El alcalde del crimen

Por Isabel Clambor.

 
A quien se pregunte por qué Francisco Balbuena disfruta de esa escandalosa tendencia a 1) hacerse –y por unanimidad- con sucesivos galardones literarios y 2) resultar finalista en los certámenes con más renombre del panorama editorial, sería una buena idea invitarle a echar un vistazo a El Alcalde del Crimen, a través de cuya lectura sin duda podrá hacerse con alguna explicación razonable. En su última obra, así como en sus otros trabajos, el autor tiene la habilidad de capturar los elementos fundamentales que se deben reproducir en una novela para que ésta pueda obligar a rendirse al lector: un espacio estimulante, unos personajes dinámicos y convincentes y una trama ingeniosa y viva. Y lo hace sin dar tregua; para lograr seducirnos arremete por todos los ángulos y de una manera meticulosa y esforzada a la hora de irrumpir en el pasado, en la Historia, nos traslada a las calles de la Sevilla del XVIII. Aunque su propósito no es repetir la fórmula tradicional de Historia novelada, Balbuena trasciende esta intención, sencillamente ha decidido ubicar un hilo conductor en forma de thriller dentro de un espacio muy fértil: una ciudad en un momento donde el desafío entre el oscurantismo del Antiguo Régimen, representado por la Inquisición, y las nuevas ideas que empiezan a prosperar en este siglo de luces se halla en su plenitud; más que una reconstrucción histórica, lo que hay es un trozo de la historia que se rescata, que se libera, con la intención de utilizarlo para insuflar vida a una serie de personajes, cada uno de los cuales representa una influencia social del momento, y a los que el autor maneja con maestría para construir un relato poderoso en tono de conjura, miedo y oscurantismo. Un duelo entre la intransigencia religiosa y la lucha por la justicia es el trasfondo sobre el que se mueven una gran diversidad de elementos perfectamente hilvanados: intriga, asesinatos en serie, encuentros románticos y, alzándose entre todos ellos, la figura de Jovellanos, cargada de fuerza y significado. No es en El Alcalde del crimen la primera vez que Francisco Balbuena utiliza el recurso del personaje real, histórico, y que se atreve a maniobrar con él, acomodándolo junto a personajes ficticios -no se trata de un recurso sencillo, pero hay que reconocer que el autor lo maneja con una destreza sorprendente-. Es a través de estas criaturas suyas como Balbuena logra trasladar al presente un contexto fascinante del pasado.

El Alcalde del Crimen es un libro cuyo destino sin duda es el de permanecer en la memoria y las emociones del lector durante mucho tiempo.

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