica captación del arte nos podemos fijar en los artistas mismos, en quien hace arte: ahí veremos que el verdadero artista es que el que identifica hasta tal punto arte y vida que se juega literalmente la vida con el arte. ¿Qué interés puede tener una reflexión como la kantiana o la aristotélica por parte de sujetos que no se han jugado la vida con el arte? Por el contrario, una de las preocupaciones fundamentales de Nietzsche, desde muy joven, tenía que ver con el destino del arte en el mundo occidental: realmente sufrió con la idea de que los años finales del siglo XIX sólo ofrecían la perspectiva de una decadencia del arte en un progreso sin término. ¿Por qué el destino del arte puede convertirse en una preocupación fundamental, obsesiva? Porque en ello está en juego la misma creatividad humana, es decir, lo más distintivo, no ya sólo del ser humano, sino de todos los seres , de la vida misma. Está en juego el marchitamiento final de las capacidades creativas del ser humano

Nietzsche por tanto separó radicalmente la meditación sobre el arte y su situación en el nihilismo contemporáneo, de la cuestión de la experiencia estética. En la conciencia completamente clara de que enfocar el arte y la creatividad desde la experiencia estética, como hicieron Kant, Hegel o Schopenhauer, nos oculta completamente y nos hace perder la posibilidad de captar la esencia del arte y la creatividad. La estética de la experiencia estética implica enfocar, no sólo el arte y la creatividad, sino la vida entera, desde el punto de vista del receptor, del público. Pero este es un punto de vista siempre pasivo, el punto de vista del que, no haciendo arte, pide que lo estimulen cada vez más con el arte. Es un punto de vista reactivo, del que, siendo incapaz de hacer, actuar por estímulos que brotan de sí mismo, lo hace sólo cuando es estimulado desde fuera. Por ejemplo, para sentirse activado por una emoción de amor, necesita que el artista la suscitar en él. Más aún, le pide al artista lo que él sería incapaz de conseguir, una emoción especial, distinta, original. Y en contraposición, el artista es el que construye o excava esta emoción en sí mismo y consigue expresarla en su arte.

Biografía

Carlos Roldán

(Málaga, 1973) es Doctor en Filosofía y licenciado en Derecho y Filosofía por la Universidad de Málaga. Es además Master en Salud mental y Clínica Psicoanalítica por la Universidad de León y Experto Universitario en Arte contemporáneo y Literatura y Artes Escénicas comparadas.  Desde el principio de su carrera académica ha investigado las relaciones entre el Arte y la Vida, y en especial las llamadas estéticas de la existencia que inciden en la configuración de la propia subjetividad como tarea prioritaria del arte y del artista, que se descubre a sí mismo como filósofo/a.

Imparte clases desde esta perspectiva en el Master Oficial de Artes Escénicas URJC y pertenece al Instituto Universitario de la Danza “Alicia Alonso” desde el que impulsa y dirige diversos proyectos de investigación que abren relaciones y tensiones entre el pensamiento filosófico y las artes escénicas. Es miembro entre otras entidades de la Sociedad Española de Estética Y Teoría de las Artes, de la Sociedad española de Estudios de Nietzsche y de la Sociedad Española de Estudios.


 
 

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