El faro del unicornio

Por José Vaccaro Ruiz.

El faro del unicornio. Francisco Melero. Ediciones Atlantis Serie Premium. Tercer Finalista de la LVIII Premio Planeta.

Es difícil clasificar el libro de Francisco Melero dentro de un género determinado puesto que posee tintes de novela fantástica, negra e incluso de ensayo. Lo que sí conviene destacar es su elaborada sintaxis, la riqueza de su léxico, así como la comodidad y el conocimiento con el que el autor se mueve en el mundo de la literatura y la filosofía. La cantidad de apostillas y citas de autores y obras que contiene así lo acredita.

 

Otro punto a señalar es el amor que Melero manifiesta por los libros. Desde que el personaje principal de la novela sea un librero, el señor Bücher, hasta que sean ellos, los propios libros en plural y singular, los grandes protagonistas de la narración. Presentes en las páginas de la obra tanto en forma física, con las pilas de los mismos que ese señor Bücher va levantando a modo de muro defensivo en la librería Alejandría de su propiedad, como también en calidad de consejeros de las cuitas y las dudas que le embargan ante las encrucijadas que le plantea la vida; incluso, en algún momento, viéndolos como posible ingesta, en lo que el autor califica de papirofagia. La alternativa nutricional de ese compuesto del que están hechas las páginas de las obras que incansablemente lee y consulta el señor Bücher, la celulosa, con una función estomacal distinta a la de servir de soporte a la tinta que contiene, encriptados en el papel, sucesos e ideas, es uno de los guiños de la narración. La reflexión sobre esa doble valencia -comida del espíritu o del cuerpo y cuál de las dos es prevalente- nos llevaría muy lejos.

 

De lo dicho anteriormente puede deducirse que El Faro del Unicornio es una obra densa y consistente, lo cual permite acercarse a ella de muy diversas formas, admitiendo en consecuencia múltiples interpretaciones. Una, la más evidente, es la indefensión de la cultura frente a los ataques de los Montag de turno (Farenheit 451), aquí encarnado en la persona de un abogado –sumo sacerdote de lo convencional y lo establecido-, dispuesto a hacer desaparecer la librería del señor Bücher por una razón: simplemente le molesta su existencia. Otra lectura posible es la sabiduría de los libros como depositarios de la historia y el pensamiento del hombre, al tiempo que su incapacidad para ser sustitutos de la vida real (personificada en Leah, el amor del señor Bücher). Una tercera interpretación es el repaso sucinto pero de amplio espectro que el autor dedica a las obras capitales del pensamiento humano y a sus autores: Poe, Goethe, Quevedo, Justiniano el Apóstata, Carroll, Melville…, cruzan por sus páginas lanzándonos destellos como si fueran otros tantos faros en un piélago de nada e incultura, focos de luz como aquel con que Melero titula su obra. Cada una de estas obras y sus autores aparecen en el momento justo de la trama, como un confesor o un asesor (Nietzche, Hume, Hobbes…) al que el señor Bücher acude en busca de consejo o consuelo.

 

El Faro del Unicornio es un libro para leer sin prisas y con alguna pausa. Sus largos párrafos, que contienen un discurso dialéctico y razonado alejado de una mera y pura descripción de hechos, obliga a ello. Porque lo que describe Melero no es algo físico –o no solamente físico- que se ve, se huele o se escucha, sino una introspección que tiene su asiento más bien en el mundo platoniano de las ideas que en el de los sentidos. En realidad, el espacio físico donde se produce la acción no puede ser más limitado: la librería; pero lo que sí tiene valor y es el alma de la obra no son las cuatro paredes que la limitan, sino la enormidad de libros que contiene, aquello que inducen, aportan e importan en la existencia del señor Bücher y en su amor hacia Leah.

 

La protagonista femenina Leah -tomada por su padre, según el Génesis; cuyo nombre se vocaliza como un imperativo de lectura: otra vez la plurivalencia permanente en que se mueve el autor-, encierra un ideal femenino carente de cualquier otra carnalidad distinta de la tisis, enfermedad que padece, estando situada como musa en el mundo platónico afín al del pensamiento y las ideas en que está inmerso el señor Bücher. Aunque no por eso carece de atractivo y de simbolismo para el autor, bien al contrario. Y prueba de ello es su presencia en el Epílogo/Epitafio que cierra El Faro del Unicornio, novela que por cierto alcanzó la tercera posición en la LVII Edición del Premio Planeta.

 

No renuncio, para concluir, en resaltar la forma como el señor Bücher coloca los libros: no alineados en estanterías, sino apilados, uno encima del otro. Quiero ver ahí un símbolo y el reflejo de la forma de avanzar en el pensamiento y en la cultura de la humanidad, cada nuevo sillar se asienta sobre el anterior que le sirve de base, cimentado en lo que otros antes han reflexionado, partiendo desde el lugar de donde esos precedentes, antes, han sido capaces de llegar. Y así, paso a paso, cada vez más arriba, más alto. El hecho de que esa pila de conocimientos se vuelva más inestable a medida que se eleva su cota, en un intento inútil por alcanzar una sabiduría que sería plena, es algo que carece de importancia. Lo relevante en estos sillares es el entendimiento, el consuelo y la satisfacción que cada uno de sus ladrillos es capaz de darnos. Si una de esas pilas se desmorona (como le ocurre al señor Bücher), otras a su lado recogerán su testigo. Así ha sido siempre, y continuará siendo.

 

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