D.M.: Después de la Muerte de Snyder y Lemire 

Portada de la edición de Planeta de D.M.: Después de la muerte.

Una obra chocante en la que dos famosos creadores comparten autoría para conformar un cómic desigual.

Jeff Lemire y Scott Snyder son dos creadores de gran fama y, en ocasiones, superventas. Sin ninguna duda son muy seguidos por los lectores. Lemire, precisamente, es una de las puntas de lanzas de la editorial Astiberri en España, mientras que Snyder ha sido publicado por DC y Planeta. Pues bien, ambos han puesto sus mentes a trabajar para crear una obra titulada Después de la muerte. 

Esta obra ha sido editada en 2017 en los Estados Unidos y ve la luz, en la edición que vamos a comentar hoy, en la Editorial Planeta en 2023. Estamos ante una buena edición, en tapa dura, donde vemos que la parte gráfica está en manos de Lemire y la parte narrativa en manos de Snyder.  

Sabemos que Lemire opta siempre por dibujar cuando le parece que el trabajo tiene interés o él ha tomado parte en la creación. Cuando es así, es frecuente toparse con un trabajo de carácter íntimo, naturalista y un tanto silencioso (en el sentido que hemos comentado en alguna otra ocasión en Culturamas). Por supuesto, y como habrás podido imaginar, esto mismo sucederá en la obra.  

Snyder, en cambio, es un escritor que gusta del misterio, de lo paradójico y de lo sobrenatural (de un modo u otro). Todo ello también estará presente en este trabajo. Gracias a Snyder, vamos a encontrar una obra impactante y, en ocasiones, chocante. Podríamos decir que, incluso, es un poco paradójica en algún sentido. Parte de la cotidianidad típica que adorna los trabajos de Lemire para coquetear con el espectáculo de los trabajos de Snyder. Estamos, por lo tanto, ante una obra híbrida y mestiza que puede no gustar a los seguidores de los creadores, pero también puede abrir las puertas a otros lectores. 

En después de la muerte se hace una narración donde los elementos introspectivos y los elementos reflexivos toman cuerpo combinados con paradojas y alternativas. Por otro lado, la narración visual opta por la típica estructura horizontal de un cómic. Una estructura bastante racionalista, bastante medida, que nos recuerda a algunos trabajos de Burrows. Ahora bien, también hay páginas que rompen esta estructura y optan por un carácter mucho más narrativo. Esto nos recuerda profundamente a muchos trabajos de Alan Moore. Me atravería a afirmar que es una de las grandes influencias de este trabajo. 

Como hemos dicho antes, la obra opta por el uso de los silencios. Pero un uso medido, no resulta excesivo, pero tampoco estamos ante un trabajo típico de Lemire ya que no hay tanto silencio como le suele gustar a este autor. De ahí que el protagonismo del lector tampoco es excesivo y las interpretaciones que se pueden realizar de la obra están muy acotadas. De cualquier manera, podemos afirmar que D.M. es una obra para un público adulto que guste de lecturas algo complejas. No es un trabajo superficial o poco profundo. 

Sin embargo, la narración escrita es demasiado directa. Esto choca con las pretensiones que parece que busca la obra. A mi juicio, Snyder no logra consolidar un trabajo tan profundo o potente como, en principio, sugiere la obra. Al fin y al cabo, Snyder siempre tiende a ese carácter espectacular y esto se nota en la narración escrita. Parecería que le falta… no sé… un poco de poesía que sea algo más acorde con la tesitura narrativa global del trabajo. Esto no quiere decir que estemos hablando de un mal trabajo o de una obra fallida. En absoluto.  

El trabajo es muy interesante y merece la pena ser leído, pero es verdad que no es un trabajo que podríamos denominar como obra maestra o excelente. En este sentido, recomendamos a los lectores que no esperen un trabajo impresionante, a la hora de acercarse a la obra. En la parte visual, encontraremos la típica propuesta de Lemire, perfectamente identificable. Una narración en color, cosa que no siempre ocurre en las obras de este autor, que, además, modifica su colorido en función de los intereses narrativos. Esto hace que en unos momentos veamos a un Lemire más clásico y en otros, uno más psicodélico. A mi juicio, esta parte es la más interesante del trabajo. 

Por Juan R. Coca 

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