El americano

Sergio C. Fanjul

A esta película la rodea una gran nada. El protagonista, Jack (a veces Edward), interpretado por George Clooney (que también produce) es un tipo del que no sabemos casi nada: solo que fabrica armas de precisión a medida y que está perseguido por alguien poderoso al que también ignoramos. En la primera y nevada secuencia se carga fríamente a su amante tras descubrir una traición, después (llamada telefónica de un jefe siniestro mediante) se traslada a Castel del Monte, un minúsculo pueblo italiano encaramado a la montaña donde hallará la tranquilidad y el anonimato para completar un encargo como maestro armero.

Jack, que para nosotros no tiene pasado, es tipo apesumbrado, siempre atento un posible ataque, expectante, también lacónico. El Americano, que se basa en la novela Un caballero muy reservado, de Martin Booth, también es una película lacónica. Se habla lo justo, se muestra lo justo, nada se explica, todo lo que va descubriendo el espectador, como construyendo un puzzle, lo va infiriendo de las pocas cosas que ocurren. La fotografía es impecable, imagen nítida, llena de luz, cosa lógica si sabemos que Anton Corbijn, que dirige, es uno de los más reputados fotógrafos que pueblan el mundo, con tropecientas portadas de revistas, discos y libros. Corbijn ha fotografiado a casi todo el mundo que importa y esta es su segunda aventura en el mundo del cine después de Control, biopic de histriónico y depresivo líder de Joy Division, Ian Curtis, que acabó colgándose de una soga en el salón de su casa. Entonces Corbijn arrastró a la gran pantalla el blanco y negro habitual de sus fotos. Ahora, elige las tonalidades sobrias, el gris de la piedra de Castel del Monte, el otro gris del cielo nublado, el blanco de la niebla, el negro del acero. A pesar de la belleza de algunas imágenes, la elección de un ritmo lento y meticuloso hace que en momentos la película se empantane y el espectador se distraiga con, por ejemplo, el vuelo de una mariposa.

Un film sobrio, digo, con reparto limitado y actuaciones sobrias: aparte del callado Clooney (de tan silencioso a veces uno fantasea con la posibilidad de que en vez de un hombre atormentado sea un paleto redneck del medio oeste americano al que solo le interesan las armas y no tiene más que decir), comparten cartel la italiana Violante Placido que hace, con bastante tino, de puta buena que hace soñar a Jack con otra vida mejor, la holandesa Thekla Reuten que hace de agente secreto/asesina/cliente/o algo así con algo menos de tino (nadie se cree la forma en la que sostiene el superarma que Clooney construye para ella) y Paolo Bonacelli, en el papel de Padre Benedetto, el cura que viene a ser el confesor y la conciencia del héroe (¿o antihéroe?), pero que también esconde unos oscuros secretos que tampoco sabemos muy bien cómo encajan con el resto de la historia. Menos es más.

Todo lo demás es misterio. Incluso el final.

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