Desde Broadway con amor: Recuerdo de Glenn Close cantando

Trascripción de la crítica publicada en CULTURAMAS el 14 de mayo de 2017

Desde Broadway: Glenn Close canta en Sunset Boulevard, de Lloyd Webber

Por Luigi De Angelis Soriano

Cuando vi la película de 1950 Sunset Boulevard, dirigida por Billy Wilder (El crepúsculo de los dioses en España y gran parte de Hispanoamérica), aquello que primero capturó mi atención fue el guión. Desde las líneas construidas con elegancia e ingenio hasta el fluido desarrollo de la historia y sus personajes, la cinta cimentó la base de su éxito sobre este aspecto. Al mismo tiempo me pareció una crítica corrosiva a la industria hollywoodense, un drama soberbio con los matices de una escalofriante historia de fantasmas y de una cruel comedia negra. La parte cómica es quizás no intencional, más bien un efecto del tiempo sobre los ojos de un espectador moderno al apreciar el producto a buena distancia de su contexto original.

En su transición hacia una versión musical en Broadway, Sunset Boulevard muta. El aspecto dramático es menos sobrecogedor, la crítica menos corrosiva, el humor más diáfano y los placeres que ofrece son distintos. El musical es, sin duda alguna, un deleite “camp” lleno de color, risas y coreografías montadas con imaginación. Nada de esto resulta una sorpresa cuando nos percatamos de que el espectáculo tiene el sello de Andrew Lloyd Webber, compositor y empresario responsable de éxitos comerciales tales como El fantasma de la ópera, Jesus Christ Superstar y Evita.

Lloyd Webber tiene un “valor neto” aproximado de 715 millones de libras esterlinas; en términos no numéricos, esto significa que es uno de los pocos compositores multimillonarios en el mundo del teatro musical. Aunque este dato no implique que su trabajo sea de una calidad notable, sin duda da cuenta de que hay algo llamativo para el público en sus composiciones y propuestas… un éxito de esta magnitud no se consigue de modo arbitrario. Música melodramática ejecutada con la fuerza épica de buenas orquestas y un tratamiento populachero y superficial de historias que la audiencia reconoce por antonomasia, son algunos de los elementos comunes en las obras asociadas al trabajo de este compositor. Siempre he sospechado que a partir de estas características se construye el nexo con aquel numeroso público que ha asegurado la permanencia de sus espectáculos por años en cartelera.

Mi experiencia con las composiciones de Lloyd Webber ha sido diversa. Si me quieren torturar, solamente deben amarrarme a una silla y hacerme escuchar canciones como “I Don`t Know How to Love Him” de Jesus Christ Superstar o “You Must Love Me”, de Evita. Para una reacción más favorable de mi parte, la versión interpretada por Madonna de “Don’t Cry for Me Argentina” del musical Evita, y la de Sarah Brightman de “Think of Me”, de El fantasma de la ópera, me resultan agradables. En el caso de Sunset Boulevard, ninguna de las canciones representa una tortura, pero tampoco hay un repertorio memorable. Más bien son otros los aspectos que hacen que el show sea disfrutable, siendo uno de ellos la participación del público.

Tal como ocurrió en el cine con joyas “camp” que adquirieron estatus de obras de culto; The Rocky Horror Picture Show y El valle de las muñecas, por ejemplo; este musical pide a gritos la reacción de la audiencia. Rodeado por gais neoyorquinos durante la función, comprendí que para ellos la protagonista es un icono. Recitaban las líneas con emoción, reían poseídos por un encantamiento gozoso y lloraban en las partes conmovedoras. Los aplausos venían acompañados de gritos jubilosos, de auténtico amor hacia los artistas. Y se podrán imaginar la conmoción que causó el fornido protagonista masculino cuando apareció en un bañador azul muy pequeño. No es lo que avizoró Billy Wilder al filmar una de las más ácidas y mejor contadas historias sobre lo que ocurre en el mundo del cine cuando se apagan los reflectores, pero es divertido… ¡muy divertido!

La puesta en escena a la que tuve la oportunidad de asistir es un revival del musical que se estrenó en Broadway en 1994. Del original, únicamente Glenn Close repite en el reparto. Es un show con muchas historias y anécdotas. De todas ellas, la más comentada en los apartados de trivia es que, a pesar de haber superado récords en preventas de entradas y de haber permanecido en cartelera por más de dos años cuando se estrenó por primera vez, su producción era tan ostentosa que los ingresos no alcanzaron para cubrir los costos. Es decir, el espectáculo es un ejemplo de éxito y fracaso al mismo tiempo y se hizo acreedor a lo que en inglés se denomina con cierto aire de ironía un “hit-flop”. Todo parece indicar que los productores aprendieron la lección, pues la representación del 2017 es sensiblemente más discreta en el derroche escénico.

Al igual que el material original, la trama gira en torno a Norma Desmond (Glenn Close), otrora estrella del cine mudo que pasó al olvido con la llegada del cine sonoro. Recluida en su mansión hollywoodense, en su imaginación continúa siendo una gran diva; sin embargo, la realidad es que sólo unos cuantos la recuerdan. De manera accidental, el joven guionista Joe Gillis (Michael Xavier) llega a la mansión. Norma aprovecha la situación para contratar a Joe a fin de que escriba una historia que represente su regreso triunfal a las películas. La relación entre ambos se tornará tóxica por la ambición de él y el ánimo posesivo de ella. En el desarrollo del argumento juegan papeles importantes el mayordomo de Norma (Fred Johanson), guardián de los secretos de su señora, y la guionista Betty Schaeffer (Siobhan Dillon), interés romántico de Joe.

Sin ser notable, la música y las canciones de Sunset Boulevard cumplen su cometido: entretienen y contribuyen a la progresión del argumento. Las coreografías están a tono con el espíritu festivo y humorístico de la producción. Elementos como el vestuario y la escenografía son de excelencia y lo suficientemente inspirados para transportarnos al Hollywood de la transición entre el silente y el sonoro. La energía es contagiosa y los colores confieren brillo a aquello que se aprecia en escena. No obstante, la verdad debe ser dicha… Glenn Close es el show.

Michael Xavier, Fred Johanson y Siobhan Dillon están muy bien en sus papeles. Mientras más lo pienso, más me convenzo de que el elenco es de lujo. Pero lo cierto es que toda la producción está concebida en torno al personaje de Norma Desmond, y la encarnación de Glenn Close es un paradigma. Tal como Gloria Swanson lo hizo en la versión cinematográfica de esta historia sobre una diosa crepuscular, Close devora el escenario sin sentimiento de culpa. Yo la recuerdo como una actriz grande por sus roles en el cine y la televisión; en mi primera aproximación a su trabajo en el teatro, puedo reportar que hace honor a su sitial de gigante de la interpretación. La actriz conmovió y fascinó a una audiencia que la ovacionó de pie tres veces. En muchos sentidos, la estrella principal es quien salva la noche.

Desde mi punto de vista, no hay mucha profundidad en Sunset Boulevard, pero la producción es de calidad irreprochable. Como entretenimiento ligero con un trasfondo cultural muy rico, el musical posee altos méritos que justifican el precio de la entrada, siempre que no sea en las secciones preferentes (el promedio en mezzanine es de $130). Y aquello que no tiene precio es la maravillosa Glenn Close, entregándose por completo a una audiencia que la ama con devoción.

Asistí a la función del 4 de mayo de 2017, a las 19:00 en el Teatro Palace (1564 West 47th Street, New York, NY 10036)

Datos de interés

Con una capacidad para acoger a 1.743 asistentes, el Teatro Palace se encuentra ubicado justo al frente de Times Square, el área más animada y concurrida de Nueva York. A la salida el frenesí de las masas caminando en sentidos opuestos torna imposible esperar con calma a los actores para conseguir autógrafos o hablar con ellos un momento. En cada función el teatro se llena casi por completo.

La primera de varias funciones «previas», es decir con descuentos especiales antes del estreno oficial, sucedió el 2 de febrero de 2017. El estreno oficial: el 9 de febrero. La última función se producirá el 25 de junio de este mismo año. La duración del espectáculo es de 2 horas y 45 minutos con un intermedio.

Los precios de las entradas se encuentran entre $79 y $300. Existe la posibilidad de adquirir tickets con descuento acudiendo a Times Square tres horas antes de la función. Allí se encuentra una taquilla especial con tarifas reducidas hasta en un 50%. La fila suele ser larga, pero avanza rápido y vale la pena.

Para asegurar la entrada al teatro es posible comprar desde cualquier lugar del mundo por Internet. Las páginas Web que ofrecen este servicio son www.broadway.com y www.telecharge.com

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