Diario de una vagabunda

Diario de una vagabunda. Hayashi Fumiko. Traducción de Virginia Meza. Prólogo de Kayoko Takagi. Gijón, Satori, 2013, 257 páginas.

Por Sara Roma

vagabunda«La corta vida de una flor solo se llenó de sufrimientos». Hayashi Fumiko (1903-1951) solía escribir esta frase cuando le pedían autógrafos. Con esta declaración se resume una existencia llena de penosas experiencias. Aunque su infancia estuvo marcada por dificultades económicas que la obligaron a trabajar cuando era una niña y aún iba a la escuela, era feliz en su pueblo y con su familia. Su historia personal empeoró cuando decidió trasladarse a Tokio, siguiendo a un novio que al final rompió su promesa de matrimonio. Aquel revés inesperado la obligó a trabajar en multitud de empleos para poder pagar el alquiler de una habitación en una pensión de mala muerte y sobrevivir a base de arroz cocido o engañando al hambre leyendo y escribiendo poemas. Entonces, tenía dieciocho años y supo lo que era trabajar como sirvienta, como camarera de restaurante y cabaretera, relacionándose con hombres egoístas que ni la amaban ni la respetaban. Aquella vida itinerante inspiró unos cuadernos en los que, a modo de diario, iba relatando su existencia y que acabaron publicándose por entregas (entre 1928 y 1930) bajo el título de Diario de una vagabunda, cuyo éxito de ventas la consagró como una autora respetada. A partir de ese momento, su vida cambió por completo. Ya no pasaba apuros para comer e incluso podía permitirse el lujo de viajar, pero no podía dejar de pensar en las palabras de Bjarne: «lo que persiste en este mundo son únicamente las vicisitudes; la vida es una hemorragia interminable que lleva a la muerte».

En el mundo, en medio del tiempo que corre plácidamente, uno es zarandeado, empujado, aplastado, doblegado y se incorpora, se abalanza, se desgarra, nace, se ahoga, arde, la vida y la muerte van corriendo inagotablemente.

Satori editores acaba de rescatar esta pequeña joya literaria desgarradora e intensa que recoge las experiencias de la autora tras las duras jornadas laborales. Inspirada en Sult (Hambre, 1890), del escritor noruego Knut Hamsun, Premio Nobel de Literatura en 1920, la obra relata la historia de hambre, pobreza y desolación de la joven escritora en Tokio. Con un estilo natural y sencillo, sin un hilo temporal, Fumiko escribe con franqueza sobre sí misma, sobre una vida obsesionada por ganar unos cuantos yenes al día que le permitieran comer lo suficiente para trabajar al día siguiente,  pagar el alquiler de la habitación y encontrar el amor de su vida con el que formar una familia son los temas que centran la novela. «¿Cuándo llegará el día en que pueda comer despreocupadamente ante esa mesa?», se pregunta y reconoce lamentándose que «Escribir uno o dos cuentos infantiles no me da para comer hasta quedar satisfecha. Trabajar en un cabaré es arruinarse como un estropajo. Es triste que un hombre me dé de comer, después de todo, no hay otro remedio, nada más queda que vivir al día vendiendo mis libros» (p. 121).

A pesar de todo, la novelista y poeta luchó por creer en la felicidad y mantener vivos sus sueños, pues sabía que caer «en la aversión contra uno mismo [es] más terrible que el hambre». Hayashi Fumiko sobrevivió a las adversidades porque encontró en la literatura el instrumento perfecto para exorcizar el dolor de una existencia solitaria.

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